Rogelio Rodríguez Mendoza

Confidencial

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viernes, 29 de agosto de 2014
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Le contaba antier aquí de la suerte de “Goyito”, un ex agente de Tránsito que dedicó casi dos décadas de su vida a servir a la ciudadanía ordenando la vialidad en Ciudad Victoria.

Tras ser dado de baja, hace casi cinco años, no ha podido encontrar empleo, y las enfermedades lo agobian y lo limitan haciendo más crítico su desamparo.
Pues bien, desde el miércoles pasado decenas de elementos de la Policía Ministerial del Estado comenzaron a recibir la noticia, en forma individual, de que quedaron fuera de la corporación al no haber aprobado los exámenes de evaluación y control de confianza, a que se sometieron durante casi dos meses en el campo de adiestramiento militar de “El Salto” en Durango.
Aunque oficialmente no se sabe con precisión el número de reprobados y en consecuencia bajas obligadas, se asegura que suman más de 200.

Es decir, se trata de casi dos centenares de historias muy parecidas a la de “Goyito”, mi amigo el ex agente vial.
Ya se puede imaginar usted el sentimiento entre los policías despedidos.

El temor, el desánimo, el enojo, eran sentimientos que también alcanzaba inevitablemente a sus familias. No es fácil para nadie quedarse sin empleo de la noche a la mañana, y más cuando muchos de ellos dedicaron la mayor parte de su vida a la tarea policial.

No saben hacer otra cosa que ser policías.
Conozco a un buen número de ellos. Ya eran policías hace 30 años cuando yo iniciaba en el periodismo reporteando nota roja.

Son personas que se iniciaron empíricamente pero que al paso de los años se fueron capacitando y profesionalizando.
Esa preparación de poco les valió porque hoy, lamentablemente, el tiempo les alcanzó y les cobró la factura: Su edad y los achaques propios del envejecimiento son el principal impedimento para continuar en la corporación policial.
Y está bien.

Como le decía antier con la historia de “Goyito”, es entendible que los dejen fuera de la Policía porque un gran número de ellos ya no son aptos para esa responsabilidad.
Lo que no es entendible es esa ingratitud gubernamental para quienes dejaron los mejores años de su vida en una de las actividades laborales más peligrosas.
¿Cuánto le costaría al Gobierno crear un programa de empleo para esos cientos de ex policías? No lo sé, pero cualquiera que sea el costo sin duda estaría bien invertido.

Lo menos que podría hacer la autoridad por esas ex policías es garantizarles una oportunidad de empleo.
De paso, el Gobierno se aseguraría de que muchos de esos elementos no caigan en la tentación o el camino fácil de rentarle a la delincuencia su experiencia y conocimiento del ámbito policial.
Porque ese es un riesgo potencial: frente al desempleo, muchos de los policías podrían optar por pasarse al lado enemigo.
¿O no?
ASI ANDAN LAS COSAS.
roger_rogelio@hotmail.com

 

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