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El descubrimiento de Gadoury, que está a punto de ser publicitado por una revista científica, ha dejado boquiabiertos a los especialistas, tanto a los de la NASA, como a los de la Agencia Espacial Canadiense y a sus homólogos japoneses.
El adolescente llegó a analizar 22 constelaciones salidas del imaginario maya y cayó en la cuenta de que si las cotejaba con un mapa fidedigno de las constelaciones establecido por la comunidad científica, la forma de aquella correspondía a la ubicación de 117 ciudades mayas construidas entre el año 2.600 antes de Nuestra Era y el año 1.000 después de Nuestra Era.
Hasta el momento de lanzar su propuesta, ningún científico había osado establecer semejante correlación entre el posicionamiento de las estrellas y la ubicación de las ciudades de nuestros antepasados.
Como si esto fuera poco, William se lanzó a analizar una vigésimo tercera constelación que contenía tres estrellas y a la cual le correspondían solo dos ciudades en el mapa, de lo cual dedujo que debe existir una ciudad en un lugar extremadamente aislado e inaccesible de la península de Yucatán, en territorio mexicano.
Poco tiempo después, un análisis a partir de fotos satelitales tomadas por agencias espaciales reveló que, en efecto, existe una pirámide y una treintena de construcciones anexas en el sitio fijado por este joven aficionado.
“Formas geométricas, como cuadrados o rectángulos aparecieron en estas imágenes; formas que difícilmente pueden ser atribuidas a fenómenos naturales” , declaró el Dr. Armand LaRocque, especialista en teledetección en la Universidad du Nouveau-Brunswick.
De manera que no solo este adolescente ingenioso habría descubierto una nueva ciudad maya, sino que se trataría de una de las más grandes.
“Cuando el Dr LaRocque me confirmó en enero pasado que se veía una pirámide y un grupo de estructuras, me pareció extraordinario”, declaró a la prensa el jovencito, quien tuvo el privilegio de concederle un nombre: K’ÀAK’ CHI’, que significa Boca de fuego.
“No entiendo por qué los mayas construyeron sus ciudades lejos de los ríos, en terrenos poco fértiles y sobre las montañas”, precisó William Gadoury.
“Tiene que haber habido una razón de peso, y como ellos adoraban las estrellas, se me ocurrió verificar mi hipótesis. Cuando me di cuenta de que las estrellas más brillantes de las constelaciones correspondían a las ciudades más grandes de los mayas, me puse muy contento” , continuó.
/Noticias