Rosaura Ruiz y Bruno Velázquez

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Evolución para todos

domingo, 2 de junio de 2013
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En pleno siglo XXI, y pese a ser una palabra archiconocida y un concepto fundamental para la biología, el significado científico de la evolución no es de dominio público.

Debido a esto, y al hecho de que la aparición y ulterior comprobación de la teoría de la evolución generó un impacto en la historia de la humanidad quizá tan sólo comparable con el del giro copernicano de la teoría heliocentrista, es que ofreceremos un breve recorrido por la historia del concepto mismo, así como de su impacto en prácticamente todas las áreas de la vida y cultura humanas.

En primera instancia habría que decir que la teoría de la evolución nos reveló, junto a una nueva forma de comprender al mundo y de valorar el lugar del ser humano en el universo, verdades y certezas que provocaron, lo mismo que un cisma en la interpretación teológico—religiosa de la existencia, un giro drástico en el modo en que el ser humano se considera a sí mismo, ya como individuo o como especie, y en la forma en que interpretamos nuestro devenir histórico.

El término evolución se usa ampliamente no sólo para referirse a la transformación de los seres vivos, sino también para describir el proceso de cambio en el tiempo.

Comúnmente se utiliza la palabra evolución para referirse a las cosas que surgen, se desarrollan y desenvuelven, o que aparecen en una sucesión o serie, casi siempre con un sentido de avance o de mejora.

Cuestión, esta última, no del todo precisa, ya que en el caso de la biología se entiende por evolución al proceso que ha provocado el surgimiento y cambio de los seres vivos sin darle a esto un sentido positivo de progreso; lo mismo vemos en la medicina cuando se habla de la evolución de un enfermo o de una enfermedad, independientemente de si el proceso es favorable o no.

El significado ofrecido por la Real Academia de la Lengua para Evolución es el de “Un proceso continuo de transformación de las especies a través de cambios producidos en sucesivas generaciones; desarrollo de las cosas o de los organismos, por medio del cual pasan gradualmente de un estado a otro”.

Ahora, revisando la genealogía del concepto podemos ver que inicialmente se utilizó la palabra evolución en el sentido de desarrollo embriológico (desarrollo por desdoblamiento de las capas embrionarias); posteriormente la palabra significó “origen y cambio de especies”; y, por último, “descendencia con modificación”, que fue la preferida por Darwin.

R.

Richards (en The meaning of evolution) rastrea el término desde su raíz etimológica; esto es, desde el verbo latino evolvere, que significa “desdoblar” o “revelar”, y del sustantivo evolutio, que en la época del imperio romano se refería al hecho de desenrollar un pergamino; hasta sus orígenes en el desarrollo de la embriología.

Sin embargo, Richards no relaciona el origen del término con el desarrollo paralelo del concepto, que como tal se origina en el transformismo de J.B Lamarck y E. Saint Hilaire, entre otros.

Aunque Darwin sólo utilizó una vez el término evolución en El origen de las especies, son su planteamiento general y su mecanismo los que han prevalecido a través de la historia.

Desde aquí podemos ver que la idea de evolución como modificación sucesiva de las especies tiene como primer nombre el de transformismo.

En la actualidad, no obstante que la ciencia ha probado más allá de toda duda razonable que la evolución es un hecho, aún hay un sinnúmero de personas que por ignorancia, prejuicios, cuestiones ideológicas o por resistencia a cambiar profundamente su forma de percibir el mundo, no la aceptan como explicación del surgimiento y devenir de la vida.

Fenómeno, éste, digno de reflexión.

 

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