Jaime Elio Quintero García

Déjeme y le Platico de un Libro

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Recuento de la economía mexicana

domingo, 21 de febrero de 2016
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Manuel Sánchez González, economista y subgobernador del Banco de México, además de autor del libro “Economía mexicana para desencantados”, publicó hace apenas una semana un interesante ensayo sobre el libro: “El largo curso de la economía mexicana.

De 1780 a nuestros días”, escrito por Enrique Cárdenas Sánchez y editado por el Fondo de Cultura Económica, México, 2015.

Sus credenciales van de la cátedra en el ITAM hasta Oxford.
Ambas publicaciones son trabajos muy valiosos, primero por su rico contenido en cifras, datos y conclusiones temporales y atemporales y segundo, porque tanto el libro como el ensayo están escritos con estilos didácticos de amplia e inmediata comprensión para un gran segmento de la población, con nociones o estudios mínimos sobre la construcción de modelos económicos y su curso por momentos y etapas del desarrollo técnico y político del muy aciago entorno nacional e internacional mexicano.

Desde las postrimerías del Virreinato hasta las décadas actuales.
Entre los contenidos más sobresalientes se pueden mencionar varios, pero hay uno que, a juicio propio del ensayista, dignifica la obra, al desmitificar lugares, valores y decisiones durante etapas específicas de la historia mexicana y que sirve tal hecho, para revelar persistentes vicios y malas prácticas, convertidos en cultura y señeras limitaciones de la economía nacional.
Por ejemplo, el proteccionismo, la incertidumbre jurídica, la asfixiante sobrerregulación, lo complejo y desigual del sistema fiscal o la dependencia de las exportaciones a unos cuantos productos primarios.

Atavismos estos, que apenas empezamos a dejar de lado, no sin la ruda oposición de sectores políticos y actores económicos que en razón a intereses propios y de grupo se oponen al progreso.
Desde fines de la Colonia, no obstante la bonanza de las clases altas y las incipientes clases medias formadas por los nuevos ricos, que impulsaban ya para entonces, el fenómeno de la urbanización principalmente de la Ciudad de México.

Subsistía una realidad económica que se reflejaba en los bajos rendimientos de la minería, la baja o nula diversificación de la economía, el opresivo sistema impositivo y la irrefrenable diferencia social.
Los demasiados años de la guerra de Independencia provocaron una involución económica, al desintegrarse y colapsar los mercados formados durante la Colonia, las clases populares regresaron a las actividades productivas de subsistencia.

Al concluir esta etapa y constituirse la vida independiente, algunos segmentos de mercado dieron muestras de reactivación, mismas que fueron canceladas por las décadas de inestabilidad política, caracterizadas por las guerras y frecuentes asonadas políticas -precisa y con razón el autor del libro y el del ensayo.
Fue hasta la formulación y puesta en práctica de las Leyes de Reforma y posteriormente a la estabilidad impuesta por el régimen de Porfirio Díaz, en el que la llegada del ferrocarril y sus beneficios en la comunicación y el transporte de mercancías, la estabilización y el crecimiento del sistema bancario y financiero, y las necesarias y oportunas garantías a los derechos de propiedad y al cumplimiento de los contratos entre particulares y por parte del gobierno, dieron como fruto, al fin, una etapa de crecimiento económico y planes de desarrollo sustentables.
Sin más, las inconformidades y contradicciones sociales, económicas y políticas acumuladas durante el largo período porfirista, trajeron como consecuencia la Revolución mexicana.

Sus consecuencias nos llevaron a afectaciones económicas sin paralelo. Quedó entonces el país divido y hubo necesidad de reiniciar la formación de mercados y la construcción de clases empresariales nacionales y organizaciones obreras, a quienes hubo necesidad de proteger.

Esta época posrevolucionaria se llevó décadas en volver a pacificar al país y crear nuevas y más actuales instituciones públicas y privadas, al calor y bajo los efectos de la Primera Guerra Mundial, la Gran Depresión y posteriormente, la Segunda Gran Guerra.
Esta última propició la industrialización del país, la entrada de capitales privados y el incremento de las exportaciones en materias primas y manufacturas logradas con mano de obra barata, período que se conoce como el desarrollo estabilizador.

Modelo que bien describe Cárdenas Sánchez, cuyo agotamiento perturbó la vida de la nación.
Bien, amigo lector, esto que le acabo de platicar es apenas un sucinto concentrado que, por lo mismo, abarca a grandes rasgos las principales etapas y ciclos económicos, financieros, sociales y políticos por los que ha pasado nuestra economía y que describe y sintetiza con gran destreza idiomática y metodológica el doctor Sánchez González.
También es bueno agregar, y así lo advierte el autor del ensayo, que los factores distintivos ya descritos y los que aquí se agregan (falta de cohesión social, ausencia de un marco institucional adecuado, los errores en política económica, las barreras a la inversión y los obstáculos regulatorios), son si no todos, algunos de los más distintivos elementos que hacen contraste con las economías que practican los países desarrollados, como Estados Unidos y otros, con los que hoy y en virtud a la globalización hemos de integrarnos sin dilación.
GRACIAS POR SU TIEMPO.






¿Sabía Usted?
RELIGIONES
Mr. Kuinkelly
México, se sabe, es predominantemente católico. Sin embargo, de acuerdo a los datos censales del INEGI, desde hace un siglo ha habido cambios en la composición religiosa del país, presentándose mayor diversidad de credos.

Destacan tres grandes rubros poblacionales: la católica, diferente a la católica y sin religión. Esto es, por cada 100 creyentes, 92 son católicos y ocho profesan otra religión; que son: cristianismo (que incluye protestantes históricas, evangélicas y bíblicas no evangélicas), budismo, islamismo, judaísmo, espiritualismo y nativismo, principalmente.
Tamaulipas está entre las siete entidades del país con menor porcentaje de población católica, siendo mayor el número de personas protestantes y evangélicas, las cuales suman 210 mil aproximadamente -cifra mayor a la población total de Ciudad Madero (197, 216), de acuerdo al Censo 2010-, con mayor presencia en los municipios grandes como Matamoros, Reynosa, Tampico y Nuevo Laredo, destacando en porcentaje en Burgos, Casas y Méndez.
Los Testigos de Jehová tienen presencia en sólo tres de los 43 municipios de Tamaulipas -cifras también del INEGI- y representan en total poco más de 3 por ciento de la población estatal.

Mientras que la población no religiosa, se encuentra en todos los municipios del Estado y es la que mostró mayor crecimiento durante la década de 2000 a 2010, con una tasa de 5.1% anual, en tanto que la tasa de crecimiento de la población católica fue de 1.7% y la de otras religiones, 3.5%.
¡Si no lo sabía… créalo porque es cierto!

 

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