Jaime Elio Quintero García

Déjeme y le Platico de un Libro

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La Constitución

domingo, 20 de abril de 2014
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Hace poco tuve la fortuna de toparme en una librería de la ciudad de México, con una publicación de la editorial Tomo, cuya primera impresión data del reciente año 2009.

El texto contiene un par de conferencias magistrales dictadas por Ferdinand Lasalle en abril y noviembre de 1862, respecto a dos cuestionamientos: ¿Qué es una Constitución? y ¿cuál es la esencia de una Constitución?
Las motivaciones de Lasalle para realizar estos trabajos, surgieron a raíz de la promesa que el rey Friedrich Wilhelm III de Prusia hiciera a su pueblo, de otorgar a su reino una constitución, a fin de que éste transitara de una monarquía absolutista a una constitucional, como pago a los sacrificios que representó la lucha y posterior victoria sobre las tropas de Napoleón.
El contexto histórico en que se dan las conferencias de Ferdinand Lasalle —lo señala el editor en justo mérito al conceptualista del constitucionalismo del siglo XIX—, era el creciente y permanente reclamo del pueblo alemán que obligaba a los monarcas de la época a buscar instrumentos y herramientas que permitieran adecuar los requerimientos de la vida política de las naciones europeas a las urgencias sociales y económicas presentes y futuras.
De tal modo que los esfuerzos de Lasalle, contenidos en este texto, están encaminados a develar la esencia y partes que una Constitución debe incluir para que efectivamente sea un instrumento de unión y consenso que conduzca a una sociedad organizada en lo social, lo político y lo económico a su destino final.

Cabe entonces, amigo lector, repasar a manera de antecedente, los méritos de este abogado y socialista alemán cuya vida abarcó los años de 1825 a 1864, de origen judío formado en la vida académica de Berlín.
Contemporáneo y asociado ideológico, en un principio de Heine, Proudhon, Marx y Engels, de quienes se distancia (Marx y Engels) debido a que Lasalle, un nacionalista practicante, consideraba que se debía dar una alianza entre la autocracia y el proletariado en contra de la burguesía.

En tanto que Marx pensaba que la alianza obligada era entre la burguesía y el proletariado en contra de la autocracia. Por otra parte, Lasalle era un fanático del sufragio directo y universal, en contrapunto al pensamiento político de Marx.
Sin duda, amigo lector, que el texto de Lasalle que hoy le comento precisa los factores reales de poder, mismos que hacen realidad práctica el valor y contenido de una Constitución.

Por tanto, el comentario que deseo trasmitirle, requiere de mayor espacio, ya que se trata de un documento valioso de la ciencia política que en mucho ayuda, al ciudadano común a definir conceptualmente los contenidos básicos de una constitución, los que tienen que ver con la organización y acciones ejecutivas del poder y los derechos civiles y ciudadanos, razón por la que, si usted me lo permite, lo seguiremos abordando en las próximas dos colaboraciones, a fin de contribuir de mejor manera a la formación de ciudadanía y democracia práctica.

GRACIAS POR SU TIEMPO.
¿Sabía usted?
Mr.

Kuinkelly

Que en todas las religiones politeístas ha habido un Dios de la lluvia, para la cultura teotihuacana era Tláloc, del náhuatl tlaloctli (“néctar de la tierra”), que simboliza también el agua y la agricultura.

Es una de las deidades más importantes y la más antigua de la civilización mesoamericana. Su monolito fue descubierto a finales del Siglo XIX, en la localidad de San Miguel de Coatlinchán, del municipio de Texcoco en el Estado de México.
La escultura tallada en una sola pieza, se encontró empotrado a la piedra madre, con lo que hizo entender que estaba inclusa, constituye una máscara en la que dos serpientes enroscadas forman los círculos de los ojos, cuyas fauces encontradas forman la boca de Tláloc, también porta un tocado y plumas de quetzal y de garza como orejas.
Hace cincuenta años, el 16 de abril de 1964, se decidió trasladarlo al Museo Nacional de Antropología, que entonces se construía, en el bosque de Chapultepec en la ciudad de México, para que representara el emblema de la inauguración de ese nuevo espacio cultural.

La distancia del trayecto fue de 50 kilómetros, y partió a las 3 am de su origen, arribando por la noche a su destino final.
La escultura mide siete metros de altura y pesa 167 toneladas, por lo que su traslado constituyó una tarea titánica.

Dos tráilers jalaron la enorme plataforma, con una tracción de 860 caballos de motor y viguetas de acero donde se colocó el majestuoso monolito atado con cables de acero.

El peso total llegó casi a las 200 toneladas, por lo que avanzaron a paso lento. De esta hazaña quedó plasmado en el recuerdo como dato curioso y emotivo, que cuando el traslado hacía su recorrido por el Paseo de la Reforma, cayó un diluvio que sorprendió a todos.

¡Si no lo sabía usted, créalo porque es cierto!

 

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