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¿Una pareja miserable, o sólo infeliz?

Es un hecho: la ciencia ha revelado que las parejas que tienen hijos son más miserables que las que no los tienen. Foto: EFE ARCHIVO
Es un hecho: la ciencia ha revelado que las parejas que tienen hijos son más miserables que las que no los tienen. Pero, ¿son parejas miserables o sólo infelices?
lunes, 24 de agosto de 2015
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MÉXICO, D.F., agosto 24 (EL UNIVERSAL).- Es un hecho: la ciencia ha revelado que las parejas que tienen hijos son más miserables que las que no los tienen.

Pero, ¿son parejas miserables o sólo infelices?

Mikko Myrskylä, demógrafo, y Ragel Margolis, del Departamento de Sociología en la Universidad de Western Ontario, publicaron un estudio en la revista Demography, en el que establecieron, sin temor a represalias por los padres de todas las naciones, los resultados:
Las 2016 personas encuestadas antes de tener hijos hasta dos años después del nacimiento determinaron que con hijos son más miserables, y estiman estar menos felices que las que no los tienen.

La investigación trató sobre el bienestar emocional-físico de los progenitores antes y después de ser padres primerizos.
Las parejas reportaban estar más felices antes de tener al bebé, y que ese nivel de felicidad se mantenía estable durante el primer año de vida del pequeño.

Después de ese primer año, su felicidad declinaba. Sin embargo, el 58% de los participantes decidieron tener un segundo hijo nueve años después.

El estrés que causa tener un hijo es mayor al desempleo, el divorcio o incluso la muerte del cónyuge.
El ser humano se empeña en buscar la felicidad tan afanosamente como si se tratara de eliminar hemorroides sin tratamiento.

Mi madre solía decir: ¿Quién te dijo que la vida era fácil?
- Nadie- contestaba yo
-¿Qué esperas entonces? Respondía ella.

La felicidad no la da ni la quita un hijo, o una pareja. La felicidad debe ser el alimento básico para el alma y, a la vez, el sustento de las relaciones sociales.

Por lo tanto, al igual que la comida nutre al cuerpo, la felicidad debe sentirse, vivirse, para permitirnos entablar satisfacciones personales que no requieran esfuerzo y eviten el hartazgo.

Debemos aplicar la regla del Brigadista: Tener dinamismo, ser proactivo y solidario con nosotros mismos para después serlo con los demás. Conociendo nuestros limites, podemos extremarlos sin temor.

La ciencia sólo analiza respuestas y números en este tema, ¿qué podemos esperar de un demógrafo y un sociólogo?
Las preguntas correctas deberían ser: ¿por qué espero que un hijo me haga feliz? ¿la infelicidad que obtuve fue porque mi hijo no cubrió mis expectativas?

Antes de responder estas preguntas debemos indagar nuestro yo interno, descubrir los factores necesarios para obtener la felicidad que merecemos y qué podemos dar.

Enfocarnos en diversos temas para nutrir sanamente el espíritu libre que nos ha sido dado.
Podemos comenzar con la generosidad sin retribución, vivir el momento, evitar los comparativos, o darle la importancia correcta y sin apegos al dinero.

Cuando el destino me estampó en la cara el ser mamá ya no pude preguntarme nada. Yo sabía que si seguía preguntándome cuándo era adecuado el momento para tener un hijo, llegaría a los 45 años imaginando qué hubiera pasado si…
Por lo tanto, no hay que confundir “incomodidades” con infelicidad.

Todos hemos trasnochado por diferentes motivos, y las consecuencias son las mismas. ¿Por qué necesariamente éste debe ser un mal solo de los padres primerizos?

¿O acaso un ebrio no siente molestia, cansancio y deshidratación por la mala noche?
Si bien un hijo cambia la relación de pareja, para bien o mal, NO es determinante para seguir uniendo a las personas, mucho menos para convertirla en miserables o infelices.

El vínculo de pareja debe estar fortalecido o fracturado antes, durante y después de la llegada de un hijo para que lo inevitable ocurra.

Entonces no busquemos culpables ni experimentemos con la ciencia. El principal testigo de nuestra miserabilidad está al otro lado del espejo; la cura, como la canción de Joaquín Sabina:
“Déjame solo conmigo, con el intimo enemigo que malvive de pensión en mi corazón.

A ti te estoy hablando, a ti, que nunca sigues mis consejos. A ti te estoy gritando, a ti, que estas metido en mi pellejo”.
Y si no son pareja o no tienen hijos, o son soltera@s que no quieren hijos, tampoco se preocupen mucho porque ya lo dice el refrán:
A quien Dios no le dio hijos, el diablo le dio sobrinos.

 

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