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Un oasis en Iztapalapa

Durante más de 40 años, todos los viernes el tianguis de la colonia Vicente Guerrero, en Iztapalapa, al oriente de la ciudad de México
sábado, 18 de abril de 2015
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MÉXICO, D.F., abril 18 (EL UNIVERSAL).- Durante más de 40 años, todos los viernes el tianguis de la colonia Vicente Guerrero, en Iztapalapa, al oriente de la ciudad de México, se ha encargado de abastecer de productos básicos a las 46 mil 480 personas que viven en alguno de los mil 296 departamentos de esta unidad clasificada como de media marginación.


Pero en aquel territorio, considerado una de las zonas con alto índice de inseguridad, su población se esfuerza por cambiarle el rostro al barrio a través del trabajo honesto, como lo hace Alejandra Zeferino Silva, quien a sus 68 años y con más de la mitad del cuerpo paralizado, cada ocho días se dedica a vender sus baberos y batitas para amas de casa en su puesto.


Dice que después de 36 años de comerciante es lo único que sabe hacer: “Sí es necesidad, pero también un poco necedad, ya es una forma de vida”, explica.


Vive en la colonia Reforma Política en Iztapalapa, lo cual le permite a su esposo que el desplazamiento con ella y la mercancía no sea un martirio.

Cada viernes, don Félix llega en su camioneta con los bultos de baberos y su esposa en silla de ruedas.
Pero Alejandra disfruta del privilegio de tener un lugar establecido, pues cuando recién inició se tiraba en el piso en épocas de calor, y cuando llovía, para no ensuciar su mercancía, la vendía caminando, cubierta con bolsas de plástico entre los brazos, “empecé con batitas de colores en siete pesos”, recuerda.


En aquella época, confeccionaba sus baberos y batitas con la ayuda de tres máquinas de coser. Cortaba, zurcía y vendía. A veces, cuando el trabajo se lo permitía, su esposo la acompañaba al Centro del Distrito Federal a surtirse de tela, pero cuando no, sola se iba en el Sistema de Transporte Colectivo, Metro.


Cambios
Sin embargo, la vida le cambió hace ocho años cuando el saldo de una caída le provocó la fractura de un brazo. Eso y el diagnóstico tardío de una artritis reumatoide, la obligaron a vivir en una silla de ruedas.


Ahora el que se encarga de todo es su marido, “hay veces que en lugar de ayudarle a vender, me duermo nomás”, bromea.
“De aquí comemos, la pensión de mi esposo no alcanza.

Antes sí era negocio, pero ahora le ganamos poco, pero es la terquedad de estar aquí con frío, calor o lluvia”, comenta.
“Tengo cinco hijos, pero sólo una, Ale, me ayuda cuando tiene tiempo.

De los otros cuatro, uno es taxista, otro policía, secretaría y maestra. Siempre me ha gustado mucho la costura, si por mí fuera, seguiría haciendo mis baberos, porque se le ganaba un poco más”.


Bolsas para todos los gustos
Después de 33 años como comerciante, Rosa María Rosas Domínguez sabe que las mejores épocas ya no existen.


Hace más de una década que ni si quiera las fechas decembrinas son garantía de tener buenas ventas.
Es honesta. Extraña aquellas épocas de progreso en las cuales cualquier producto se vendía
“como pan caliente”.

Inició vendiendo pañales, talco, toallitas húmedas, en fin, todo para la higiene personal de los bebés.
En ese entonces, su prioridad era ofrecerles tiempo de calidad a sus dos pequeñas hijas, por eso siempre se negó a trabajar como obrera de tiempo completo con el sueldo mínimo.


Pero a finales de los ochenta, decidió confeccionar ropita para muñecas Barbie. Las niñas eran sus mejores clientas, “me iba muy bien, porque además no era algo común”, comenta.


Sin embargo, la competencia no esperó. Entonces, volvió a cambiar de giro: bolsas, mochilas y algunas muñecas, “aquí lo más caro está en 450 pesos.

Son bolsas hechas en México, todo de buena calidad”, explica.
“Vivimos en La Progresista, no está muy lejos, pero como mi esposo me trae en el triciclo con toda la mercancía, nos hacemos una media hora.

Mis hijas cuando ven mi puesto medio vacío me prestan para surtirme, pero a mis60 años, esto me distrae y me divierte”.
Para el antojo
Tacos de mixiotes estilo Hidalgo en el tianguis de la Vicente Guerrero son la opción.

Más de 20 años de experiencia respaldan a Víctor Domínguez, el encargado de darle forma y sabor a estos pequeños bultitos de carne de borrego con res.

Cada viernes, junto con otros dos empleados, prepara todo para 40 kilos de mixiotes. En este puesto, se puede quedar satisfecho con menos de 60 pesos y refresco incluido, una ganga.


Receta de la casa
“Vivimos en Ecatepec, pero somos originarios del estado de Hidalgo, así que nos esforzamos por mantener la receta secreta vigente.

No sacrificamos la calidad de los ingredientes ni tampoco el precio, lo importante es que los clientes queden satisfechos”, señala Domínguez.


EL UNIVERSAL

 

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