Jorge Zepeda Patterson

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Quién es quién en la reforma de Pemex

lunes, 5 de agosto de 2013
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En política, como en muchos otros aspectos en la vida, lo decisivo es lo que no está a la vista. Tal es el caso de Andrés Manuel López Obrador y la reforma de Pemex.

Una reforma energética de fondo requiere de una mayoría constitucional en las cámaras; es decir: tres cuartas partes de los votos. O sea: el PRI necesita el respaldo de la oposición para sacar adelante la reforma; sus votos no le alcanzan.
De allí que la atención se haya centrado en los proyectos del PAN y del PRD con respecto a Pemex.

El del PAN es una carta abierta para la incorporación del capital privado a la paraestatal, aunque en lo formal no toque el tema de la propiedad. Se parece mucho a lo que desearía el gobierno, aun cuando Enrique Peña Nieto no haya anunciado su proyecto (lo hará la próxima semana).

Desde una perspectiva simplista, el PRI lo tendría fácil: le bastaría proponer un proyecto parecido al del PAN y con la suma de las dos fuerzas políticas tendría el margen para aprobar la reforma constitucional.

Y colorín colorado.
Pero la realidad es más caprichosa y enredada que los cables dentro de un cajón. Una aprobación unilateral por parte del centro y la derecha sobre un tema tan delicado como el patrimonio de los mexicanos sobre el gas y el petróleo podría poner al país al borde del fuego.
Tal “imposición” le ofrecería el premio gordo a López Obrador para encender la indignación de muchos mexicanos al grito de “vende patrias”.

Al margen de ideologías, el nacionalismo sigue siendo uno de los escasos sentimientos que cruzan transversalmente a gruesos segmentos de la población mexicana.

La expropiación petrolera por parte de Lázaro Cárdenas es uno de los hitos de la historia patria. Una generación de mexicanos tras otra lo mamó en los libros de texto y en la narrativa oficial de los actos escolares de nuestra educación primaria.
No importa cuan sofisticados puedan ser los planteamientos del PRI y del PAN, para evitar la enajenación formal del combustible que se encuentra en el subsuelo, el discurso de López Obrador va a borrar cualquier sutileza.

El mitin y la plaza pública no analizan ni la letra chica ni la grande; entre más simplista es la idea que se difunde, más fuerte su impacto.
Dentro del equipo de Peña Nieto se advierten dos posiciones frente a este reto.

Una centrada en la Secretaría de Hacienda, que considera que cualquier riesgo político es preferible a la parálisis que enfrenta Pemex.

Otra, sostenida en Gobernación, que advierte el riesgo de que el tema energético desencadene una crisis política de alcances insospechados.
Esto explica la demora de Enrique Peña Nieto para dar a conocer su propuesta.

Gobernación pide que sea lo menos incandescente posible frente al discurso del nacionalismo incendiario; Hacienda quiere una reforma de fondo, capaz de convertir a Pemex en una empresa sana, fondeada con recursos internacionales.
Para el gobierno sería fundamental que el PRD respaldara su propuesta, de tal modo que la votación en el Congreso fuera el resultado del acuerdo de las tres fuerzas políticas.

Eso le permitiría rechazar la noción de que la reforma fue resultado de una imposición del capital privado y los monopolios.
Esto pone al PRD entre la espada y la pared.

La dirigencia del partido está en manos de Los Chuchos, la corriente más moderada de la izquierda, que no oculta su convicción de que el partido debe colaborar con el gobierno para influir en las reformas.

Y probablemente no estarían en contra de un proyecto de apertura de Pemex modulado o atenuado. El problema para ellos es que cualquier actitud que pueda ser leída como entreguista los deja en calidad de cadáver político frente al radicalismo nacionalista de López Obrador.
Por todo lo anterior, se espera que la propuesta de Peña Nieto se ubique a la izquierda del PAN, por así decirlo, y que contenga guiños favorables al PRD.

En algún momento este partido tendrá que jugarse el todo o nada, porque no habrá posiciones intermedias. Uno de los atenuantes que buscará el PRD, a cambio de su voto, es exigir una reforma fiscal más severa para con el gran capital.

Eso le permitiría lucir un trofeo de conciliación frente a su electorado.
No hay duda de que López Obrador será el protagonista de lo que se avecina.

Buscará hacer de esta coyuntura el relanzamiento de Morena y convertirse en el gran líder social que reivindique “el patrimonio de los mexicanos para los mexicanos”.

El desenlace es de pronóstico reservado.

@jorgezepedap
www.jorgezepeda.net
Economista y sociólogo

 

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