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Une Eduardo Chirinos el mundo biológico y poético en su obra

Las fábulas tradicionales recuerdan incesantemente una época, la edad de oro donde el hombre y los animales convivían con tranquilidad y felicidad
sábado, 28 de febrero de 2015
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MÉXICO, D.F., febrero 28 (EL UNIVERSAL).- Las fábulas tradicionales recuerdan incesantemente una época, la edad de oro donde el hombre y los animales convivían con tranquilidad y felicidad sin compartir el mismo lenguaje.

Hubo un momento en que el hombre tuvo la soberbia de olvidarse comunicar con ellos y los puso en otro plano, entonces las fábulas nacen de la necesidad de proyectar nuestros propios vicios y virtudes en los animales a partir de esta pérdida, relató el poeta peruano Eduardo Chirinos.


Al introducir al público su más reciente libro de poemas titulado “35 lecciones de biología y 3 crónicas didácticas” en la XXXVI Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, acompañado del editor Alfredo Núñez, así como de los escritores Bernardo Ruiz y Blanca Pulido, el escritor explicó esta semana que decidió reivindicar el mundo animal en su escritura porque se convirtió en una pantalla humana, olvidando su universo y esencia.


“Si me dijeran de quién es la culpa yo diría que del niño Jesús, ya que me parece curioso que en todos los nacimientos aparecen un burro y una vaca, pero en ningún evangelio se menciona esto, sólo se ubica en uno de los evangelios apócrifos, tal vez basándose en un comentario de Isaías que decía: ‘Cuando nazca el señor el burro y la vaca agacharán la cabeza y lo reconocerán’, esto ha sido interpretado como un punto de quiebre entre el mundo de la fábula y la historia”, apuntó en un comunicado.


Para el poeta perteneciente a la generación de los ochenta, los animales enmudecen, sin embargo, con el libro quiso “eliminar la diferencia ilusoria que existe entre la ciencia, la biología y la poesía, entre los seres humanos y los animales; también es un ejercicio de humildad originado a partir de un proceso personal que viví al estar enfermo, pues detecto que hay algo de nosotros que se quiere quedar al morir, un impulso que es básicamente animal”, reflexionó.



EL UNIVERSAL

 

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