Melitón Guevara Castillo

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Reclamos al poder

sábado, 22 de noviembre de 2014
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Han pasado muchos años, muchas generaciones, desde que aconteció la revolución mexicana (1910) y ya, prácticamente, es solo un referente histórico; ya no es, como en otras épocas, un icono del ejercicio del poder.

Tan simple como que en México, en el DF, ya no hubo desfile y en el caso de la capital tamaulipeca sucedió lo inesperado: un grupo de jóvenes estudiantes, de un cebetis, aprovecharon para manifestar su apoyo a los normalistas desaparecidos.

Nació la revolución porque se dieron las condiciones objetivas y subjetivas, como diría Carlos Marx, para que la población hiciera reclamos al poder: la pobreza extrema y la falta de democracia, sin la menor duda, fueron los detonantes.

Se termino con la dictadura de Porfirio Díaz y luego la revolución se hizo gobierno: al menos, todo lo que se hacía, decían que era consecuencia de la revolución de 1910.

De ahí, por ejemplo, los festejos del 20 de noviembre, para ensalzar la figura de los revolucionarios.

La revolución ya no existe ni como el icono del poder.

La razón es muy simple: ya no sirve para justificar las acciones gubernamentales, porque a más de 100 años, muchos de sus postulados no se cumplieron; e incluso, la pobreza aun persiste, la democracia da síntomas de presencia pero sin la consistencia y la madurez pertinente en un país con cierto desarrollo político.

Los reclamos, los paros, los mítines, las protestas, que tienen en jaqué al gobierno de Enrique Peña Nieto.

Todo tiene un punto de arranque: la corrupción.

Un mal que ha sido imposible erradicar en México. A partir de ahí es como se puede explicar, por ejemplo, el crecimiento y fortalecimiento, de los grupos de la delincuencia organizada y llega a tal grado que la simbiosis entre poder político con ellos son la coyuntura para los sucesos de Iguala, Guerrero, que han derivado en las múltiples protestas que ya crecieron en el mundo y que, sin más, están en Victoria.

Nadie duda, por ejemplo, que Egidio Torre Cantú haga su trabajo y que sea bien intencionado.

Solo que hay hechos, nacionales y locales, que generan una opinión pública y un comportamiento social que va directo a reclamar al poder el ejercicio gubernativo: los rezagos sociales son una realidad; la corrupción es una realidad; la ausencia de señales democráticas también.

No hay, ni en la Universidad, señales de una praxis democrática.

Lacera, lastima, duele, lo que sucedió con los jóvenes normalistas.

En la práctica, ya hay la creencia de su muerte, cosa que sus padres se resisten a considerar. El hecho, sin embargo, por su naturaleza ya tuvo repercusiones internacionales y, sin querer queriendo, van apareciendo señales de molestia, de inconformidad, que ya se hacen públicas y son, no solo en la población adulta, nace con los jóvenes, aquellos que son estudiantes.

Los jóvenes universitarios, por ejemplo, de Medicina Veterinaria hicieron público su adhesión a que el 20 de noviembre, en señal de protesta, se utilizara ropa negra.

Y el caso de los jóvenes del Cebetis en el desfile conmemorativo de de la revolución, es un indicativo que no se puede soslayar. Acierta el delegado de gobernación en la entidad, Rabinddranath Juárez Mayorquin, hay que escuchar y tolerar los reclamos.

Son signos de tolerancia y aprendizaje democrático.

Un signo democratizador es la participación ciudadana. Y en México esa participación ciudadana se nutre por los errores, las pifias y la corrupción gubernamental.

Los errores tienen un costo; en este caso, casos como el de los normalistas, el paro de los estudiantes politécnicos, entre otros, tendrán sus consecuencias en el proceso electoral: y la única forma de vacunarse, sin la menor duda, es un ejerció del poder transparente… para que no haya reclamos.

Contacto:
Correo: meliton@prodigy.net.mx
Web: http://meligue.blogspot.mx/

 

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