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Álvaro Neil, un payaso que reparte sonrisas en el mundo a punta de pedal

Fotografía fechada el 9 de junio de 2014 que muestra al español Álvaro Neil (d), conocido como Biciclown, mientras comparte con niños de escasos recursos en el Hogar de Paz, en Quito (Ecuador). EFE
El español Álvaro Neil nació payaso y un buen día le dio por montarse en la bici e irse por el mundo a repartir sonrisas.
miércoles, 11 de junio de 2014
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Quito, 11 jun (EFE).- El español Álvaro Neil nació payaso y un buen día le dio por montarse en la bici e irse por el mundo a repartir sonrisas, sobre todo en esos lugares donde la pobreza arranca lágrimas y apaga las carcajadas.


Hace diez años empezó a pedalear sin cesar y dejó atrás su natal Oviedo (Asturias, norte de España) y la notaría en Madrid donde se desempeñaba como oficial y ejercía una de sus profesiones, la de abogado.


Ahora está en la capital de Ecuador, donde suma ya 134.574 kilómetros recorridos por 77 países en 3.491 días, aunque las estadísticas no incluyen las millones de sonrisas que ha dibujado en los niños y adultos que han asistido a sus espectáculos gratuitos.


En Quito, Álvaro Neil, que prefiere que le llamen Biciclown, fue a un centro de asistencia a personas de escasos recursos, ubicado en un populoso barrio del centro-oeste de la ciudad, para presentar una obra en la que combinó su faceta de payaso con la magia, los malabares y la acrobacia.


Los infantes fueron cómplices activos de su "show" en "El hogar de paz", que rige el Patronato Municipal de Quito y cuya presidenta es María Fernanda Pacheco, esposa del alcalde Mauricio Rodas.


Con ella conversó un par de minutos, mientras los curiosos observaban al "clown", sin maquillaje ni el traje estrambótico que lleva en la obra.

Algunos le pidieron autógrafos a él, que también domina el arte de la ironía y el sarcasmo.
"Yo soy payaso de nacimiento. Uno nace ladrón, otro nace presidente... Yo nací payaso", repitió Neil, de 47 años, que estudió para payaso y abogado, aunque la jurisprudencia la dejó en España.


Es ese "clown" que vive en su interior el que "lleva sonrisas por el mundo sin cobrar dinero", porque es la gente la que le "regala muchas cosas", lo que equilibra la balanza, asegura sin titubear.


En Ecuador ya estuvo en 2002 y recuerda que las carreteras eran malas y no se observaban ciclistas en ellas. El país "ha cambiado", pues ahora las vías están mejor, y ya hay personas en sus bicis recorriéndolas, añadió Biciclown.


Luego de Ecuador, el pedaleo le llevará al sur, a Perú, y después a Chile, Bolivia y Argentina, pero se niega ir por ahora a Brasil, dominada en esta temporada por el Mundial de Fútbol.


"No me interesa el fútbol", asegura enfático y bromea al proponer un acertijo sobre "la diferencia entre un ciclista y un futbolista".
"Cuando al ciclista le duele una pierna, tiene que correr; cuando a un futbolista le duele la pierna... No, tranquilo, (Leo) Messi, descansa, que hoy juega Dani Gómez", reclama al apostillar que el ciclista hace, según él, un trabajo más duro por el que "gana menos" que un jugador de balompié.


Además, "el futbolista sólo ve un trozo de césped, y el ciclista ve el paisaje que recorre", afirmó Neil, que casi siempre viaja sólo, aunque frecuentemente se le unen en la marcha otros ciclistas.


"Tengo muchos amigos" y "vivo al día, no me importa el futuro", agregó el asturiano, que mide su presupuesto en algo más de unos 200 dólares al mes sacados de sus ahorros, de patrocinadores y de los textos y obras audiovisuales que elabora en el recorrido.


Además, en la travesía siempre recibe la solidaridad y el cariño de la gente, sobre todo de aquella que logra ver su espectáculo, como el de Quito, el número 64 que ha hecho desde que empezó la aventura.


Su proyecto ha llevado sonrisas a más de 18.000 personas por el mundo, y en Quito la risa de decenas de pequeños es la que le mueve a seguir con la tarea de pedalear con alegría.


En su portal de internet, Álvaro Neil resume lo que espera de la vida: "Quiero que la muerte me pille con la cartera vacía y el corazón lleno de paisajes y sonrisas.

Ni tengo pensión de jubilación ni me preocupa que la hayan retrasado hasta los 67 años. Alguien dijo que no se vuela porque se tengan alas sino que las alas crecen porque se ha volado".
"Yo añadiría que hay que volar sin importar si tienes alas", concluyó.

 

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