En la opinión

Pbro Miqueas Cantú Garza

Una conciencia despierta

Mi gran gozo es estar en armonía con las letras para una reflexión preocupante; en nuestros días mueren más jóvenes y adolescentes que personas de avanzada edad.
La gran parábola del hijo pródigo, brinda una imagen universal a través de los siglos; nos señala una exigencia, una esperanza, y una existencia fatal que motiva despertar la conciencia de nuestros hijos; para que no hagan decisiones equivocadas, que se tornan en lamentación y tragedia.

Es menester formar a los hijos e hijas en optimistas; dueños de sí mismos, como lo expresara Jorge Mejía Prieto en su libro “los pensamientos de excelencia”:
Hay que ser optimista pero realista
Optimista pero sensato,
Optimista pero laboriosa,
Optimista perseverante.
Como también lo expresó Jorge Mejía: La decisión comienza en la cabeza, se alimenta en el corazón y se defiende con el alma.

Una conciencia despierta evita desilusiones, libra de esclavitud, momentos de tragedia y miseria. Una conciencia despierta ayuda a valorar el pasado, advierte un presente con memoria y un futuro donde siempre, una familia nos protege.

Al definir el término “conciencia” se entiende por: un juicio de lo que tengo o no tengo que hacer aquí y ahora. El hombre o la mujer tiende hacer el bien espontáneamente evitando el mal.

Una definición muy corta de conciencia: “Es una ciencia con un mismo o se hace un juicio con uno mismo”.
El poeta dramaturgo inglés John Gay expresa: sin lugar a dudas es importante desarrollar la mente de los hijos; no obstante, el regalo más valioso que se le puede dar es, desarrollar la conciencia.
La inversión que los padres realizan en el bebe o los niños de poca edad está relacionado con el auto estima; sin embargo, más allá de las posibilidades económicas es necesario invertir en una conciencia sana.

John Davison da un consejo de gran valor: a menos que creas en ti mismo, nadie lo hará. Este es el consejo que conduce al éxito. Recuerda al querido Bruto de Shakespeare Julio Cesar “La culpa no está en nuestras estrellas, si no en nosotros mismos”.
Esa es la necesidad brillante de tener una conciencia despierta en Dios.