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SEP reivindicada

sábado, 25 de mayo de 2013
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El gobierno recupera de manera paulatina el dominio de las palancas rectoras de la educación nacional. Han sido y son decisivas las medidas tomadas hasta hoy.

Eran imprescindibles. No deben detenerse ni diferirse. Faltan muchas más. Vienen en camino.

Las autoridades en la materia vivían asfixiadas y subordinadas a presiones innobles, abusos y excesos sin cuento ocultos bajo la grotesca y putrefacta piel de unas reivindicaciones sindicales falaces.

Los primeros afectados con tan deplorable situación eran —y son— los genuinos educadores y millones de niñas, niños y adolescentes.

El gobierno estaba acorralado. Eso se acabó o, cuando menos, ha empezado a transitar la SEP por el camino de un cambio innovador.

Cuando haya sido desanudada en definitiva la espesa red de intereses ilegítimos cuyas burdas cuerdas todavía maniatan a no pocas autoridades del ramo, empezará la verdadera reforma educativa diseñada y operada con el indeclinable objetivo de calar hondo en el proceso de cambios sustanciales, progresivos, exigidos por los mexicanos.

Con paciencia y destreza de relojeros expertos, las autoridades deben desarticular el poder ilegítimo enquistado en infinidad de parcelas administrativas usurpadas en diversas instancias de la SEP y en instituciones como el ISSSTE, el Fovissste... En muchos órganos están apoderados de grandes tajadas de poder ilegal y prebendas inicuas quienes favorecen intereses y trinquetes caciquiles de la peor ralea, ajenos a las aspiraciones y demandas del genuino magisterio nacional.

Dueño de añeja tradición liberal y democrática, el SNTE está ahora en condiciones inmejorables para recuperar su auténtico ímpetu vindicador de los auténticos derechos de las maestras y de los maestros mexicanos.

Me refiero a los campos estrictamente laborales y salariales.

Por el bien de sus cientos de miles de agremiados, el sindicato debe olvidarse por completo de las felonías perpetradas durante muchos años en perjuicio de las autoridades educativas y, para desgracia de todos, en perjuicio del desarrollo nacional.

El voraz caciquismo sindicalero le comió terreno a unas autoridades pusilánimes y complacientes e impuso una relación procaz definida, de un lado, por el chantaje y, del otro, por la complicidad.

La SEP se fortalece y avanza.

Recupera el decoro y mucho de lo perdido durante largos años. Dirige —no sin dificultades— el esfuerzo reformador cuyos primeros pasos son decisivos para encaminar al país por una vía más cierta y productiva, menos desigual.

A través de su replanteamiento íntegro, nuestro sistema educativo situará a los valores de la calidad y a los de la evaluación como pivotes de ese empeño de cambios sustanciales.

El Servicio Profesional Docente se erigirá en instancia decisiva. El combate realista al rezago y a la deserción escolares son objetivos irrenunciables.

En el otro extremo del múltiple esfuerzo en marcha, se harán crecer, hasta invertir en ellos 1% del PIB, la investigación científica y el desarrollo tecnológico.

En el centro de esa tarea están y estarán las niñas, los niños, las maestras, los maestros.

Hablo de los genuinos educadores mexicanos y de quienes trabajan en actividades materiales y administrativas conexas.

Una reforma educativa como la planteada debe concebirse dentro de los anchos ámbitos del siempre inconcluso e insuficiente desarrollo democrático del país.

Por esa misma razón no puede sustentarse en la equivocada idea de provocar el debilitamiento de la fuerza sindical. Cada uno en su sitio. El gobierno, a dirigir y a tomar decisiones irrenunciables.

El sindicato a lo suyo: inspirar reivindicaciones laborales fidedignas y defender y expandir con eficacia los intereses y derechos legítimos de sus agremiados.

Nadie ganaría con un sindicato inerme y vacilante, blandengue y esclerótico. La SEP, desde luego, debe escribir la partitura y llevar la batuta del mando.

 

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Rodolfo Echeverría Ruiz

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