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Colón, un drama entre aguas negras y violencia

La provincia de Colón es uno de los puntos que refleja más pobreza en Panamá a pesar de servir de base a la Zona Libre de Colón (ZLC). EFE/Archivo
Luchar. Esa es la palabra que resume la vida en los centenarios caserones del Casco Histórico de Colón
sábado, 6 de febrero de 2016
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Colón (Panamá), 6 feb (EFE).- Luchar. Esa es la palabra que resume la vida en los centenarios caserones del Casco Histórico de Colón, la ciudad caribeña a 80 kilómetros de la capital de Panamá que intenta recobrar el esplendor que una vez tuvo tras décadas de abandono, casi olvido, de las autoridades.

Al menos así lo describe a Acan-Efe Soledad, una mujer en sus 30 años y madre de tres hijos, propietaria de un cuarto de los 12 de un viejo caserón del Casco Histórico de Colón, cuyas 16 calles están marcadas ahora por precarias barracas, viejos sistemas de alcantarillados, delincuencia y narcotráfico.

La vida en esas calles es una odisea para sus residentes, que esperan que el actual Gobierno panameño cumpla con la promesa de ejecutar la "Renovación Urbana de Colón", un plan que arrancó en 2015 con una inversión global de 500 millones de dólares.

El proyecto incluye la reconstrucción del sistema pluvial y el alcantarillado, y la restauración de edificios del Casco Histórico, algunos declarados Patrimonio Histórico de la Humanidad, a fin de devolver el esplendor a la otrora "Tacita de Oro" del Caribe, como se conocía Colón por su magnífico trazado y limpieza en pleno auge de la presencia militar estadounidense en Panamá durante la Segunda Guerra Mundial.

En uno de esos caserones rodeados de "telarañas", como se conocen acá las tomas eléctricas ilegales, Soledad relata que compró a una amiga el cuarto donde vive, de unos 30 metros cuadrados.

En el viejo caserón, a punto de caer por la corrosión del tiempo y en el que el viento y la lluvias han dejado huellas en el techo de madera y zinc podrido, los inquilinos nunca han pagado el alquiler, comenta.

"De todas las personas que habitan en los 12 cuartos que hay en el caserón, solo hay tres que trabajan, los demás están desempleados", afirma la mujer, quien se desempeña como secretaria en un ente público de Panamá.

Ante la delincuencia y narcotráfico campante en el lugar, dice con resignación que solo le queda aconsejar a sus hijos para que se aparten de las malas influencias.

"La delincuencia siempre habrá, por más que el presidente (de Panamá) Juan Carlos Varela quiera hacer el bien. Aquí existe un código de silencio, porque si hablas es malo, si cooperas te delatan y hasta te botan de la casa" expresó, mientras miraba por la ventana de su casa.

En su cuarto con suelo de madera, sin divisiones internas y un segundo piso improvisado hecho de tablones, donde ha puesto los colchones para dormir, Soledad expresó que tiene la esperanza que le devuelvan su casa renovada y que desea que el traslado a la zona de los Altos de Los Lagos sea momentáneo.

El plan gubernamental, a cargo de un consorcio integrado por Odebrecht y la panameña CUSA, contempla que mientras se desarrolle la reconstrucción, las familias que residen en el Casco Histórico serán reubicadas en el sector de Los Lagos, un residencial que en la provincia de Colón.

"Colón debe ser otra vez una 'Tacita de Oro', porque de aquí salen los mayores ingresos del país, sin embargo vivimos en la miseria", expresó la mujer.

La provincia de Colón es uno de los puntos que refleja más pobreza en Panamá a pesar de servir de base a la Zona Libre de Colón (ZLC), la mayor del hemisferio, puertos internacionales y una de las riveras del Canal de Panamá.

Un pandillero que vive en un caserón cercano a la casa de Soledad, relató a Acan-Efe, pidiendo el anonimato, que su vida en el lugar es una especie de autoconfinamiento debido a la rivalidad con otra pandilla.

"Yo no me puede mover de mi área para ir a las otras 15 calles de Colón, porque si salgo de aquí, me matan", asevera el hombre, de 29 años, mientras toma una cerveza y reclama la "discriminación" de la que, a su juicio, ha sido históricamente víctima la población de Colón.

"Aquí las personas saben cómo rebuscarse si no tienen empleo; lo que se mueve aquí es la droga para poder vivir", aseveró, al justificar que esa situación empuja a los jóvenes a ingresar en las pandillas.

Entre el bullicio de la calle comentó que para poder hacer sus necesidades tiene que buscar agua en una de las pocas tuberías de agua potable, en otra caserón cercano.

"La gente busca agua para bañarse y hacer servicio, cada quien va con su balde, abre la tubería, los llenan y suben a su casa", dijo.

Mientras evidenciaba su incorformidad con el Gobierno, varios niños jugaban en una mesa improvisada ping-pong bajo el incandescente sol del mediodía, y adultos conversaban en una esquina, indiferentes al olor de las aguas residuales bajo sus pies.

Raquel Sánchez

 

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