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Florence Cassez: algunas lecciones para la diplomacia francesa e internacional

sábado, 26 de enero de 2013
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Si sabemos sacar lecciones, la encarcelación y liberación de Florence Cassez no será solamente un triste episodio de la tumultuosa y muy especial relación que mantienen Francia y México desde hace dos siglos.

En México el ejercicio de introspección sobre el funcionamiento de la justicia, la actuación de Genaro García Luna y las decisiones de su mentor, el ex presidente F. Calderón ya empezó.

Pero los franceses también empezaron una reflexión, aunque menos dolorosa, sobre su propia actuación durante los últimos seis años.

Del otro lado del Atlántico aparecía claramente que la justicia había sido burlada en México, como lo acaba de avalar la Corte Suprema.

En consecuencia, los servicios diplomáticos cumplieron con su tarea de hacer valer los derechos de uno de sus connacionales a un proceso justo.

Más discutible fue la acción mediática de los grupos de apoyo a Florence, equiparándola a un rehén mientras estaba implicada en un delito del cual no ha sido eximida.

Nunca sabremos si esta acción fue útil o más bien contraproducente para los esfuerzos que hacían franceses y mexicanos para que este asunto se resolviera rápida y discretamente permitiendo a México salvar la cara ante un juicio, cuyos procedimientos eran indefendibles
desde un principio.

El mayor debate sin embargo se dará sobre la diplomacia francesa en los tiempos del gobierno del ex presidente N. Sarkozy.

Éste cometió un doble error. Transformó el caso Cassez en un tema político en vez de dejarlo en el terreno jurídico y diplomático.

Lo transformó en un asunto personal y sentimental y esperó poder exhibir a Cassez como un trofeo y símbolo de una acción presidencial hiperactiva y omnipresente.

Sus declaraciones en México y en Francia hicieron casi imposible que Calderón tomara las dolorosas decisiones que se imponían para enderezar un proceso que salía de control.

México no fue un error aislado.

Las posiciones de Sarkozy en el Medio Oriente, África o Asia también daban la impresión de ser impulsivas, agitadas y con pocos resultados a mediano plazo cuando no eran francamente contraproducentes.

En segundo lugar y como consecuencia de esta actitud más impaciente que decidida, no dudo en hacer peligrar una relación de suma importancia para ambas partes.

De la misma manera que Francia es un aliado imprescindible en Europa, México es un socio imprescindible para quien quiere mantener una presencia relevante en América Latina.

La cancelación del año de México en Francia refleja el sabotaje de una excelente relación bilateral en aras de ganancias políticas inmediatas y se aparentó un berrinche.

Afortunadamente para la relación bilateral, todo esto pasa ahora a la historia.

Quién se acuerda del patético intento de Dominique de Villepin en 2003 para liberar a Ingrid Betancourt en Colombia en una operación arriesgada militar y diplomáticamente y que fue un total fiasco.

Ingrid permaneció cinco años más en cautiverio.

Las actuaciones de los políticos franceses (y mexicanos) contrastan con la gran prudencia del actual presidente Hollande quien siempre afirmó, como era lo propio, que confiaba en un cambio de la justicia mexicana, mientras se perseguía por supuesto una enérgica pero discreta acción diplomática.

Con un nuevo presidente mexicano que también se supo mostrar sereno y no evitó París en su gira a Europa, es de esperar que la relación arranque al principio de dos mandatos presidenciales sobre bases no solamente más sanas sino también más sólidas.

Como se dice en México y a pesar de los traspiés de los dos mandatarios anteriores, “lo que no mata engorda”.

 

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Opinion

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Stephan Sberro