Jaime Elio Quintero García

Déjeme y le Platico de un Libro

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LA EDUCACIÓN PÚBLICA EN MÉXICO

domingo, 1 de marzo de 2015
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Tocar el tema educativo en cualquier parte del mundo no es, de ninguna manera, un asunto menor, es y con mucho, uno de los grandes temas en los que trabaja, en México, el gobierno de la República a partir de 1833, año en el que se promulgaron las leyes que la hace pública y seculariza las instituciones responsables de impartirla.

Precisamente durante el gobierno del presidente Valentín Gómez Farías.
Es también, a partir de ese momento, que se establece en México la competencia del Estado en esa materia, aun y cuando es hasta la promulgación de la Constitución de 1857 y particularmente en 1874, en la Ley Lerdo, cuando se establece su laicidad primaria y entran en pleno desarrollo institucional los principios que la rigen hasta la fecha.

Son entonces, amigo lector, 184 años de esfuerzos y luchas políticas, ideológicas y programáticas por mejorarla y hacerla, en la mejor de sus expresiones prácticas pública, laica y gratuita.
Sin embargo, los devenires políticos han sido muy diversos y la han llevado de aquí para allá una y otra vez, hasta la década de los cincuenta en que el corporativismo político de los regímenes de la Revolución nos llevaron a concesionarla y poner en manos de un sindicato su concepción y operación, además del ejercicio de un cuantioso y cada vez más creciente presupuesto de recursos públicos.
Lo que sigue, después de esas desastrosas décadas, usted y yo lo conocemos, usted y yo lo estamos viviendo en este momento, me refiero al dificultoso y lento rescate de la rectoría programática y presupuestal del sistema educacional mexicano, emprendido por la administración del actual gobierno de la República, al que sus detractores, por razones político-electorales y no de ninguna otra índole, le exigen resultados inmediatos, a sabiendas de que no es factible revertir vicios administrativos y concesiones políticas de un año para otro, que el cambio es tortuoso y desgastante en todos los sentidos.
Es por estas y otras razones más que debemos todos, sobre todo quienes gozamos de un espacio editorial, contribuir a poner en claro e invitar a los lectores, a distinguir razones institucionales, técnicas y de orden programático, de argumentos políticos y electorales que no conducen a nada, ni han conducido a ningún lado positivo durante años y años.

Lo de ahora, lo que está en marcha es un proyecto de rediseño institucional serio y de vigencia atemporal, es decir, una perspectiva moderna que va de la mano con las transformaciones del nuevo Estado liberal mexicano.


Pero regresemos al texto del libro que nos ocupa hoy. Se trata de una edición del Fondo de la Cultura Económica, escrito por Fernando Solana, Raúl Cardiel Reyes y Raúl Bolaños Martínez en 1981, por encargo de la Secretaría de Educación.

En su texto se incluyen numerosos sucesos y profundos sentimientos y convicciones sobre la intrínseca relación entre la cultura y la educación, ambos entes complementarios o formadores idóneos de personas y conjuntos sociales que forman naciones que, giran en torno a sus pasados y futuros.
Por ejemplo, así lo relatan los autores, durante los trescientos años de la Colonia, la cultura religiosa dictaba los principios y criterios en que se daba en la Nueva España la educación, y eran la doctrina y la religión católica, los mejores instrumentos para formar individuos y grupos sociales cohesionados que daban sustento y fuerza al régimen colonial de explotación, ausente de reconocimientos y derechos para los naturales y criollos en menor medida.

Luego entonces, formar individuos dóciles, piadosos, con sentimientos monárquicos, respetuosos de las tradiciones y las autoridades establecidas, fue durante tres siglos la encomienda de la educación novohispana.
Al andar del México independiente, los preceptos cambiaron para favorecer el desarrollo de una personalidad individual, enérgica y racionalista que se mantuviera en los ideales de la libertad, la igualdad y el progreso social, valores universales de la Ilustración.

Mas este ímpetu ─se advierte en el prólogo del libro que hoy le comento y recomiendo su lectura, amigo lector─, llevó a las generaciones del cambio a satanizar y destruir los principios, preceptos e instituciones del orden colonial, sin distinguir o hacer acopio de lo que era factible tener en cuenta, si no es que conservar.


Este cambio sin evaluación ni medida, desgarró al país, estatus éste de confusión, inseguridades y contradicciones, impidió que el sistema de educación pública pudiera ser reorganizado conforme a la modernidad en curso.

Se recurrió en ese entonces, al rompimiento total y generalizado con el pasado, a la destrucción de lo viejo para dar entrada a lo nuevo. Cosa que en la circunstancia actual ─me traslado al presente tiempo del reformismo educacional del siglo XXI─, no se ha hecho por fortuna, al contrario se han clasificado con buen juicio social y político las prioridades del cambio y rescate del sistema, sin destruirlo del todo, pero sí cambiando lo que escapa al buen juicio de la educación y la cultura.
Ahora de lo que se trata es de reformar las funciones operativas del docente, las pedagogías y las técnicas para enseñar lo que es necesario sepa el alumno, lo que requiere en términos prácticos para incorporarse a mejores estatus de vida laboral, social y familiar.

Esto desde luego, precisa dar espacio al neo proyecto, en la estrechez de lo mediato por supuesto, para que los jóvenes de hoy puedan crecer y estudiar en el contexto de la coexistencia global, la economía de mercado occidental y la vida democrática nacional.
Han sido, entonces y para la síntesis de este ensayo, tres las etapas por las que ha cursado la educación en México: la clerical de la Colonia, la laica-liberal de la Reforma y la de mercado en el presente y para el siglo actual.


GRACIAS POR SU TIEMPO.

¿Sabía Usted?
Mr. Kuinkelly
El pelo (o cabello) es una fibra compuesta de una sustancia llamada queratina, al igual que las uñas.

Sirve para mantenernos abrigados preservando el calor. El pelo en la nariz y las orejas protege estas áreas sensibles del cuerpo contra el polvo y otras partículas pequeñas.

Las cejas y pestañas protegen los ojos de la luz y otras partículas. El vello fino que cubre el cuerpo brinda calor y protege la piel. Cada pelo de la cabellera humana tiene la forma estructural de una planta, con raíz y tallo.

Hay cerca de entre 100,000 y 150,000 pelos en la cabellera humana.
Desde la más remota antigüedad, los seres humanos se han preocupado por su apariencia personal, dando mucha importancia a la belleza.

Por siglos la gente ha invertido tiempo, esfuerzo y dinero en el lavado, cortado, peinado, cepillado, pintado y arreglo de sus cabellos. La forma en que el cabello es presentado ante los demás tiene profundas raíces psicológicas y sociales.

El cabello es un mensaje, el que damos sobre nuestra personalidad.
Nuestro cuerpo está totalmente cubierto de pelos, menos las palmas de las manos y los pies, el ombligo y las mucosas.

Tenemos unos 5 millones de pelos en todo el cuerpo. Pero el pelo que el ser humano tiene hoy en el cuerpo es muy poco comparado con el que tenía en la prehistoria.
¡Si no lo sabía usted, créalo porque es cierto!

 

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