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¡Qué tal Manolo!

Reynosa, 1777
domingo, 21 de octubre de 2012
Por: Antonio Campos Rodríguez
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L A VIDA de Manuel Vázquez Borrego, fue una comedia de enredos y destrezas. Hombre de férrea personalidad, al que siempre le gustó tener al lobo por las orejas y enfrentar los problemas decididamente, sin titubeos.

Nunca se preocupó por los pequeños detalles, a tal grado que cuando le informaron que todos sus bienes le serían embargados, serenamente y en tono irónico contestó: « A las ovejas se les puede esquilar pero no despellejar » . De este calibre era don Manuel.

Hoy a unos cuantos días de quedar absuelto de los delitos de fraude y evasión fiscal, la muerte le alcanzó en su pequeña casa de carrizo ubicada en la arbolada de la parte sur del río.

El motivo de su deceso se desconoce. Unos dicen que murió de cólera morbus, otros que de un ataque al corazón.

Por desgracia, la única persona capacitada para dar fe de las causas que motivaron la muerte del ex_presidiario es don Antonio Zamora, médico residente de la localidad a quien no le fue posible auscultar el cadáver y emitir un veredicto por encontrarse ausente de la villa, cuando ocurrió el deceso.

Vázquez Borrego, aún después de su muerte continúa siendo motivo de polémica. El último escándalo de su azarosa vida, surgió cuando el departamento de la Renta del Tabaco, institución encargada de la recaudación fiscal en la Nueva España, puso a remate público sus bienes y procedió a deducir el monto de impuestos y recargos que tenía pendientes.

Liquidado el adeudo, don Joseph Torres, jefe de la oficina de hacienda local de acuerdo con el artículo cuarto de la Ley de Compensaciones Fiscales, mandó llamar a su viuda Berta Rodríguez, para entregarle seiscientos pesos de saldo a su favor que habían quedado después de la venta de los bienes de su esposo.

Triste por el fallecimiento de su amado consorte, pero a la vez contenta porque ella y sus siete hijos no quedaban en la indigencia, doña Bertha, se apersonó en la oficina recaudatoria a cobrar la jugosa cantidad de dinero.

Por esos avatares que tiene la vida, los hechos se suceden de tal forma, que cuando menos los esperamos cambian intempestivamente. Lo que parecía seguro en un momento se tradujo en desconcierto y zozobra.

Prácticamente con el dinero en el bolsillo, la viuda vio como éste, en un santiamén se iba de sus manos.

Don Joseph Torres, con voz entrecortada le notificaba que el dinero le sería retenido, hasta en tanto no averiguara el origen de una carta de amparo, que esta mañana encontró en su escritorio a la que por ley debería dar seguimiento.

Resulta que el muy bribón de Vázquez Borrego, además de ser defraudador fiscal, le gustaba practicar la poligamia. El muy desvergonzado tenía estratégicamente distribuidos sus niditos de amor en las villas de San Carlos, Burgos y Reynosa .

Sostuvo tórridos romances con Ignacia Pichardo, Josefa Alcántara y Bertha Rodríguez. Nunca contrajo nupcias con ninguna de ellas. Vivió practicando el amor libre, sin más límite que el previsto por su malsano apetito sexual.

Diecisiete hijos pagan hoy en día el precio de los desenfrenos amorosos de su desnaturalizado padre. Repudiados por la sociedad en que viven, estas inocentes criaturas cuyo único pecado fue nacer, son llamados con insolencia bastardos, escoria social.

El señor alcalde de nuestra villa, cansado de estas vulgaridades e inmundicias, que por desgracia se están convirtiendo en el pan nuestro de cada día en esta región, señaló en tono amenazante al público que se encontraba reunido en el auditorio de la casa de gobierno, que en adelante no se permitirán conductas antisociales y prosaicas como la practicada por Vázquez Borrego.

Don Matías Soberón, aprobando lo dicho por el alcalde, expreso que no es posible continuar tolerando que individuos carentes de conciencia social y genuinos sentimientos, lastimen impunemente los lazos morales de nuestra sociedad y familias.

No es tolerable que la moral pública sea tan salvajemente abatida por tipejos que no tienen más conciencia que la de responder como animales en brama a los deseos de su carne.

Por desgracia, la muerte del facineroso de Vázquez, fue más un premio que un castigo. Sin embargo, estamos ciertos que hay un Dios que juzga todas las cosas y en estos momentos el polígamo, ha de estar achicharrándose lentamente en el averno junto con otros delincuentes de su calaña.

Las tres viudas, contra todo lo que pudiera suponerse, con redomada inteligencia, dejando a un lado celos, pleitos, sentimentalismos absurdos e incriminaciones pueriles.

De manera sabia decidieron resolver este bochornoso asunto repartiendo en partes iguales los seiscientos pesos que el fisco les devolvió.

Como premio a su sabia decisión, el jefe de hacienda, otorgó a cada mujer una compensación extra de cuarenta y cinco pesos y seis reales por cada hijo que hayan concebido con el gandul de Vázquez Borrego.

 

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