Rogelio Rodríguez Mendoza

Confidencial

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Por las damas, caballero

lunes, 25 de mayo de 2015
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Hacer una crítica hacia las mujeres siempre será mal visto socialmente. Es un terreno peligroso. Estoy consciente de ello. Y más en estos tiempos, donde la defensa de las féminas es un tema de moda e incluso bandera para acarrear simpatías políticas.

Misógino será el calificativo menos peor que podría recibir.
Pese a todo ello, quiero correr el riesgo y escribir al respecto de las damas.

Debo, sin embargo, precisar que no hay atrás más que la intención de una sana crítica.
Aclarado el asunto, vayamos al tema: desde hace varios años, e influenciado por una corriente o tendencia internacional, los mexicanos hemos asumido una defensa férrea de los derechos de las mujeres.

Como país hemos firmado un buen número de tratados internacionales en la materia, para revertir las desigualdades a que durante décadas se ha enfrentado la mujer mexicana.
En lo interno, hemos legislado para defender y fortalecer la llamada equidad de género, donde la prioridad ha sido y es empoderar a la mujer, quitándole viejas etiquetas culturales que la ponen en un rango inferior a los varones, como esa de llamarle el “sexo débil”.
Hemos reformado nuestra Constitución y la legislación secundaria para darle a la mujer, por ejemplo, los mismos derechos que al hombre en todos los ámbitos.
Y la verdad, qué bueno.

Soy un convencido de que no hay razón para hacer diferencias entre el hombre y la mujer. Debemos garantizar a uno y otro la igualdad en cualquier terreno.
Es excelente, por ejemplo, que la ley sea garante de los derechos laborales de las mujeres, e igual de bueno es que los ordenamientos legales contengan mecanismos, para que una dama que se sienta víctima de discriminación tenga alternativas de defensa.
Todo eso visto conjuntamente es perfecto.

Tan perfecto que ya somos una sociedad más igualitaria, más equilibrada. Es innegable, por ejemplo, que hoy en día son minoría las mujeres que no trabajan, por lo cual el sector femenino es más independiente en todos los ámbitos, sobre todo en el económico, el laboral y el familiar.
En lo que no estoy de acuerdo, y es aquí donde asumo el riesgo de represalias, es en el uso que se está dando a esa llamada equidad de género en el ámbito político.
No me parece sano para la sociedad que, por una simple disposición legal estén llegando a las legislaturas o a encabezar Gobiernos, mujeres que no tienen más mérito que ese : ser mujeres.
No necesitamos ir tan lejos para encontrar ejemplos de lo que le hablo.

Aquí en la legislatura local son contadas las diputadas que realmente tienen capacidad para asumir esa responsabilidad de representantes populares.
Lo vemos en cada sesión.

Hay quienes se suben a debatir o defender una iniciativa, mientras que otras muchas solo se dedican a levantar el dedo desde su curul o cuando mucho a leer efemérides que les entregan desde antes de la sesión.
Creo que tendrá que llegarse el momento en que, así como hemos defendido la equidad de género, tengamos que buscar mecanismos para garantizar que quienes aspiren a un cargo de elección popular sean realmente aquellas con verdaderos merecimientos, sobre todo por su preparación.
Si no lo hacemos de esa forma estaremos promoviendo o fomentando otra vez la inequidad, aunque ahora sea hacia dentro del mismo sector femenino.

Lo ideal es fortalecer la igualdad para que cada vez sean más las mujeres que tengan oportunidad de competir por una diputación, una alcaldía o una gubernatura, de manera que esa equidad de género no sea capitalizada como botín por un grupito de damas vinculadas al poder.
En otras palabras, la propuesta es que las beneficiarias de esa equidad sean mucho más que las esposas, hijas, hermanas o suegras de quienes detentan el poder público.

Pero, sobre todo, que quienes se beneficien sean aquellas que en verdad son las más capaces.
¿No cree usted?.
ASI ANDAN LAS COSAS.

 

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