Condominio Horizontal

Por Priapo

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Normalidad

jueves, 17 de abril de 2014
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EL UNIVERSAL

Si se hiciera una encuesta en el Condominio Horizontal, Dana y Omar serían nombrados, sin duda, como los más famosos de entre sus habitantes.

Desde que alcanzaron la mayoría de edad, los jóvenes novios se propusieron un reto que sonaba imposible: Hacer el amor en todas y cada una de las doscientas casas del Condominio.

Pese a la dificultad de su prueba, han avanzado a pasos agigantados.
Es cierto, muchas de las folladas no han pasado de ser un mero rapidín aunque otras, mejor pensadas, les han permitido experimentar un montón de vivencias.

Esta complicidad, sin embargo, no les ha ahorrado disgustos ni discusiones. Justo están en medio de una de ellas.
—Te digo que no me late hacerlo ahí— vuelve a soltar Dana con los brazos cruzados, dando por terminada la discusión.


Cuando dijo “ahí” se refería a bajo la carpa del circo que se instaló en el Parque del Pasamano. A Omar no le interesa ser parte de las competencias sexuales.

Si apenas pusieron atención a la extraña prueba de fuerza entre Tronancio Musculoso y la Shakis. El primero consiguió un contacto sexual con una mujer mientras satisfacía a otras dos sostenidas en las alturas.

La segunda, en cambio, se montó sobre un hombre al tiempo que otro la tocaba por detrás, masturbaba a otros dos con las manos y le hacía una felación al quinto.

El argumento de Tronancio estaba relacionado con que cualquier mujer podía hacer eso. De inmediato se formaron grupos de una mujer con cinco hombres para intentarlo, pero no era cosa fácil.

Se necesitaba concentración. Muchos grupos se cayeron antes de conseguirlo, pero eso no les impidió seguir intentándolo. A fin de cuentas, ésa parecía ser la razón de ser del circo: encontrar los actos sexuales más extremos.

Y también era ésa la base de la negativa de Dana.
—Yo no quiero exhibirme delante de todos ellos.
No lo decía por pudor ni timidez.

Ya varias veces habían descubierto a la pareja en medio del acto sexual. Tampoco temía mostrar su cuerpo que prodigaba unas nalgas tan hermosas que sólo podían competir contra sus tetas turgentes.

Nada más no se le daba la gana.
—Pero Dana, es una oportunidad única —reviró Omar.
Y tenía razón. Si querían cumplir con su propósito de follar en cada una de las casas del Condominio, la carpa del circo debía contar como una de ellas.


—Es más—, continúa Omar —vámonos pa’ lo oscurito. Todos están viendo la competencia. Vamos a donde no haya nadie”.


Dana acepta con remilgos, pero pronto entran a la carpa por atrás. Pasan al lado de las jaulas de los animales. Aunque resulta un buen lugar, les da un poco de miedo tener relaciones al lado de los leones y los tigres.

Así que siguen hasta encontrarse en medio de un montón de vestidos y disfraces.
—Aquí está bien—, suelta Dana de golpe.


De nuevo está excitada ante la perspectiva de estar haciendo algo prohibido. Omar sonríe cuando ella se le abraza. Pronto se están besando apasionadamente.


Omar desabrocha la blusa de Dana, se entretiene un rato con el brasier y luego se ocupa de los botones de la minifalda de mezclilla. Luego deja que Dana le quite la ropa.

Le baja los pantalones y le da un breve besito. Es apenas un rozón en la puntita, pero basta para enloquecerlo.
Dana considera, por un instante, ponerse una peluca de payaso o una nariz roja pero, cuando ella se da la vuelta para buscar las prendas, Omar la toma por atrás, inclinándola.


Dana gime cuando siente cómo el miembro de Omar se abre camino en su interior. Se inclina más hacia adelante para que la penetración sea más profunda.

Las embestidas de su novio son tan fuertes que pronto requiere apoyarse en algo. Ese algo es uno de los mástiles que sostienen la carpa.
Cambian de posición varias veces.

No las describimos porque apenas tienen algún punto de comparación con lo que sucede del otro lado del cortinaje. Las posiciones de Dana y Omar son normales.

Maravillosas, pero normales. Pasan del perrito al chivito en precipicio. Hacen un 69 glorioso y luego la flor de loto.
Están tan excitados que no se dan cuenta que, en un cambio de posición, parte de la carpa se cae, dejándolos a la vista de todos.

Por una de esas extrañas razones que nadie comprende, todos los que buscaban convencer a la concurrencia de ser quienes llevaban a cabo los prodigios sexuales más insólitos se les quedan mirando.

Y cómo no hacerlo, si son dos jóvenes haciendo el amor de cucharita. Y es que, en términos sexuales, a veces la normalidad también tiene lo suyo. Si no, pregunten a Dana y Omar que, justo ahora, llegan los dos juntos al orgasmo.


EL UNIVERSAL

 

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