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La vida de Monterrosa Prado transcurrió como en una procesión donde se suceden Vírgenes y Cristos sangrantes, arcángeles y demonios, ánimas del purgatorio y todo el martirologio católico, agrega un comunicado del INAH.
Su abuela fue la responsable indirecta de su vocación. “Ella fue cocinera del obispo de Chilapa, Guerrero, Francisco Campos y Ángeles.
Mi abuela me llevaba a la iglesia y me decía: ‘Mira, éste es san fulano y éste san perengano’. ‘¿Por qué, abuela?’.
‘Porque éste trae una espada, porque éste trae las llaves, este otro una paloma’”, declaró en su momento Monterrosa Prado.
El investigador estudió Historia en la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad Nacional Autónoma de México y en la Escuela de Altos Estudios de la Sorbona de París, Francia.
En el INAH se desempeñó por más de una década como jefe de catálogo y del archivo fotográfico, haciendo una labor de registro que él consideraba fundamental para proteger el patrimonio cultural.
Ya como investigador en el INAH rebasó el medio siglo dejando títulos —algunos en coautoría— que son referencia para interesado en estos temas, por ejemplo: el “Manual de símbolos cristianos”, otro dedicado al simbolismo de los números, la “Bibliografía sobre arte colonial de Justino Fernández”, “Iconografía del arte del siglo XVI en México”, “Un hombre confiable: Rubén Aguilar Monteverde”, “Oratorios de San Felipe Neri en México” y “Las devociones cristianas en México en el cambio de milenio”, además de innumerables artículos.
La iconografía, es una herramienta que sirve para hacer asequible, comprensible, aprehensible y disfrutable un determinado objeto estético, no requiere de un apostolado.
“Las imágenes permanecen ahí, los monumentos siguen en pie, fueron hechos para una educación religiosa. No se puede llegar a la imagen si no sabemos qué es.
Mi interés es que la gente aprenda. Si las personas saben que esto vale la pena porque es bonito, tiene historia, tradición, lo van a cuidar.
Quiero que sepan lo que tienen en sus iglesias y lo conserven”, expresaba.
Quienes participaron en alguno de sus cursos de iconografía, en particular la religiosa y la cristiana, lo trataron como un abuelo sabio y cercano que mantiene la curiosidad cándida de los niños.
Las conversaciones del profesor emérito del Instituto Nacional de Antropología e Historia eran disimuladas clases de erudición.
Como parte de sus cursos, Monterrosa incluía visitas guiadas a parroquias, donde explicaba la iconografía de las fachadas y de los objetos que albergan.
Sus exposiciones eran un pozo sin fondo de conocimientos sobre historia virreinal de México, de América, de Europa, de la cristiandad, de las mentalidades, del arte, del barroco…, en el que de forma intermitente surgían anécdotas personales que hacían comprender su interés por estos temas.