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El cantante tuvo muchos éxitos a lo largo de su carrera, que, sin embargo, menguaron en sus últimos años de vida.
Tovar era originario de Tamaulipas y fue reconocido por su música tropical y peculiar forma de bailar, en donde destacaba un brinco que en alguna ocasión alcanzó más de un metro con 40 centímetros de altura y que después no pudo dar más por problemas de salud.
Fue él quien enloquecía a las mujeres y hacía bailar a los caballeros, con temas como “El sirenito”, “Mi Matamoros querido”, “Mi amiga, mi esposa, mi amante”, “Oh qué gusto de volverte a ver” y “El testamento”.
Su vida llena de excesos se comparó con la del vocalista de “The Doors”, y lo apodaban “El Jim Morrison mexicano”, pues en los escenarios recibía ropa íntima de las mujeres a las que volvía locas a pesar de no ser atractivo visualmente, pues sólo compartía con el estadunidense los lentes, la ropa y la cabellera rebelde.
A pesar del éxito que obtuvo durante décadas, murió lejos de los escenarios y de los reflectores de la televisión, pues en 1995 le dijo adiós al ambiente musical.
En sus últimos años se quedó pobre y enfermo, pues le diagnosticaron retinitis pigmentosa que fue dejándolo ciego poco a poco, con el impedimento de realizar diversas actividades, lo que lo hundió en una depresión irreparable tras operarse en vano en Cuba y gastarse millones de pesos.
A eso se le añadió el vitíligo, un padecimiento que le afectó el pigmento de la piel, además de que tenía diabetes.
Tuvo más de diez hijos; algunas fuentes dicen que exactamente son 16, y el día de su velorio distintas mujeres se presentaron a reclamar su parte de los bienes del cantante pues mantuvieron relaciones sentimentales con él.
EL UNIVERSAL/AA