Rogelio Rodríguez Mendoza

Confidencial

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La ley vale un cacahuate

jueves, 15 de enero de 2015
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Mientras espero la luz verde en un semáforo de la calzada “Luis Caballero”, una de las principales avenidas de la capital tamaulipeca, en cuestión de segundos me convirtió en testigo de tres escenas de ilegalidad que me llevan obligadamente a la reflexión.
Al conductor de una patrulla, que luce fresquecita la leyenda “Fuerza Tamaulipas”, le gana la desesperación, y, en un arranque de prepotencia y estupidez, enciende la torreta y la sirena para “volarse” impunemente el alto.
En un carril lateral, seguramente al ver que a la autoridad le vale muy poco el respeto por la ley, un microbusero decide imitar al patrullero y acelera para cruzar antes de que el semáforo le conceda luz verde.

En su maniobra, por poco y atropella a una señora y su hija que atravesaban la arteria.
Dentro de esos mismos segundos, alcanzo a notar que los cajones para discapacitados del estacionamiento de la Comisión Federal de Electricidad, están ocupados por vehículos manejados por personas sin ningún problema físico.
Son tres hechos distintos pero coincidentes en su mensaje: a muchos la ley les vale un cacahuate.

Lamentablemente, es un valemadrismo bastante arraigado entre nuestra sociedad, que nos está ocasionando un terrible daño.
Y es que ese desprecio por los ordenamientos normativos que nos rigen como conglomerado social, es precisamente factor de origen de gran parte del fenómeno de inseguridad pública que padecemos como auténtica pesadilla.
¿Será tan difícil que respetemos la ley o los reglamentos? me pregunto, mientras reflexiono sobre las tres estupideces que acabo de atestiguar.

Me respondo a mí mismo que “no”, que respetar la ley es algo tan sencillo y simple que solo requiere de voluntad y valor.
Esa es la solución: voluntad.

Voluntad de cada uno de nosotros para respetar las cosas chiquitas y las grandotas. Podríamos empezar, por lo pronto, por no caer en la tentación absurda del policía impaciente y abusivo que ignoró la luz roja del semáforo.
Y le digo absurda porque, 200 metros más adelante, ese policía se vio obligado a respetar otro semáforo debido a que la fila adelante era grande y le impidió avanzar.

De nada le valió su chiflazon. Cuando los emparejé, pude ver a los agentes riendo de su tontería.
Podríamos también empezar por respetar los cajones para discapacitados, por no tirar basura en las calles, por pagar impuestos, por no disponer de lo que no es nuestro, por respetar al prójimo y al no tan prójimo.
En suma, si queremos mejorar como sociedad o como país, debemos esforzarnos por respetarnos unos a otros.

Y la mejor forma de generar ese respeto es atendiendo las prohibiciones de la ley.
No sigamos cayendo en la comodina posición de dejarle toda la responsabilidad a la autoridad.

Nos la pasamos exigiéndole al Gobierno que nos devuelva la paz y tranquilidad en las calles, pero somos nosotros mismos los que más violamos la ley.
¿Absurdo, verdad?
EL RESTO.
Igual de paradójico o absurdo resulta que el más obligado a la transparencia sea el promotor de la opacidad.

Le hablo del Instituto de Transparencia y Acceso a la Información de Tamaulipas (ITAIT).
Martes y miércoles, buscamos al Comisionado Presidente, Juan Carlos López Aceves, y al Secretario Ejecutivo, Andrés González Galván, para conocer el trabajo realizado por el instituto durante el 2014.
Resulta, sin embargo, que mientras López Aceves consumía su tiempo en una amena charla con un amigo y no se le podía interrumpir, González Galván, atendía asuntos personales fuera de su oficina.
Así defienden la transparencia y rendición de cuentas en el Itait.
ASI ANDAN LAS COSAS.
roger_rogelio@hotmail.com

 

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