Emilio Álvarez Icaza L.

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Patrimonio de los pueblos de América

jueves, 21 de marzo de 2013
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Hace más de 55 años, de hecho antes de que se creara la Organización de las Naciones Unidas, los Estados de América se dieron cita para darle vida a la Organización de los Estados Americanos (OEA).

Una de las consecuencias más destacables de ese hito fue la acción visionaria de la creación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), concebida en su documento fundacional, la Carta de la OEA.

La CIDH se configuró desde el inicio como un órgano principal de la Organización, encargada de la defensa y promoción de los derechos humanos en el hemisferio.

Mucho ha cambiado el continente americano desde entonces, mayormente para bien.

Se ha avanzado en la democratización, en la lucha contra el analfabetismo, la desigualdad y la exclusión. También se han superado dictaduras y gobiernos de facto, sin olvidar los pendientes y sin desatender que los riesgos no han sido erradicados.

En estas dinámicas de cambio son muchos los actores que se han comprometido para ese fin.

Uno de ellos, con aportes determinantes en épocas obscuras y en momentos de transiciones y consolidaciones democráticas, ha sido la CIDH. La comisión ha puesto su grano de arena para combatir las violaciones de derechos humanos, combatir los abusos de poder y la impunidad; pero sobre todo a coadyuvar con víctimas, Estados, organizaciones de la sociedad civil y demás actores, desde y mediante los derechos humanos, a consolidar la democracia en la región.

Reformas constitucionales, nuevos o modificados marcos normativos y desarrollo e implementación de política pública son sólo algunos de los ejemplos que figuran en la lista de contribuciones.

Sin embargo, sin dejar de considerar los avances, tampoco pueden perderse de vista los grandes pendientes y desafíos en la región.

Mucha gente espera justicia; millones viven en condiciones de pobreza; las víctimas de la violencia y el abuso se cuentan también por millones, entre otras dolorosas realidades.

Hoy no existe país en el que no se cometan violaciones a los derechos humanos. No hay un sólo Estado en cuyo territorio las violaciones a los derechos humanos sean cosa del pasado.

Este es justamente el gran desafío para gobernantes, sociedades y entidades como la CIDH; considerando el contexto actual, ¿cómo enfrentar las violaciones a los derechos humanos en democracia?; ¿cómo responder de mejor manera a las víctimas?; ¿cómo desarrollar acciones que contribuyan a evitar las violaciones estructurales a los derechos humanos?; y ¿cómo acelerar los procesos de consolidación democrática desde los derechos humanos?

En este contexto, y en parte como respuesta a estas y otras preguntas, la CIDH ha realizado un proceso creativo, incluyente y democrático, basado en diversos foros a lo largo del continente, encuentros, audiencias, consultas electrónicas y presenciales, reuniones con víctimas, Estados parte y observadores; así como con organizaciones de la sociedad civil, periodistas, medios de comunicación y la Corte Interamericana de Derechos Humanos, entre otras muchas acciones.

De esta manera, ha dado muestras de diálogo y voluntad de escuchar para contribuir a la construcción de una nueva etapa del Sistema Interamericano de Derechos Humanos (SIDH).

Como consecuencia, desde su autonomía e independencia, la CIDH hizo público, este martes 19, la reforma de su reglamento; así como la modificación de algunas de sus políticas y prácticas, lo que, sumado al documento que difundió el 23 de octubre de 2012, atiende las recomendaciones emanadas de la Asamblea General de la OEA en Cochabamba, Bolivia, en junio pasado.

Para más detalle ver (www.cidh.org).

Aunado a lo anterior, este próximo viernes 22, en la ciudad de Washington DC, Estados Unidos, se tendrá una oportunidad histórica para avanzar en la atención y buscar resolver algunos de los problemas que aquejan a la región.

En la sede de la OEA se llevará a cabo una Asamblea General Extraordinaria para reflexionar y decidir sobre el fortalecimiento de la CIDH, en particular y del SIDH en general.

Contar con una CIDH fortalecida con más y mejores recursos —financieros, jurídicos y políticos— para responder de manera más ágil a las víctimas, los Estados y las organizaciones; que desarrolle acciones de promoción y defensa de los derechos humanos; que coadyuve en la atención a casos y causas y que contribuya a desarrollar las capacidades institucionales y normativas de los Estados en esta materia, se vuelve entonces un gran objetivo del horizonte civilizador democrático del continente para los próximos años.

En la medida en que esto avance, las personas de todo el continente americano contarán con mejores instituciones para proteger sus derechos y coadyuvar a transitar a una democracia en la que se garantice el ejercicio de los derechos para todos y todas en cualquier lugar del hemisferio.

Este ejercicio ha dado ya resultados muy positivos, por lo pronto ha desarrollado una discusión continental que ha generado la convicción de que la CIDH y el Sistema son un patrimonio de los pueblos de América, construido a base de dolor, esperanza y congruencia de todos los actores y que se deben preservar, fortalecer y mejorar.

 

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