Platicando con Martha Sáenz

Martha Sáenz

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Madres que abusan de sus hijos

martes, 27 de agosto de 2013
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En mi trabajo cada vez es más frecuente escuchar las quejas de maltrato físico y emocional que sufren los menores y adolescentes dentro del núcleo familiar y del que son víctimas por sus propias madres.

Lo esperado es que ellas los protejan vigilando su integridad física y emocional, los orienten dentro de esta sociedad y que desempeñen el rol como formadoras protectoras de hijos sanos, adaptados a funcionar dentro de un medio agresivo y muchas veces violento fuera de casa, pero integrados dentro de la sociedad.

No ha bastado con concientizar a la mujer sobre este problema. Se han endurecido los castigos, y las leyes han cambiado sin reportarse bajas importantes en las estadísticas.

Por el contrario, éstas van cada día en aumento, ante lo cual no se encuentra explicación o acción que justifique dicho comportamiento agresivo y destructivo, pero el lado que permanecía oculto y que nos cuesta mucho trabajo ver, es que la violencia no sólo se ejerce de los hombres hacia las mujeres y los desprotegidos, sino que ha salido a la luz el lado oscuro de las mujeres: la violencia ejercida hacia sus hijos o menores de edad.

Este fenómeno no es nuevo, pero lo que sí es de llamar la atención es que se esté incrementando sin que nadie pueda hacer nada, y lo que es más terrible, sin que nadie lo aborde abiertamente.

Lo debemos sacar a la luz, enfrentarlo y ponerle un alto. Antes, en nombre de la disciplina, a los menores se les castigaba y golpeaba brutalmente sin que nadie se asombrara y ni comentara que eso era una agresión directa hacia ellos, además de una disminución en su seguridad personal y autoestima.

Con el paso de los años, con estudios más profundos y avanzados, se ha llegado a poner un nombre preciso a cada tipo de violencia, y se han tipificado sus consecuencias.

Violencia o abuso físico, sexual, emocional y económico son los nombres que se aplican a lo que ahora sucede, y que por desgracia nos estamos acostumbrando a ver como un fenómeno natural dentro de nuestra sociedad.

Mamás fuera de control. ¿Qué nos pasa? ¿Por qué no hablamos, intervenimos y lo callamos? ¿Saben que al hacerlo nos convertimos en cómplices pasivos? Somos cómplices de la destrucción de la salud, dignidad, integridad y autoestima de un menor.

El problema se encuentra fuera de control; esto es porque no se ha podido dar una opción a la mujer, y sobre todo, un entrenamiento de qué hacer ante su frustración o ante las desventajas y problemática que día a día tiene que enfrentar.

Aquí se inicia el maltrato como una forma de desquite ante el dolor o frustración, que ella misma enfrenta y ante los que no encuentra salida.

Lo más grave de todo es que no se atreve a hablar de ello o pedir ayuda.

Ente las excusas que usan las mujeres para justificar su agresión hacia los menores están las siguientes:

*Que los niños son muy traviesos y necesitan medidas fuertes para corregirlos.

*Que sólo con golpes aprenden.

*Que se les pega “por su propio bien”.

*Que ellos con su comportamiento piden a gritos los golpes.

Esto es en cuanto a la violencia física, pero ¿qué pasa con la violencia emocional? Aquí se encuentra la herramienta más poderosa de las madres que manipulan, culpan, devalúan, chantajean y agreden sin control a sus propios hijos sin que nadie opine o intervenga a favor o en defensa de ellos, incluso ni su propio padre.

Ante esto, los niños se sienten merecedores de golpes, ya que idealizan el rol de la madre y suponen que ella está en lo correcto, asumiendo toda la culpa, y cargándola por el resto de sus vidas.

Se les amenaza con el abandono, se les obliga a callar, se les miente y si ellos lo cuestionan, se les reprime o castiga aún más fuerte. ¿Estaremos conscientes del tipo de menores que estamos formando? ¿Estaremos visualizando y pensando en qué tipo de adultos se van a convertir? Estoy segura que no.

Alarmarnos ante la sociedad que tenemos, acusar a los adolescentes y adultos que ejecutan hechos delictivos no nos convierte en mejores mujeres formadoras de hijos con valores y actitudes sanas hacia la sociedad.

Suena trillado decir que la violencia genera violencia, y por más que busquemos responsables de lo que nos sucede como sociedad, lo primero que debemos hacer es voltear a nuestra propia casa y ver qué es lo que está sucediendo dentro de ella.

Enfrentar problemas con la pareja como los económicos, frustraciones en cuanto a la realización personal, presiones sociales o familiares no son excusas que suavicen o justifiquen el daño hacia los menores, y mucho menos la destrucción física y emocional de los mismos.

Ser madres no nos adjudica un título especial, ni nos autoriza a ejercer el poder y la autoridad que como adultas tenemos sobre nuestros propios hijos o menores.

¿Por qué las mujeres no enfrentamos nuestras propias frustraciones?, ¿Por qué desquitarse con el más débil, en vez de tomar una acción correctiva hacia la problemática que se está viviendo? ¿Existirá alguna excusa lo suficientemente grande para justificar dicho comportamiento?

La solución está en las manos de cada mujer, se necesita utilizar todo ese coraje y rabia en un sentido de autoconciencia para sanar la problemática que se está viviendo.

Enfrentar y aceptar con humildad este grave problema, reconocer que se está viviendo una crisis y que se necesita ayuda sería el primer paso para cambiar la destrucción de la familia, y sobre todo, de los pequeños inocentes víctimas de los impulsos violentos e incontrolables de las mujeres.

Si hay algo en este artículo que no te hace sentir bien o te incomoda como mujer o madre, y a ti como padre te hace pensar que algo está pasando en casa, probablemente necesites investigar qué es y buscar ayuda.

El valor de ejercer el rol de madre está en formar e intervenir para tener hijos sanos, no sólo en aparentar tenerlos. Debe buscar ayuda si:

Estás deprimida, enojada y angustiada la mayor parte del día.

Te cuesta tolerar el comportamiento de tus hijos.

Te molesta satisfacer las necesidades diarias de tus hijos.

Has empezado a maltratarlos, gritarles o dañarlos.

Piensas que fue un error tener a tus hijos.

Has deseado abandonarlos, o que desaparezcan de tu vida.

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