Marcos Pineda Godoy

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Control total contra liberalización

viernes, 15 de febrero de 2013
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De manera independiente de la reforma estructural del sector energético, el tema del robo y la comercialización ilícita de combustibles no acepta más demora.

El mercado de combustibles está dañado y pervertido por la movilización de producto obtenido de manera ilegal. Las denuncias públicas al respecto lo corroboran sin lugar a dudas.

Las acciones al respecto deben tomarse de manera inmediata. Y para ello hay dos caminos: que Pemex asuma por completo su papel de paraestatal y controle este mercado o bien, se desentienda liberalizándolo y dando rienda suelta al modelo de franquicias.
En este momento y bajo las condiciones de presión que hay en el mercado la primera opción, el control total de un mercado donde el precio no está liberado, es la mejor.
Esto se debe a que el problema es complejo, no se trata de seguir un modelo sólo bajo la idea de que por sí mismo funcionará, pues la cadena comercial, desde la producción hasta la oferta al consumidor final de combustibles se haya plagada de intereses y actividades ilícitas, y además hay que pensar en las consecuencias micro y macroeconómicas que tendría el impulsar uno de los dos modelos.
Por un lado, si las características del mercado nacional fueran óptimas, es decir, si estuviera este mercado libre de robos y corruptelas, si la competencia fuera sana y legal, podría pensarse en liberalización, pero no es así.
Más aún.

En el mejor de los casos, la liberación del precio de los combustibles tendría que incluir la libre importación y entonces no se estaría hablando sólo de gasolina y diesel sino también de otros combustibles líquidos como el gas LP o la turbosina.
Por otro lado está la voracidad de los comercializadores, sobre todo, de aquellos que comercian de alguna manera ilícita en este mercado, junto con la inequidad que se produce en consecuencia, darían como resultado la elevación de los precios de los productos, con un fuerte impacto en el índice inflacionario, a partir del encarecimiento de la transportación en general y de todos aquellos productos y servicios que dependen de los combustibles que oferta Pemex.
Una vez tomado este camino Pemex quedaría imposibilitado para atenuar las consecuencias económicas y sociales de tal decisión.
La vía entonces, para poder corregir el desvío que se ha producido en los últimos 12 años mira hacia una reestructuración del mercado de los combustibles, donde Pemex asuma el control total de toda, toda, la cadena comercial.

Una sola compañía, en vez del sistema de franquicias, que aplique de manera enérgica, clara y oportuna las leyes y reglamentos en la materia, que supervise, controle, evalúe y sancione, que corrija pues, en toda la extensión de la palabra, el hoy malhadado mercado de los combustibles.
La moneda está en el aire, pero no tarda en caer de uno u otro lado.

Si se liberaliza, las consecuencias serían económicamente contrarias a los intereses de la paraestatal y, por tanto del pueblo mexicano, si se controla podría detenerse el desmoronamiento, reorientarse el rumbo y entregar buenos resultados a los mexicanos.
En este momento, el sector dentro de un híbrido, está entre dos modelos diferentes y esto genera que las ineficiencias económicas, que dañan a los consumidores, se acentúen; no así las virtudes que se podrían tener.

 

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