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Enfrentar los retos de prevenir crímenes atroces en 2013

miércoles, 20 de febrero de 2013
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A medida que nos aproximamos al año 2013, las crisis en la República Centroafricana, la República Democrática del Congo, Mali, Sudán y Siria sirven como trágicos recordatorios de los retos que aún quedan pendientes en la lucha para proteger a la población de crímenes atroces tales como el genocidio, los de guerra, la depuración étnica y los de lesa humanidad.

Diariamente nos encontramos con noticias en los medios de comunicación relacionadas con la violencia y con violaciones flagrantes a los derechos humanos que también involucran a mujeres y niños, lo que nos recuerda que debemos hacer más para proteger a la población.

Con esta constante oleada de malas noticias, resulta tentador pasar por alto el progreso que se ha logrado.

A pesar de las crisis actuales, la comunidad internacional ha logrado importantes avances en los últimos años. Una impresionante variedad de iniciativas mundiales, nacionales y regionales han ayudado a identificar y mitigar las fuentes de riesgo, a construir y fortalecer el rechazo a la violencia, a estimular el surgimiento de métodos creativos para encauzar la diversidad de manera pacífica, a resolver las tensiones antes de que éstas se intensifiquen y a enfrentar los factores que alimentan el odio.

En la Cumbre Mundial 2005, todos los jefes de Estado y de gobierno se comprometieron de manera unánime a proteger a la población del genocidio, los crímenes de guerra, la depuración étnica y los crímenes de lesa humanidad, que representan los crímenes de mayor gravedad.

Esta responsabilidad ya existía bajo las leyes internacionales, pero su afirmación puesta en palabras simples en el Documento Final de la Cumbre Mundial 2005, en el sentido de que “aceptamos esa responsabilidad y convenimos en obrar en consecuencia” aportó una inyección de ímpetu en el marco de lo que desde entonces se conoce como la “responsabilidad de proteger”.

Los esfuerzos de las Naciones Unidas y sus socios para prevenir las atrocidades juegan un papel esencial para ayudar a reducir el número de crisis.

Fomentan la capacidad regional y nacional para detener las tensiones y resolver los conflictos antes de que se vuelvan mortales. Las Naciones Unidas trabajan con arreglos regionales y subregionales, gobiernos nacionales y la sociedad civil, así como organizaciones de derechos humanos y grupos a favor de los derechos de las mujeres.

Este enfoque basado en la colaboración se concentra en entender los riesgos y fomentar la capacidad para mitigarlos, lo que también puede lograrse al apoyar a las comunidades.

Lo que este enfoque busca es fomentar una cultura de la prevención y de respeto por los derechos humanos. Asimismo, implica construir una mejor comprensión de cómo las pequeñas muestras de violencia pueden culminar en crímenes atroces.

Se trata de desarrollar una conciencia de los peligros de los discursos de odio, de la incitación a la violencia, y de enfrentar estos peligros y, al mismo tiempo, asegurar que se respeten los derechos humanos.

Y cuando las crisis parezcan inminentes, este enfoque busca obtener un análisis adecuado y reunir los recursos de las Naciones Unidas (ONU) junto con la voluntad política de la comunidad internacional para evitar que las crisisse agudicen.

Se han logrado avances significativos para la prevención de atrocidades fuera de las Naciones Unidas.

Algunos Estados Miembros han establecido los puntos esenciales acerca de la responsabilidad de protección o han creado estructuras internas entre distintas agencias para la prevención de crímenes atroces, tales como el Consejo del Gobierno de los Estados Unidos para la Prevención de Atrocidades.

A nivel regional, 18 países en América Latina han establecido una red de prevención del genocidio. En África, la Unión Africana ha dado pasos importantes para institucionalizar su compromiso de proteger a la población civil de crímenes atroces.

La Conferencia Internacional sobre la Región de los Grandes Lagos (de África), una organización subregional, estableció un Comité Regional para la prevención y el castigo del genocidio y otros crímenes relacionados.

Éste es el primer mecanismo subregional en el mundo creado específicamente para enfrentar estos problemas. En Medio Oriente, las organizaciones de la sociedad civil están documentando violaciones a los derechos humanos y están construyendo paz y tolerancia entre las comunidades, incluso a través de las redes sociales.

Los centros de investigación y las instituciones académicas alrededor del mundo continúan aportando su liderazgo intelectual y buena asesoría.

Durante los últimos años, los esfuerzos colectivos han dado resultados.

Tanto la crisis por Abyei, un territorio en disputa entre Sudán y Sudán del Sur, como las crisis en Guinea, Kenia, Kirguistán y Yemen se lograron resolver diplomáticamente y sin necesidad de derramamiento de sangre o de entablar enfrentamientos prolongados.

Aun cuando la participación continua de la comunidad internacional es fundamental en estos países, podemos afirmar que el liderazgo político fue esencial para alcanzar estos modestos logros.

La abrumadora tarea de prevenir las atrocidades requiere del compromiso de todos y la voluntad política de los Estados Miembros sigue siendo de suma importancia.

Las crisis actuales en todo el mundo, desde Mali hasta Myanmar, ponen en relieve que el progreso depende en última instancia de la voluntad de los gobiernos y de su capacidad para ir por el mismo camino.

Los Estados Miembros juegan un papel único y fundamental, ya sea a través de llevar a cabo acciones de manera proactiva y preventiva o, cuando sea necesario, a través de responder a las situaciones de manera decisiva y oportuna bajo las disposiciones de la Carta de las Naciones Unidas.

En cuanto a la protección de la población, las Naciones Unidas y sus socios sólo pueden complementar sus esfuerzos. La Oficina para la Prevención del Genocidio y la Responsabilidad de Proteger tiene la determinación de continuar trabajando con los Estados Miembros y de impulsar que se asuma la responsabilidad total y que se fortalezca el liderazgo político necesario para cumplir la promesa de “nunca más” y hacer de la responsabilidad de proteger una “realidad viva”.

 

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Adama Dieng