Manuel Camacho Solís

Carro completo

El gobierno y el PRI van por el carro completo en las próximas elecciones de julio. Han tomado las decisiones necesarias para lograrlo. Los partidos de oposición representados en el Pacto por México, el PAN y el PRD, han terminado por facilitarles ese propósito.

¿Qué consecuencias tendrá el carro completo para las oposiciones partidistas, el Congreso, el gobierno y la oposición que se expresa manifestándose en la calle?
El resultado electoral se definirá a partir de las condiciones de entrada.

Las candidaturas, las campañas y la organización podrán tener algún impacto, pero el balance principal está definido desde el arranque.

La posibilidad de que la oposición compitiera con el PRI dependía de las alianzas electorales entre PAN y el PRD, con PT y MC en algunos estados.

Desde el momento en el que el gobierno —con los gobernadores— echó abajo las alianzas, se les dio una ventaja enorme a los candidatos del PRI.

En Veracruz, la oposición pudo haber ganado todas las ciudades. En Zacatecas, con el PT se podrían haber ganado las tres principales ciudades y competir después por la gubernatura.

En Durango, otro tanto. Esos golpes políticos no fueron suficientes para convencer a las dirigencias partidarias (PAN y PRD) de la necesidad de endurecer su negociación en el Pacto, ni siquiera después de la crisis política de Veracruz.

Después de Veracruz, les echaron abajo la alianza de Quintana Roo. Aun así firmaron el adéndum (para cumplir la ley), cuando les sobraban argumentos para exigir civilidad por la intervención grosera de los gobernadores y las dependencias federales en el proceso electoral.

Al no haberles elevado el costo, el desenlace favorable al PRI dará un beneficio inmediato al gobierno y tendrá un alto costo para las dirigencias opositoras.

Para el gobierno la estrategia obedece a una lógica: ganar más poder con la imagen del poder y debilitar a las oposiciones para el momento decisivo donde lanzará sus iniciativas principales: la reforma fiscal y la energética.

Con una derrota electoral a cuestas será más difícil para la oposición actuar como tal en el Congreso. Se debilitará el contrapeso del Congreso.

Sin embargo, la victoria del carro completo puede ser un arma de dos filos. El debilitamiento de los partidos y el Congreso, no hará sino potenciar la lucha política extra institucional.

La calle —que ha estado contenida— tendrá más espacios y apoyos que podrían convertir la victoria priísta en un triunfo pírrico.

Podría llevar a repetir la historia conocida de los gobiernos que, teniendo un horizonte promisorio, se exceden y pierden lo principal que es la estabilidad, la interlocución con las oposiciones reales y el prestigio internacional.

Para las oposiciones en el Senado, el escenario del carro completo les planteará un dilema de fondo: aceptar una negociación política del Pacto que hizo posible el carro completo y el consecuente regreso a la hegemonía priísta; o rechazarla manteniendo la fidelidad al mandato del 60% de los electores que les exigen defender los espacios de la democracia y la rendición de cuentas.

La calle tendrá que resolver sus propios dilemas, donde previsiblemente se fortalecerán las posiciones rupturistas.
No hace falta demasiada imaginación para anticipar que las consecuencias del carro completo terminarán por ser disfuncionales a la construcción del Estado de Derecho, la pacificación de las regiones en disputa y la consolidación del prestigio internacional hasta ahora conseguido.

El carro completo significará la debacle para los partidos sentados en el Pacto, una dura prueba para el Congreso y la opinión pública independiente y una apuesta riesgosa para el PRI que terminará por aglutinar en su contra, para 2018 si no es que para 2015, a la oposición política y social.

El carro completo es un error político para el gobierno que, teniendo la oportunidad de realizar un mandato moderado y eficaz, polarizará a la sociedad, la política y estimulará a la calle.