Humberto Armenta González

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Agua, futuro y energía

viernes, 3 de mayo de 2013
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Decir que el abasto de agua es un desafío ineludible de política pública, es un lugar común. El debate sobre el agua parece circunscrito a la responsabilidad del Estado de llevar agua potable a los ciudadanos, y la contribución paralela de los ciudadanos a ese mandato, si deciden adoptar la cultura del uso racional del recurso.


En ese esquema, queda fuera una variable importante: la de la iniciativa privada y las alternativas de solución que puede plantear a través de la inversión, la innovación y la infraestructura.


¿Qué deberíamos estar haciendo para evitar la tendencia que marca que en 2030, nuestro consumo de agua no sustentable alcanzará un 25% por ciento, con una demanda de 90 mil millones de metros cúbicos? Un buen punto de partida es focalizar problemáticas y alternativas: En México, los estados del noroeste concentran los mayores grados de presión hídrica.

En otras palabras, el agua ni vale ni cuesta lo mismo conforme se avanza en la agreste orografía del territorio nacional.
La experiencia internacional en países con similar presión hídrica, apunta a la desalación.

Arabia Saudita provee el 80% del agua potable de consumo urbano a través de la desalación; España, Libia, Qatar, Japón, entre otros países, están incrementando el volumen de agua desalada para consumo urbano.

México tiene más de 9 mil 300 kilómetros de costa, alta presión hídrica y demanda creciente. La alternativa es clara, ¿qué falta entonces para subsanar el déficit en infraestructura para desalación? La respuesta está en la energía.


La energía es el principal componente del costo de producción del agua desalada. En la última década, los costos de producción se han reducido considerablemente a nivel mundial, en buena parte por mayor eficiencia en el consumo energético y la instalación de proyectos a gran escala.

Al cierre de 2012, el estándar óptimo de consumo de energía para producir agua desalada era de 3 a 4 KWh por metro cúbico. El costo promedio por metro cúbico es de $ .52 dólares, o $6.6 pesos.

En esa línea, pesa el hecho de que México sea la única economía de la OCDE donde las tarifas eléctricas para la industria, son mayores que las domésticas.


A pesar de ello, ceteris paribus, para la región noroeste del país, aún suponiendo un costo de 2 dólares por metro cúbico, la inversión sería rentable para la iniciativa privada, y útil para el ciudadano ¿Por qué?, porque no hay agua más cara que la que no se tiene, ni tarifa más elevada que la que pagan ya con métodos poco sustentables.


En suma, el debate sobre el agua debe evolucionar a la oferta clara de soluciones a problemas diferenciados y concretos; e incluir aristas como la capacidad del Estado —doblemente pertinente en el curso de una reforma energética— de generar incentivos para la inversión en infraestructura hidráulica y cogeneración de electricidad, y el rol que debe tener la IP para modelar un negocio en paralelo a la oferta de solución al abasto de agua potable.


La respuesta al problema del agua, está en la energía.

 

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