Héctor Miguel Chávez

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Discurso del Papa Francisco en Chiapas::: No hay familia perfecta::: No teman pelear, aunque a veces intervenga la suegra::: Siempre hay que perdonar::: Padres arrodillados frente a su hijo enfermo:
miércoles, 17 de febrero de 2016
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:: Hay que echarle ganas a la familia::: Dios le echó ganas al pueblo judio en el desierto::: Un reino que sabe de familia::: Dios es amor

hectormiguelchavez@gmail.com

MATAMOROS, Tam.- El Papa Francisco en su gira como jefe de estado y misionero de la paz en nuestro país ha pronunciado extraordinarios discursos que han llamado la atención a nivel nacional e internacional por su profundo contenido espiritual, social y político.
Se ha dirigido en inusuales términos a los obispos, a la familia y a los poderosos.

Son documentos que valen mucho la pena leer, escuchar y discutir en grupo. Son auténticas enseñanzas para el que las quiera ver como tal.
Mire usted este discurso que pronunció en Chiapas dirigido a la familia, por su forma y por su contenido y precisamente por quien lo dice es una convocatoria que hay que atender.

Con el mayor de los gustos me permito compartir. Será en tres partes, en virtud del espacio limitado dedicado a esta columna.

PARTE 1…

Queridos hermanos y hermanas
Doy gracias por estar en esta tierra chiapaneca.

Qué bueno estar en este suelo, es bueno estar en esta tierra, es bueno estar en este lugar que con ustedes tiene sabor a familia, a hogar.
Les doy gracias por sus rostros, por su presencia.

Le doy gracias a Dios por palpitar su presencia en la familia de ustedes. Y también gracias también a ustedes, familias y amigos, que nos han regalado sus testimonios, que nos han abierto las puertas de sus casas, las puertas de sus vidas; nos han permitido estar en sus mesas compartiendo el pan que los alimenta y el sudor frente a las dificultades cotidianas.

El pan de las alegrías, de la esperanza, de los sueños y el sudor frente a las amarguras, la desilusión y las caídas. Gracias por permitirnos entrar en sus familias, en su mesa, en su hogar.
Manuel, antes de darte gracias por tu testimonio quiero dar gracias a tus padres, los dos, de rodillas, delante tuyo deteniéndote el papel.

¿Vieron qué imagen es esa? Los padres de rodillas ante el hijo que está enfermo.
No nos olvidemos de esa imagen. Por ahí de vez en cuando ellos se pelean por algo.

¿Qué marido y qué mujer no se pelean y más cuando se mete la suegra? Que importa, pero se aman y nos han demostrado que se aman y son capaces, por el amor que se tienen, de ponerse de rodillas delante de su hijo enfermo.
Gracias amigos por ese testimonio que han dado y sigan adelante.

Y a vos Manuel gracias por tu testimonio y especialmente gracias por tu ejemplo.
Me gustó esa expresión que usaste: «echarle ganas», como la actitud que tomaste después de hablar con tus padres.

Comenzaste a echarle ganas a la vida, echarle ganas a tu familia, echar ganas entre tus amigos; y nos has echado ganas a nosotros aquí reunidos. Gracias.
Creo que es lo que el Espíritu Santo siempre quiere hacer en medio nuestro: echarnos ganas, regalarnos motivos para seguir apostando a la familia, soñando, construyendo, una vida que tenga sabor a hogar y a familia.

¿Le echamos ganas?.. Así me gusta, gracias.
Y es lo que el Padre Dios siempre ha soñado y por lo que desde los tiempos lejanos el Padre Dios ha peleado.

Cuando parecía todo perdido esa tarde en el jardín del Edén, el Padre Dios le echó ganas a esa joven pareja y le dijo que no todo estaba perdido.

Y cuando el Pueblo de Israel sentía que no daba más en el camino por el desierto, el Padre Dios le echó ganas con el maná. Y cuando llegó la plenitud de los tiempos, el Padre Dios le echó ganas a la humanidad para siempre y nos mandó a su Hijo.
De la misma manera, todos los que estamos acá hemos hecho experiencia de eso, en muchos momentos y de diferentes formas: el Padre Dios le ha echado ganas a nuestra vida.

Podemos preguntarnos: ¿Por qué?
Porque no sabe hacer otra cosa. Nuestro Padre Dios no sabe hacer otra cosa que querernos y echarnos ganas y echarnos adelante.

No sabe hacer otra cosa, porque su nombre es amor, su nombre es donación, su nombre es entrega, su nombre es misericordia.
Eso nos lo ha manifestado con toda fuerza y claridad en Jesús, su Hijo, que se la jugó hasta el extremo para volver a hacer posible el Reino de Dios.

Un Reino que nos invita a participar de esa nueva lógica, que pone en movimiento una dinámica capaz de abrir los cielos, capaz de abrir nuestros corazones, nuestras mentes, nuestras manos y desafiarnos con nuevos horizontes. Un reino que sabe de familia, que sabe de vida compartida.

 

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