Rogelio Rodríguez Mendoza

Confidencial

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La paciencia se agota

martes, 21 de octubre de 2014
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Una gran parte de los mexicanos estamos asustados por la cantidad de fosas clandestinas con cuerpos humanos, halladas durante los últimos días en el Estado de Guerrero.
Escuchar las noticias describiendo las condiciones en que estaban muchos de los cadáveres, mutilados, sin ojos, o quemados, signos inequívocos de que las víctimas fueron brutalmente torturadas antes de ser asesinadas, nos aterroriza.
Es justificado el espanto social ante la barbarie de la delincuencia.

No podría ser de otra manera frente a semejante forma de asesinar a un ser humano.
Sin embargo, la maldad que las fosas de Guerrero nos ha enseñado no se acerca ni por poquito a la cruda realidad.

Basta preguntarnos en donde quedaron las miles de personas que han desaparecido a lo largo y ancho del país durante los últimos años, para entender que el terror es mucho mayor a lo que hemos visto.
Los gobiernos se han cuidado de no precisar cifras, seguramente para no avivar el miedo ciudadano, pero voces oficiales estiman que tan solo del 2006 al 2012, durante el sexenio panista de Felipe Calderón Hinojosa, la “guerra” contra el narcotráfico dejó al menos 60 mil muertos .
Desde luego que las organizaciones de la sociedad civil, las que están desvinculadas del Gobierno, sostienen que el número de víctimas rebasa las 150 mil.
Pero, cualquiera que sea la cifra de muertos, hay una realidad innegable: el número de desaparecidos es bastante mayor.

Y es ahí donde el temor estremece ante las inevitables preguntas de: ¿Dónde están? ¿Qué les hicieron?
Por eso le decía al inicio: se entiende que nos asustemos y nos indignemos por lo que sucede en Guerrero.

Es válido que los Gobiernos federal y el de aquel Estado anden vueltos locos en busca de los 47 estudiantes normalistas desaparecidos, presuntamente a manos del crimen organizado, pero frente a ello cabe dejar claro que el miedo rebasa las fronteras guerrerenses.
El miedo por las fosas de Guerrero es nada para lo que sucede en el resto del país.
Por esa razón, el Gobierno de Enrique Peña Nieto debe entender que, igual que en Guerrero, la paciencia ciudadana se está agotando ante la espera prolongada de un fin a la violencia delincuencial.
Hay que entender, lamentablemente, aunque no haya evidencia material de ello, que los miles de desaparecidos ya no regresarán a sus hogares porque a estas alturas ya fueron privados de sus vida, y por lo tanto el Gobierno ya nada puede hacer al respecto.
Pero lo que si puede hacer el Gobierno peñista es generar las condiciones para que ya no haya más desapariciones y, desde luego, ya no ocurran más asesinatos.
Los mexicanos ya no queremos más miedo, más angustia, más incertidumbre.

Lo único que queremos es tranquilidad y paz.
ASI ANDAN LAS COSAS.
roger_rogelio@hotmail.com

 

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