Rogelio Rodríguez Mendoza

Confidencial

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“Cáncer” policial

miércoles, 10 de febrero de 2016
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Quienes insisten en ver la figura del Mando Unico Policial como la solución a los problemas de corrupción e ineficiencia de las corporaciones de seguridad pública, son o se hacen tontos.
Suponer o pensar que una simple modificación de la estructura de operatividad de las policías servirá para transformarlas en instituciones confiables y eficientes es pecar de ingenuo.
De la misma manera , tampoco servirá mucho el hecho de que el Mando Unico Policial sea colocado (como se pretende) dentro de la Constitución Política del país para evitar que haya municipios o estados que se resistan a adoptarlo.
No señores.

El problema de los cuerpos policiacos no están en la dispersión sino en la falta de castigos ejemplares para quienes caen tentados en la corrupción.

Dicho de otro modo, el “cáncer” de las policías es la impunidad.
Por eso de poco o nada ha servido ni servirá endurecer leyes como la de Seguridad Pública.

Tampoco ha servido ni servirá el multimillonario gasto que han hecho los tres órdenes de Gobierno para pagar costosos procesos de evaluación y control de confianza.
¿Sabe porque? Precisamente porque como no hay castigo para quienes por las razones que quiera (ambición o miedo) terminan aliándose con el delincuente a quien deben combatir, se manda un mal mensaje hacia el resto del personal policial.
Un mensaje de “éntrale, no pasa nada”.
Ahí está la raíz de fondo de las instituciones de seguridad pública: en la corrupción e impunidad.
Por eso, ahora que se anuncia con bombo y platillo que el Congreso de la Unión comenzará a trabajar en una reforma Constitucional con el tema del Mando Unico, lo único que provocan es pena.
Frente a éllo, uno se pregunta:¿Nadie será capaz de aplicar el sentido común para entender que lo que las corporaciones requieren es mano dura contra quienes se corrompen y no que se autorice un pomposo Mando Unico?
Desde la trinchera periodística, a lo largo de dos décadas trabajamos de cerca con todos los operadores del sistema de justicia, tanto en procuración como administración.

En ese largo periodo pudimos obtener una radiografía de las entrañas de las policías.
De ahí, de ese aprendizaje, hoy podemos afirmar que el problema de las corporaciones es la impunidad.

Durante años hemos insistido en ese tema y hoy lo replanteamos a riesgo de pecar de tercos.
Por eso, en lo personal me queda claro que mientras el Gobierno no diseñe un mecanismo para combatir la corrupción policial, los mexicanos seguiremos careciendo de corporaciones confiables.
Y ya nada más por último, añadiría que para atacar esa corrupción se requieren castigos ejemplares, sí, pero también mejorar las prestaciones a los policías y sus familias.
Un policía bien pagado, con garantía de vivienda, educación y salud de buen nivel para sus familias, tendrá menos tentación de infringir la ley.
No se requiere ser un experto para entender eso.

¿Por qué entonces no lo entienden los Gobiernos y los legisladores? La verdad no me queda claro.
ASI ANDAN LAS COSAS.

 

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