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Muy padres estrategias para enfrentar el déficit de atención

domingo, 26 de mayo de 2013
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“Cuando me informaron que mi hijo no tenía inscripción para el siguiente año escolar, sentí que el mundo se me caía.

Mi cabeza se llenó de recuerdos de Diego corriendo, cayéndose de la bicicleta, peleando con la hermana. Siempre me pareció un niño inquieto, pero nunca noté algo que llamara mi atención.

Hoy me siento muy mal, culpable de su comportamiento. No sé qué fue lo que hicimos para tener que enfrentar esto”, me cuenta Tania Hernández, mamá de Diego, quien con nueve años acaba de ser rechazado en la escuela.


El argumento de la directora es que el niño tiene déficit de atención y la institución no quiere hacerse responsable del niño ni cuenta con maestros capacitados para enfrentar el comportamiento de una criatura con ese padecimiento.


Al momento de escuchar este relato en uno de los talleres para padres que imparto, pensé que el problema de los niños con déficit de atención ya había pasado de moda y que los jóvenes que hoy tienen 22 años, como mi hijo Daniel, habían cubierto la cuota de pequeños con el problema.


No estoy satanizando, simplemente creí, de manera equivocada, que este trastorno ya se comprendía en las escuelas y entre los padres de familia.


Hace 12 años, o un poco más, yo tuve la misma sensación que hoy comparte Tania. Al ser informada respecto al padecimiento de mi hijo, el mundo se me vino encima.


Lo primero que me vino a la cabeza, y al corazón, fue un profundo sentimiento de culpa por el comportamiento del niño. “¿Lo habré consentido demasiado?”, “¿realmente será grave lo que tiene?”, “¿habrá quien me ayude a enfrentar este problema?”.


Hoy que lo veo a la distancia me doy cuenta que el déficit de atención sigue siendo un problema de salud que las escuelas no han sabido enfrentar ni manejar.

Los niños que lo padecen, aunque necesitan ciertas consideraciones en su manejo, son tan capaces como los que se consideran dentro de los rasgos de “normalidad”.


A mi hijo, quien padeció el destierro escolar y el rechazo de maestros, compañeros y de una gran cantidad de padres de familia, le ayudaron notablemente algunas reglas que pusimos en práctica en casa y en su nueva escuela.


Reglas básicas
El chico sabía que tenía que:
1.- Permanecer sentado en horas de clase, a menos que la maestra o maestro le indicaran alguna tarea de apoyo a sus compañeros.


2.- No interrumpir cuando los demás estuvieran hablando.
3.- Mientras fuera en el automóvil debía permanecer quieto y, en la medida de lo posible, con las manitas cruzadas sobre las piernas.


4.- Quedarse sentado y sin subir los pies a los muebles mientras veía televisión.
5.- En caso de enojo, sus manos debían quedarse quietas.


6.- Saludar a los demás de manera amable.
7.- No pelear con la hermana.
8.- Hacer primero la tarea, después jugar.
9.- Lavarse los dientes después de cada comida.


10.- Revisar su lista de tareas todos los días.
La lista podría parecer enorme e imposible de cumplir por un niño que es inquieto, ansioso y su capacidad de frustración es casi nula, pero funcionó.

Daniel tenía una cartulina grande pegada en la pared de su recámara con las indicaciones, pero había un detalle que marcaba la diferencia: las reglas estaban escritas por el propio niño.


El compromiso que sentía era con él mismo y, aunque no puedo negarlo, alguna vez tuve que recurrir al chantaje o a las amenazas, Daniel no se saboteaba a sí mismo y hacía un gran esfuerzo por cumplir lo establecido.


No fue nada fácil llegar al punto en el que mi hijo de apenas 11 ó 12 años se comprometía a seguir las reglas. No al pie de la letra, pero sus esfuerzos ayudaron mucho a mejorar el ambiente familiar y a estructurar la vida de mi hijo.


Aquellos años, que generaron tanta ansiedad personal y familiar, los recuerdo con cariño y agradecimiento. Los niños con déficit de atención pueden ser una grata fuente de aprendizaje o, si no los comprendemos y ponemos en práctica todo tipo de estrategias educativas, un calvario.
*María Rosas es autora del libro “Mi hijo tiene déficit de atención”.

 

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María Rosas