Rogelio Rodríguez Mendoza

Confidencial

Operativo contra “viejitos”

Operativo contra “viejitos”

Minutos antes de la media noche del viernes reciente, en el crucero de las calles Democracia y 22 de Ciudad Victoria, un grupo de agentes de Tránsito , apoyados por militares, detenían al azar a los automovilistas.

El propósito era detectar conductores alcoholizados.
En los carriles laterales hacían fila al menos diez vehículos a cuyos propietarios les aplicaban una infracción.

Curiosamente sólo figuraban unidades de modelos “viejitos”. No había ningún vehículo de esos ostentosos.
Intrigado por el accionar policial decido detenerme unos minutos para atestiguar el operativo.

Observo la forma en que se conducen los oficiales y soldados.
Lo primero que salta a la vista es que el operativo no es parejo. Por cada diez vehículos de aspecto modesto o de modelo atrasado, solo interceptan uno o dos de los llamados de lujo.
El hecho no pasa desapercibido para quienes estaban siendo infraccionados.
“No es justo, ahorita paso un ca…en una camioneta Lobo negra, y aunque llevaba la cerveza en la mano el Tránsito solo lo saludo y lo dejó ir” expresó molesto e impotente, un joven a quien acababan de multar porque le encontraron una hielera con cerveza en su bocho.
Cuando le reclamó ese trato disparejo al oficial de vialidad, la respuesta fue una amenaza: “guarda silencio ca…porque si no te va a ir peor”.
Intrigado por ese trato selectivo en el operativo, le pregunté a un agente la razón.

Su rostro se tensó y estuvo a punto de soltar un “que te importa”, pero cuando se dio cuenta de que el interlocutor era un reportero, decidió negar lo innegable.
“Para nada hay selectividad.

El operativo es parejo. Si usted trae aliento alcohólico se le decomisa el vehículo y se le levanta una infracción. E incluso, si su ebriedad es muy severa lo tendremos que detener.

Eso dice el reglamento” argumenta.
Pero los hechos dicen otra cosa. La fila de conductores que esperan turno para la infracción crece conforme pasa la noche.

Sin embargo, entre los vehículos no se ve ninguno ostentoso. Acaso habrá por ahí un Jetta del año.
Ese es el gran problema de nuestro país: que la aplicación de la ley es selectiva.

No es pareja.
Quienes tienen la responsabilidad de hacer vale la normatividad legal hacen uso de una discrecionalidad ofensiva. A los amigos, y a quienes parecen influyentes, les abren paso.

Les perdonan todo. A veces hasta les rinden pleitesía.
En cambio, al obrero, al albañil, al comerciante y a todo aquel que no tiene finta de funcionario o potentado económico, le aplican la ley a rajatabla.
Con ello generan, por supuesto, indignación social y, desde luego, impunidad.
Quizás para muchos esa situación le parezca una nimiedad, algo intrascendente que a nadie daña.

Pero no. La verdad es que en esos pequeños detalles está gran parte del origen de la enorme delincuencia que enfrenta el país.
Necesitamos como sociedad impulsar una cultura de la legalidad.

Urge educar a nuestros hijos y a nosotros mismos en el respeto a la ley . Es la mejor vía para frenar la delincuencia.
Pero también necesitamos, como ciudadanos, exigirle al Gobierno que cumpla con su obligación.

Que no se olvide que la principal característica de la ley es su generalidad, lo que hace intolerable que solo se les aplique a unos cuantos.
ASI ANDAN LAS COSAS.
roger_rogelio@hotmail.com