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Sagada, un pequeño tesoro filipino amenazado por el turismo incontrolado

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Sagada, una pequeña localidad del norte de Filipinas conocida por sus peculiares cuevas, tradiciones ancestrales y el montañoso paisaje, se ha visto desbordada por una avalancha de turistas durante los últimos años que amenaza con destruir aquello que llevó al pueblo a la fama.
El turismo incontrolado está poniendo en peligro el valioso patrimonio de Sagada, una pequeña localidad del norte de Filipinas donde los antiguos nativos daban sepultura a sus muertos en tumbas y ataúdes colgantes.
miércoles, 17 de febrero de 2016
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Sagada, un pequeño tesoro filipino amenazado por el turismo incontrolado Sagada (Filipinas) El turismo incontrolado está poniendo en peligro el valioso patrimonio de Sagada, una pequeña localidad del norte de Filipinas donde los antiguos nativos daban sepultura a sus muertos en tumbas y ataúdes colgantes.
Sagada (Filipinas), 17 feb (EFE).- El turismo incontrolado está poniendo en peligro el valioso patrimonio de Sagada, una pequeña localidad del norte de Filipinas donde los antiguos nativos daban sepultura a sus muertos en tumbas y ataúdes colgantes.
En los últimos años, numerosos incidentes han deteriorado los atractivos turísticos del pueblo: desde robos de objetos sagrados, sesiones de fotos en zonas protegidas, desperdicios que los turistas o constantes chillidos de los visitantes en lugares donde yacen los antepasados.
"Hacemos lo que podemos para tratar de proteger toda nuestra herencia cultural y la naturaleza que nos rodea, pero a veces el número de visitantes que llega es tal que nos es imposible", asegura a Efe April Castro, de la Oficina de Turismo de la localidad.
Además de lagos, cascadas, bosques, cuevas y terrazas de arroz, Sagada es un importante reclamo turístico en Filipinas por sus "ataúdes colgantes", donde los nativos daban sepultura a sus muertos y que se conservan hasta nuestros días.
Según los historiadores, el objetivo de estas singulares tumbas, que están suspendidas en los imponentes acantilados de Sagada, era dar libertad al alma del fallecido para subir con facilidad al cielo.
Pero Sagada, lo que hasta hace poco era un lugar donde mostrar el respeto por la cultura y las tradiciones ancestrales, se ha convertido en un espacio caótico, ruidoso y abarrotado de gente.
"Hasta hace dos o tres años, uno venía aquí a ver los ataúdes colgantes y estaba con un puñado de personas.

Ahora mira en qué se ha convertido esto", dice una de las guías oficiales, Limay Quiore, mientras señala al barullo de personas armadas con cámaras y móviles.
Perdida entre las montañas del norte de Filipinas, pero situada a tan sólo 275 kilómetros de Manila, Sagada se ha convertido en un destino de referencia tanto para los manileños que buscan salir de "la jungla de asfalto", como de los turistas llegados de otros países.
Los números de la Oficina de Turismo de Sagada revelan el meteórico ascenso de la popularidad del remoto pueblo, que prácticamente se ha multiplicado por cuatro en dos años: desde los 36.500 visitantes de 2013 a los más de 138.000 de 2015.
Hace poco más de dos años y para tratar de controlar la situación, las autoridades de Sagada decidieron que las visitas a los lugares ancestrales y a las formaciones de las cuevas debían hacerse obligatoriamente con un guía que asegurara el comportamiento responsable de los turistas.
"Se han robado objetos muy queridos y valorados en nuestra cultura, y además tenemos que estar lidiando con constantes accidentes o despistes de turistas que se pierden porque actúan de forma irresponsable constantemente", agrega la trabajadora de la Oficina de Turismo.
Según Castro, hay mucho temor entre la población local de Sagada, de unas 12.000 personas, que tal avalancha de visitantes acabe deteriorando por completo tanto los bosques, como las cuevas, como las zonas donde se encuentran los ataúdes colgantes.
"Hay gente que está contenta, por supuesto, porque los turistas están dejando mucho dinero en el pueblo, pero hay mucha más gente que tiene miedo de que al final nos quedemos sin nada", explica Castro.
Últimamente, durante los fines de semana, los restaurantes han tenido que cerrar sus puertas tras quedarse sin comida, la gente se ha visto forzada a alojarse en casas privadas porque no hay hoteles disponibles y las vías del pueblo son un atasco continuo.
"Está bastante claro a estas alturas que no estamos preparados para el turismo masivo", sentencia la oficial del Ayuntamiento de Sagada.
"Nosotros hacemos lo que podemos, incluso nos hemos reunido con representantes de agencias de viajes para que limiten sus ofertas a Sagada, pero de momento parece que es más importante el dinero que preservar nuestra naturaleza y nuestra historia", añade.

Helen Cook

 

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