Gabriel Guerra Castellanos

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Migrantes

En recuerdo de José María Pérez Gay
martes, 28 de mayo de 2013
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Mientras en EU va agarrando vuelo el proyecto de reforma migratoria propuesto por el “Grupo de los Ocho” senadores republicanos y demócratas, en México se levantan algunas voces ya para opinar acerca de lo que nos corresponde hacer en este proceso.

Pocos asuntos tocan tantas fibras sensibles como el de la migración, en EU o en cualquier parte del mundo, y por ello vale la pena analizar con cuidado lo que se debe hacer —y evitar— cuando se busca incidir en procesos internos de otros países, así sea para defender connacionales.

EU tiene todo derecho de legislar como mejor le convenga en seguridad fronteriza y permanencia de extranjeros en su suelo, y aunque nos rasguemos las vestimentas por el maltrato y discriminación a los nuestros, no es con retórica ni grandilocuencia como apoyaremos su causa.

Conviene conocer las dimensiones del tema migratorio, para poder así comprender mejor el debate y la posterior votación en ambas cámaras del Congreso estadounidense.

En EU viven 40 millones de inmigrantes, con o sin documentos, lo cual representa 13% de su población total.

Un poco más de la cuarta parte no tiene papeles y es llamado “ilegal”, “indocumentada” o “no autorizada”, dependiendo el término casi siempre de la tendencia política y de las actitudes frente a los migrantes de quien así los describe.

Por mucho, EU es la nación que más inmigrantes tiene, tanto en números absolutos como en porcentaje de su población.

En México hay poco menos de un millón de extranjeros residiendo, lo cual es menos del 1% de la población total.

Aun suponiendo que los registros mexicanos sean incompletos, no hay punto de comparación para imaginarnos siquiera el peso específico y las influencias que una migración como la de EU puede representar.

Los estadounidenses han debido vivir desde siempre con una migración que, no tengo duda, los ha enriquecido, pero debe reconocérseles su disposición a convertirse en país receptor en magnitudes que ningún otro aceptaría.

Los cambios culturales, lingüísticos, de tradiciones y costumbres pueden ser mayúsculos en algunas zonas, lo cual ayuda a entender las resistencias de muchas comunidades de raíces anglosajonas.

Y para muestra un botón: de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México 2010 del Conapred, los niveles de tolerancia y respeto a los migrantes en México están directamente vinculados con las regiones, más o menos transitadas por ellos, de que se trata.

Es fácil predicar la tolerancia cuando no hay que practicarla.

A diferencia de EU, en donde casi todos los inmigrantes sin autorización para entrar tienen a ese país como su destino final, los indocumentados en México suelen estar en tránsito, aunque algunos se quedan ya porque no lograron llegar a su destino, porque encontraron alguna oportunidad o, generalmente, porque fueron atrapados por alguna de las muchas redes delincuenciales, algunas de ellas de parte de organismos oficiales, que lucran con ellos.

Por cada abuso o mal trato a mexicano en el exterior, hay muchos más que suceden en México a los migrantes, sobre todo centroamericanos, que luchan por atravesar las dos fronteras hacia EU.

La gran diferencia es que allá los indocumentados viven en las sombras, pero en México lo hacen en el infierno: robos, asesinatos, violaciones, esclavitud y prostitución.

Eso hace que, además de permitir o propiciar violaciones masivas de derechos humanos de los migrantes, los mexicanos perdamos algo si no es que mucha autoridad moral para denunciar los abusos contra nuestros compatriotas en EU, y que nos coloquemos en una posición políticamente vulnerable si queremos salir envueltos en la bandera a participar en un debate que no nos pertenece y en el que bien se nos podría exigir un mínimo de congruencia entre nuestro actuar y nuestro hablar. Farol de la calle…

 

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