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Ventana de oportunidad

jueves, 24 de enero de 2013
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El gobierno del presidente Enrique Peña Nieto y el Congreso de la Unión tienen ante ellos una ventana de oportunidad para avanzar en la construcción de un país moderno que no debe desaprovecharse.
El resultado de la elección de julio pasado, la relativa estabilidad y crecimiento de la economía y la sensible mejora de la percepción que se tiene, dentro y fuera, sobre México representan una ventana oportunidad quizá irrepetible para llevar a cabo algunas reformas importantes.
La oportunidad reside no tanto para una o dos reformas que catapulten al país a tener una tasa de crecimiento del 8%, sino en sentar las bases para el desarrollo institucional y el crecimiento sostenido de largo plazo.


De hecho, el riesgo del inmovilismo consensual que tanto se ha padecido se puede ver agravado por la mejora de las condiciones económicas y el ánimo más optimista sobre México.


Resulta apropiado recordar que durante 2008-09 se hacía el argumento de que el contexto de la crisis internacional más importante de los últimos 70 años era el más apropiado para impulsar las reformas con el objetivo de incrementar la competitividad y colocar a la economía en una posición más favorable para la recuperación.

No obstante, excepción hecha de la liquidación de Luz y Fuerza, no se llevaron a cabo reformas mayores ni profundas.
Con frecuencia se piensa que, sin mayoría en la Cámara de Diputados desde 1997, las reformas no se aprueban debido a que los partidos de oposición no quieren que el Ejecutivo se lleve el crédito.

No obstante, en general esto no es así sino al revés: los partidos no están dispuestos a asumir el costo político con los grupos de interés que se benefician del status quo y que representan el principal obstáculo para las reformas.


Si lo que frena las reformas es su costo y no su beneficio, se entiende con mayor facilidad la dificultad de pasarlas durante un periodo recesivo. La excepción es, por supuesto y bien conocida en México, cuando una crisis financiera y la disminución de la actividad económica colocan al país en una situación de la alta vulnerabilidad y debilidad que orillan a las reformas (Grecia y España son los ejemplos más recientes).


Por otro lado, algunos analistas concluyen que las reformas no suceden por razones ideológicas, cuando en realidad la ideología juega un papel mucho menos importante que el costo para los grupos de interés que promueven el inmovilismo o la inestabilidad para prevenir el cambio.


Para poder superar la oposición de los grupos de interés se pueden utilizar dos estrategias complementarias: la primera consiste en internalizar el costo que implican las reformas para los grupos de interés con miras a compensarlos.

La compensación de grupos de interés puede parecer injusta, pero quizá justificable si el resultado final neto es positivo para la sociedad y no resulta en una promoción de la extorsión permanente.

La segunda, mucho más importante, implica invitar a la sociedad a participar ampliamente en el debate de las reformas para que su mandato sea lo suficientemente robusto y sólido como para contrarrestar el impulso de los grupos opositores.

Se antoja difícil que las auténticas reformas que requiere el país puedan lograrse sin una amplia y convencida participación ciudadana.


El tránsito de un país de privilegios a uno de ciudadanos sólo podrá lograrse con la participación de la sociedad en su conjunto y no sólo en negociaciones entre grupos de interés, partidos (otro grupo de interés) y el gobierno.


Es muy importante que en el periodo ordinario del Congreso que está a punto de iniciar no sólo se consideren varias de las reformas propuestas en el Pacto por México, sino que avancen exitosamente.


Por éxito debe entenderse que estas reformas refuercen las ventajas comparativas de que goza México, disminuyan la desigualdad de oportunidades, promuevan el crecimiento y sienten las bases para la institucionalización necesaria para el imperio de la ley.

Es decir, que hagan más atractivo invertir en México y los mexicanos.
Las reformas deben aprovechar y profundizar lo mucho que se ha avanzado en los últimos años en materia de estabilidad macroeconómica, apertura comercial y competencia económica (que son los factores que han permitido el reposicionamiento positivo del país), pero ir mucho más lejos en términos de cambiar los parámetros para que la evaluación costo beneficio de ingresar a la formalidad y abandonar la informalidad sea positiva; para asegurar un sistema de seguridad social de acceso universal que no penalice la formalidad, comparta costos con los pacientes y permita la máxima portabilidad; para promover la eficacia de servicios públicos y rendición plena de cuentas.


La ventana de oportunidad no va a estar abierta para siempre: si la economía sigue avanzando, algunos pensarán que ya no son necesarias, que el atractivo de México está asegurado, que el consumo está creciendo y que la fortaleza del tipo de cambio refleja la del país; si no se aprueban en 2013 algunos argumentarán, en 2014, que es mejor esperar a que el PRI tenga mayoría abrumadora en la Cámara de Diputados en 2015 (como va a suceder con alta probabilidad) para en ese momento sí hacerlas; si se ganan elecciones estatales y legislativas se argumentará que no hay necesidad de cambiar lo que funciona bien.
DE ESTATUAS
La estatua de Aliyev parece que va a durar en el Paseo de la Reforma casi tan poco (o tanto) como la de Hernán Cortés, la Malinche y su hijo Martín en la plaza central de Coyoacán en 1982.

La de Reforma desnuda la arrogancia de los políticos de hoy, la de Coyoacán la dificultad de reflexionar sobre la historia.

 

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Opinion

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Luis de la Calle

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