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El día que odié Twitter

domingo, 9 de septiembre de 2012
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Justo cuando salía de una cena, el miércoles pasado , en la colonia Condesa, frente al Parque España, sonó el celular. Me preguntaba mi prima que si sabía qué pasaba en Ciudad Neza, donde había versiones de ataques a comercios y transeúntes por parte de delincuentes.

Intuí que podría tratarse de una falsa alarma. Revisé el time line de mi Twitter, y cuál fue mi sorpresa que casi todos los mensajes eran sobre ese tema . Otra llamada.

Desde mi casa me preguntaban que dónde estaba, que cuánto tardaba en llegar, por que… ahí estaban las mismas versiones de ataques.

Me preguntaron que si eran ciertas esas noticias. Les pedí que no hicieran caso. Así, me fui en la línea 9 y 8 del Metro, actualizando las noticias y el tema seguía siendo ese: presuntos enfrentamientos en el Estado de México.

Pero creo que lo peor vino después. Antes de salir de la oficina la noche del jueves, le comenté a un compañero de la redacción “esto parece saga de Duro de Matar.

Falta que todos los teléfonos comiencen a sonar y no nos demos abasto con tantas falsas alarmas”. ¿La razón? Toda la zozobra generada de nuevo por supuestos ataques de la delincuencia organizada en la zona oriente del DF, colindante con el Estado de México.

Se leía en twitter: “cerrado el mercado Maravillas en Neza”, hasta circulaba en la red una foto de unos supuestos ejecutados; pero luego se supo que la imagen era de 2009.

Otros mensajes decían: “Cierran escuelas y negocios cerca de la Clínica 25 del IMSS”. Veo las fotos en internet, y parecían que fueron tomadas un 25 de diciembre.

Todo solo. En fin. De nuevo twitter. Bromeando, me cuestioné: ¿y cómo llegaré a mi casa? (que está por Iztapalapa) si decían que no había transporte.

Bueno, también seamos sinceros, para nadie es un secreto que es de las delegaciones más inseguras del DF. ¿Habrá micros, taxis? Total, que llegué a la estación del Metro y ¡oh sorpresa! ya no había ambulantes.

Ni discos piratas, ni flores, ni dulces. Ni el puesto de tacos estaba abierto. Ningún microbús que va a Canal de Chalco; pero sí unidades en el sitio de taxis.

Así que, como cada noche, abordé el mío. Por primera vez, en un trayecto de 10 minutos, me sentí seguro. En menos de 200 metros recorridos pasaron dos patrullas con sus luces encendidas.

Sí estaban cerrados varios negocios sobre la avenida San Lorenzo, pero pensé que era por la hora. Pasé el panteón San Lorenzo, de Iztapalapa y en seguida, del lado izquierdo, descubrí nuevamente encendidas las luces de neón color azul y rosa del Static, ese bar que reabrió sus puertas luego de que hace unas semanas fuera atacado por jóvenes armados, con un saldo de dos muertos.

Supongo que es nuevo el personal que ahora labora ahí. Más adelante en esa misma acera, dos funerarias con las luces encendidas, exhibiendo sus féretros de madera envueltos con un delago plástico transparente, como cada noche, abiertas las 24 horas.

Del lado derecho, atiborrada como cada noche estaba la Agencia del Ministerio Público de la PGJDF. Metros más adelante, estaban ahí, con sus focos viejos encendidos, los señores que fabrican y venden muebles de madera sobre la banqueta Ah, pero cuando pasé la Bodega Comercial Mexicana, a mi derecha aparecieron las patrullas P¨-5109, 9834 y 5043 en fila india y con las luces encendidas.

Reviso de nuevo mi time line de Twitter y veo muchos RT con las declaraciones de Manuel Mondragón y Marcelo Ebrad, diciendo que la ciudad está en calma.

Por su radio, el taxista le comentó a su compañero: “ya salte a chambear, traite el bat y la escoba, por si las dudas”, y se carcajea.

Le pregunté si les bajó la clientela con toda las olas de falsas noticias, y me respondió que no, sino todo lo contrario. --La gente está loca por creerse esos chismes… yo por eso no tengo ni madres de Feis ni nada de eso.

Ve cómo está toda la gente. Finalmente llego. Le pido que me deje ahí en el zaguán negro y los números rojos del taxímetro marcan 29.40 pesos, le pago y me bajo.

Reviso que no deje nada adentro, principalmente la BlackBerry. Pero antes de entrar a la casa de nuevo reviso mi twitter y leo que siguen los presuntos ataques. Y fue así como el jueves pasado por primera vez odié a twitter.

 

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Samuel Ocampo