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Perdidos, al buscar el sueño americano

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Héctor Silva, Casa del Migrante “Senda de Vida”.
Los migrantes viven una serie de desagradables acontecimientos y muchos se convierten en habitantes de las calles de Reynosa
lunes, 5 de septiembre de 2016
Por: Alejandra Chavana
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LA PRENSA / REPORTE

Tan sólo a la frontera de Reynosa, cada semana ingresa un total de 300 migrantes que persiguen el sueño americano. Muchos no logran cruzar el río Bravo.

Otros tantos son deportados. De una u otra manera, son albergados en la Casa del Migrante “Senda de Vida”; pero hay quienes pierden su camino y terminan por vivir en las calles, a la espera de una oportunidad para regresar con sus familias a Estados Unidos.

NECESIDAD DEL MIGRANTE

La Casa del Migrante “Senda de Vida” atiende alrededor de 50 migrantes. Llegan por unos días y se van. Después ingresan nuevos migrantes.

Es un ciclo de nunca acabar.

Cada semana llega un promedio de 300 migrantes, tan sólo a la frontera de Reynosa.

“De esos 300 a la semana, unos 20 ó 30 se quedan”, indicó Héctor Silva, responsable de la Casa del Migrante, en donde albergan la mayoría de los migrantes deportados o aquellos que no pudieron cruzar la frontera.

“Vienen unos que son defraudados por las personas, los dejan en los hoteles”, explicó.

Algunos no saben de la existencia de albergues y casas migrantes, por lo que no les queda otra opción que vivir en las calles.

“Muchos de ellos buscan tener su propia casa”, comentó.

En ese sentido, Senda de Vida trabaja conforme la necesidad del migrante. No es un hogar permanente y tampoco hay un límite específico de tiempo en su estancia.

“Aquí en la ciudad se les consigue trabajo y puede regresar a su lugar de origen”.

En numerosos casos, Héctor Silva se ve obligado a desalojar a quienes abusan de las comodidades que se les ofrece. Los migrantes consiguen trabajo, obtienen dinero y compran drogas.

Al momento de ser detectados bajo los efectos de esas sustancias, son desalojados.

“Al tiempo del pago, cuando su patrón les paga, van y gastan su dinero y me quieren llegar tomados o drogados”, explicó el pastor, por lo que no está permitido dar alojamiento a ese tipo de personas.

NO LOS AYUDAS, AL AYUDAR.

No son propiamente migrantes. No son indigentes. Son personas que, poco a poco, perdieron identidad.

Los migrantes que se convierten en habitantes de la calle, generalmente, sobreviven el día a día con trabajos temporales (limpiavidrios, albañiles, jardineros).

Muchos están a la espera de las fundaciones que diario llevan comida a personas con necesidad. Y es así como subsisten.

La mayoría de los migrantes que habitan en la intemperie, se concentran en la acera frente a la Casa de Migrante Nuestra Señora de Guadalupe.

“Los días para ellos son diferentes. A veces llueve, a veces no hay trabajo”, aseguró Héctor Silva.

Explicó que hay personas que, sin esfuerzo, están a la espera de las buenas personas que brindan alimentos de manera voluntaria y gratuita.

“Ellos dicen ´bueno pues aquí me vienen a dar de comer´ y caen en esa área, donde está el vicio y la droga”, aseveró.

En ese sentido, al querer ayudar, les hacen un “mal”, aseguró Héctor Silva que el mejor apoyo que se le puede dar a una persona que habita en la calle, no es llevar simplemente un plato de comida, sino sacarlo de dónde está.

“Un migrante lo que busca es salir adelante”, dijo el responsable de Senda de Vida.

Especificó que no se debe de poner la solución en las manos, sino enseñarlos a que –por si mismos- son capaces de conseguir mucho más.

“No estoy diciendo que es malo llevarles el alimento” enfatizó, pero las personas de buen corazón no tienen idea de porqué los habitantes de la calle siguen ahí, y siempre hay otras opciones.

 

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