Susana Chacón

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EU: un nuevo contrato social

lunes, 3 de junio de 2013
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Estados Unidos cambió. Dejo de ser el país de los padres fundadores, particularmente blancos, anglosajones y protestantes. El país de los WASP con sus 13 colonias, se fundó bajo un contrato social en el que las reglas estaban bien definidas.

Los Papeles del Federalista, sus documentos fundacionales y la misma Constitución fueron la base para la antigua construcción de la sociedad estadounidense.

Con una lógica de ética protestante del trabajo todo quedó establecido: la convivencia, el trabajo, la religión, la dinámica de vida y la propuesta de futuro se regían por normas claras y únicas de comportamiento.

Eran respetadas por todos y eso les llevó a edificarse como la potencia y hegemonía que son.
Durante los últimos 50 años su composición demográfica dejó de ser la de los orígenes.

Sin perder el conformarse como un país de migrantes y con altos niveles de productividad, los grupos minoritarios han desplazado a los blancos. Asiáticos, afroamericanos y latinos de diversas religiones y cultos se convierten cada vez más en mayoría.

Los hispanos son el grupo más grande. Cuentan con 52 millones de habitantes en una población de casi 312. Desplazaron a los afroamericanos desde hace más de cuatro años.

La tendencia actual, según el Pew Hispanic Center, es que para el año de 2050 lleguen a ser 150 millones en los que un 90% serán, como en este momento, de origen mexicano.

En el año 2043 el grupo de los blancos dejará de ser el de mayor peso en política, religión, economía y, por supuesto, en la sociedad.


El mapa estadounidense cuenta con una composición muy distinta que los obliga a construir un nuevo contrato social. Las reglas originales dejaron de funcionar, lo que actualmente ocasiona un innumerable conjunto de problemas que van desde el desempleo y la violencia hasta los conflictos interraciales.

Los hábitos, las costumbres y la dinámica de vida se transformaron para adoptar muchas de las vivencias y tradiciones de los nuevos grupos de pobladores, que son muy ajenas a las de los padres fundadores.


Hoy en las principales ciudades de EU el inglés dejó de ser la lengua única. Lo que se escucha en las calles es cada vez más español.

A diferencia de lo que sucedía de los años 50 hasta finales de los 80, hoy los hispanos ya no tienen que esconder su acento. Ya no requieren de un manejo perfecto del inglés, lo que les facilita mantener su forma de vida y evitar sentir aquel miedo añejo de ser descubiertos como seres no deseables al no hablar inglés y, sobre todo, al ser extranjeros sin recursos.

La fisonomía de las personas dejó de ser la de la güera superficial para convertirse en otra mucho más morena y latina. Así, cuando llegamos a las grandes urbes, incluida su ciudad capital, Washington DC, nos recibe alguien que nos es un familiar.

Un latino familiar.
Llama la atención cómo los hispanos han impuesto un nuevo ordenamiento que, aunque nos es todavía formalmente aceptado, es realmente asumido.

La música, la comida, la forma de relacionarse y los hábitos latinos los encontramos en todos los espacios. Desde los grupos de la élite hasta las clases socioeconómicas más lastimadas.

Sin duda su peso, activismo y nivel de participación crece día con día. Tan sólo para las elecciones próximas, las de medio término, 16 millones de hispanos podrán votar.

Se espera que esta cantidad se doble en los próximos 10 años, llegando a 23 millones de votantes en 2023. Evidentemente esto cambió las reglas del juego.

El latino hará escuchar cada vez más fuerte su voz y sus intereses serán mucho más fácilmente satisfechos.
Al desplazar a otros grupos, en especial al de los afroamericanos, se han convertido en una amenaza para sus aspiraciones.

Les han ganado en todas las áreas. Esto ocasiona constantes ánimos de odio, discriminación y creciente violencia que sin la construcción de un nuevo contrato social, daña en mucho a la sociedad en su totalidad.

Hoy más que nunca urge otro contrato acorde a la nueva realidad y que permita una convivencia con reglas claras de comportamiento. Un contrato que busque reducir los niveles de violencia entre y dentro de los distintos grupos estadounidenses y que facilite el mantener y mejorar su rol hegemónico.


Esta semana, durante la reunión anual de la Asociación de Estudios Latinoamericanos, LASA, sus miembros analizaron en la ciudad de Washington, las diversas aristas que posiblemente permitirán la construcción de este nuevo contrato social.

Habrá que ver si en adelante existe la voluntad política y económica necesaria para llevar a cabo las propuestas planteadas en varios ámbitos: en lo local y federal dentro de EU y, más importante aún, en su relación con América Latina.

 

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