Melitón Guevara Castillo

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LAS GANAS DE SER

viernes, 19 de febrero de 2010
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Poco a poco, como dicen en el campo, las calabazas se van acomodando en la carreta.

Al menos es lo que está sucediendo con el PRI, que formalmente dirige Ricardo Gamundi; en tanto que, en otros, como el PAN y el PRD, no se pueden acomodar por una razón muy sencilla: ni tienen calabazas, aun no tienen candidatos a nada con todo y que se jactan de ser demócratas, están a la espera del dedazo de su dirigencia nacional.

Magdalena Peraza Guerra, la priísta aguerrida del sur, está muy molesta con la decisión de que sea Miguel Mansur Nader el precandidato para la alcaldía tampiqueña.

Afirma, como soporte de su inconformidad, que hay militantes más preparados y con mayor posibilidad de garantizar el triunfo en Tampico. Su inconformidad, manifiesta, es válida.

¿Cuántas Magdalenas Peraza hay en la entidad? Salvo ella, no hemos conocido, públicamente reproches al PRI por sus decisiones; hemos conocido, por los medios periodísticos, que en otros lugares, como Mante, por dar un ejemplo, que hay priistas que ya son parte del escurrimiento, del brincar de un partido político a otro, en busca de una candidatura.

Es validada la inconformidad de Magdalena, como priísta. Hay, sin embargo, un detalle: los directamente interesados están conformes, a tal grado que hasta han manifestado su público apoyo a quien ya es merecedor de la precandidatura.

Veamos, solamente el caso de Victoria: Enrique Blackmore y Felipe Garza Narváez, priístas disciplinados, acataron la voluntad de su partido y están, a morir, con Miguel González Salum.

Y es que, en la práctica, muchos de los mencionados nunca dijeron, explícitamente, que buscaban una candidatura: lo ambicionaban, pero no lo hicieron público.

Hagan de cuenta, tal y como sucede, hoy en día con Gustavo Cárdenas en el PAN: no me descarto para nada, afirma contundentemente a los medios de comunicación.

Y tiene razón: la decisión de encartarse, en uno u otro partido político, no depende de una decisión personalÖ depende de un liderazgo, de una decisión cupular.

Efectivamente las ganas de ser pueden ser de muchos. En todo caso, lo significativo es que, cada uno de los ambiciosos, al final: son disciplinados, que reconocen un liderazgo, o son indisciplinados, porque una vez perdidos, quiere rescatar algo, no perder todo buscan, inevitablemente, una ícompensaciónî.

Los escurrimientos, elección tras elección, son normales. La cuestión es, en todo caso, hasta que punto, ese escurrimiento, puede dañar al partido.

Hace tres años, en las elecciones locales, el PRI perdió elecciones municipales. La certeza, para muchos, el factor fue la obstinación de Ricardo Gamundi por "ciertos" candidatos.

Los escurrimientos en municipios como Güemez y Soto la Marina propiciaron estrepitosas derrotas. Y la verdad es que ahora el PRI, en muchos municipios, tiene problemas: no sacan el candidato de unidad precisamente porque la obstinación de imponer candidatos, que, dicho sea de paso, solo lleva a derrotas.

Comentarios: meligue@prodigy.net.mx

 

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