Melitón Guevara Castillo

Desde esta Esquina

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Retando a la muerte

sábado, 13 de septiembre de 2014
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El jueves fui testigo del último adiós a Yuleth Smer. Una señora a quien conoce a principios de los años setenta, cuando yo estudiaba la preparatoria.

En más de una ocasión estuve en su casa, escuché su voz; fue testigo del amor que le profesaba a su esposo Oscar Almaraz y a cada uno de sus hijos.

Fue víctima de quien, en estado de embriaguez, no vacila en retar a la muerte. Uno de tantos que suceden en Victoria, la capital.
Todavía tengo en mi mente el recuerdo de un excelente amigo, que también conocí por aquellas épocas, de Ricardo Narváez López.

También víctima de un joven que, también retando a la muerte, se pasa uno y otro alto, hasta que se topa con el vehículo que conducía Ricardo.

La muerte, se informó, fue instantánea; en el caso de Yuleth, el accidente se registró el pasado 24 de agosto, es decir, luchó por su vida.
Oscar escribió el día de hoy en su muro del Facebook: “Agradezco a todas y todos sus muestras de solidaridad y sus palabras de consuelo.

En momentos como este, reconforta su amistad, su aliento. La familia está triste por la partida de nuestra madre, pero al final del día como dice Mahatma Gandhi en todo, no hay ni vida ni muerte para sí, todo es un preludio a otra vida.

Infinitas gracias a todos”.
Día con día nos enteramos por los medios de comunicación de accidentes o hechos en los cuales alguien pierde la vida.

Unos, la han perdido hasta por ir contestando el celular o porque se les cae algo y piensan que, agachándose rápido, pueden recogerlo. Y nada: sucede lo que se pudo evitar con prudencia y mesura.

Y uno se consuela, cuando es creyente, con la fe puesta en Dios, que fue un llamado a una vida mejor. Sin embargo, es de lamentar que sucedan estas cosas.
¿Por qué el ser humano actúa de manera irracional? ¿Por qué retan a la muerte? Da la impresión que el ser humano es más irracional que racional: le repiten que no tome, y que si toma, pues que no maneje.

El hecho real, que se constata, con los reportes de transito, es que muchos accidentes son ocasionados por la impericia al conducir consecuencia de ingerir bebidas alcohólicas.

La pregunta del millón: ¿Cómo evitarlo?
Se ha intentado con los Operativos Antialcohol y, desde luego, con multas cada vez más altas.

Sin embargo, se ha detectado que con tal burlar el operativo los jóvenes “alertan” la red social. Está claro: jóvenes ni adultos, hombres o mujeres, en su afán de seguir en la juerga no les importa burlar la ley y, lo más lamentable, es que a veces, termina en situación lamentable, con un accidente y con la pérdida de una o más vidas.
El remedio es de cultura y de la corrupción.

Si alguien va a los Estados Unidos, solo con cruzar el puente, cambia su actitud en relación con las reglas de tráfico vial: se ponen el cinturón de seguridad y, obvio, cumplen con los límites de velocidad permitido y ni se les antoja ingerir bebidas.

De regreso, todo cambia. El meollo del asunto, del lugar, es la aplicación de la ley, hay o no corrupción.
No es justo, es lo primero que uno piensa y a veces lo decimos: que quien comete la infracción, que va a exceso de velocidad, que va en estado de embriaguez, no sufra el menor castigo físico, no le pasa nada.

Queda únicamente la justicia de la tierra; y al final, la de Dios: en el caso de Yuleth quien ocasiono el accidente, su situación jurídica ya cambio: en un principio la acusación era de lesiones, ahora ya es “homicidio”, con el agravante de que andaba en estado de embriaguez.
¿A quién culpar de ese tipo de hechos? A la autoridad porque ha sido incapaz de hacer cumplir la ley; pero también, especialmente, a la sociedad y en especial a los padres, a la familia, de quienes son los culpables: porque no les han enseñado el valor de la vida, que es necesario cuidarla y no ponerla en peligro, que a la muerte no se le puede retar: difícil vencerla.


CONTACTO.

Correo: meliton@prodigy.net.mx

Web: http://meligue.blogspot.mx/

 

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