Jaime Elio Quintero García

Déjeme y le Platico de un Libro

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Los Cambios y sus costos

sábado, 1 de octubre de 2016
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Octubre y noviembre son meses en los que el tema central es el presupuesto de egresos de la nación, su tamaño, los efectos políticos y sus perspectivas o consecuencias, a partir de un referente casi único, el servicio de la deuda externa e interna, mismo que para el próximo 2017 representará 50.2% del Producto Interno Bruto nacional.

Dicho de otra manera, el pago de intereses por adeudos a los bancos y organismos internacionales será equivalente a la mitad del valor en pesos de lo que se produce en todo el país durante un año.

Claro está que a la sociedad en su conjunto esto no le dice mucho o tal vez nada, por lo que bien vale la pena poner un referente práctico, lejos de los números.

Para Estados Unidos por ejemplo -nuestro principal socio comercial-, este mismo concepto (costo de la deuda), equivale a más del 100% del PIB, y para los países europeos representa entre 60 y 80% de sus PIB’s, son economías más grandes y que acusan un crecimiento semejante al de México y el resto de los países emergentes.

Estos datos nos hacen pensar que en términos comparativos, el costo presupuestal del servicio de la deuda no está desbordado ni es alarmante financieramente, mas -y no basta decirlo- se ha llegado al tope máximo aceptable por los economistas y politólogos conservadores que quisieran ver en ceros el endeudamiento, es decir, hacer realidad la utopía académica del cero adeudo, para lo que se requeriría ajustar el gasto del sector público a sus ingresos reales.

Algo o mucho de lo anterior, es lo que se recoge en la iniciativa de la Ley de Ingresos y en la del presupuesto de egresos para 2017, formuladas por el Ejecutivo federal y enviadas al Poder Legislativo recientemente, lo que ha causado sobresalto entre las bancadas de los partidos de izquierda principalmente, quienes quisieran que se tomará el camino fácil y desastroso de gastar y gastar sin ton ni son.

Claro, hay un camino también fácil para equilibrar ingresos y egresos del sector público en México: subir los impuestos, cuyo porcentaje del PIB apenas llega al 13 o 18%, según reportan organismos nacionales e internacionales dedicados a este tema (FMI, OCDE, Hacienda, Congreso, Bancomext y otros más).

¿Se puede hacer esto? Claro que se puede, basta conciliar los intereses de los partidos en el Poder Legislativo y subirles su tajada para llegar a un consenso mayoritario, y elevar las tasas impositivas a quienes ganan más y se quedan con la mayor parte de la renta nacional.

Déjeme, amigo lector, darle algunos datos recientemente publicados por el INEGI y retomados por la economista, articulista y política Cecilia Soto, en su colaboración del periódico Excélsior de la Ciudad de México: Se dice que ya para el año 2014, el grupo social élite en materia de ingresos en este país, tenía y tiene la siguiente estructura: Dos millones de familias tienen ingresos entre 1 y 3 millones de pesos anuales, 173 mil familias reciben ingresos de 3.4 millones anuales, 88 mil familias reciben ingresos por 4.5 millones, 52 mil ganan 5.5 millones, 55 mil con 6.8 millones de ingreso, 27 mil con 8.9 millones, 28 mil con 12 millones, 10 mil con 17 millones, 7 mil ganan 24 millones anuales, 4 mil con 37 millones anuales, dos mil con 66 millones y 16 familias con ingresos mayores a 500 millones anuales.

Todas, amigo lector, desde el primer segmento hasta el más reducido, pagan por concepto de impuesto sobre la renta 34% de sus ingresos, y no el 60% o más, para los de mayor ingreso.

Es claro que la brecha de la desigualdad social nos lleva a la brecha de la injusticia tributaria, deben pagar más quienes más ganan, quienes retienen para sí una muy buena parte de los beneficios del magro crecimiento económico.

Qué bueno -es una ironía- que no hemos crecido a tasas más altas, porque la desigualdad sería mayor e insoportable políticamente.

Sin embargo, ¿por qué no se ajustan al alza las tasas impositivas y se evitan los recortes presupuestales y la afectación a los rubros de inversión en infraestructura física y social que impulsan el crecimiento de la economía y el bienestar nacional? Por promesas mal explicadas y peor entendidas de no aumentar los impuestos, pero sencillamente por el elevado costo político que esto conlleva, una inmensa y permanente campaña de desprestigio sería la consecuencia inmediata para el gobierno que se atreva a una reforma fiscal de este tamaño.

Ya hemos visto, a lo largo de estos últimos dos años, las secuelas en términos de desprestigio para el gobierno, campañas que tienen en sus niveles más bajos de aceptación al Ejecutivo federal y sus colaboradores, ya no se diga a su partido, acciones instrumentadas como consecuencia de las reformas energética, de telecomunicaciones, fiscal y financiera principalmente.

Se imagina usted, mi estimado amigo, lo que harían en contra del gobierno esos poderosos grupos y familias élite que hoy se benefician de un sistema fiscal inequitativo; podrían, sin lugar a dudas, tirar a un régimen político electo democráticamente, y no es novedad, ya lo han hecho a lo largo de la historia reciente, ejemplos hay muchos por todo el mundo.

Amigo lector, créame, no es que los problemas de inversión y gasto público del país no tengan solución y estemos obligados al gasto austero y a los recortes presupuestales draconianos, sí que hay soluciones, pero los costos de éstas son tan altos, que es preferible limitarse a lo posible y razonable, no más allá.

Sobre todo teniendo en cuenta que la gente compra sin mayor explicación, argumento, prueba fehaciente o razón cierta, todo lo que se dice sobre gobiernos y personajes de la política local, nacional e internacional.

Así son las cosas, amigo lector, en el mundo real y así hay que plantearlas, aún y cuando no guste o se piense diferente, en el entendido de que la verdad dicha a tiempo o a destiempo, no resuelve las cosas pero sí ayuda a entender lo que sucede.

Por esa razón y otras semejantes, el juicio viene al correr de los años, cuando el tiempo ha hecho su trabajo y es posible valorar acontecimientos sociales y acciones de gobierno.
GRACIAS POR SU TIEMPO.


¿Sabía Usted?
Mr.

Kuinkelly
El cerebro se olvida deliberadamente de ciertos recuerdos a fin de evitar la sobrecarga de información y las resacas emocionales. Puedes aprender mucho de una persona escuchando la música o una canción que le guste.

El contacto físico de una persona que te gusta y en la que confías, puede aliviar eficazmente el estrés y reducir la tristeza hasta 60%.

Las personas inteligentes tienden a tener un menor número de amigos, ya que es menos probable que confíen en cualquiera. Los perros sienten el dolor de las personas y buscan aliviarlo.

El enojo estimula la región cerebral responsable de la honestidad, por lo tanto, una persona enojada es probable que diga la verdad. El filósofo griego Platón, pensaba que el amor era una enfermedad mental grave.

Si tienes hambre no podrás dormir, si no tienes sueño, te dará hambre; son funciones interconectadas a nivel neuronal. Los escalofríos que a veces se producen al escuchar música, son en realidad causados por un golpe de dopamina que es liberada en el cuerpo.

Cuando hablamos solos en voz alta, ayudamos a nuestro cerebro a procesar mejor la actividad en la que nos concentramos. Mientras más tiempo estés con alguien que te guste, más atractivo se volverá para ti.

Esto es conocido como atracción por proximidad. Irónicamente, es más probable que seas ignorado por la persona que le pongas mayor atención.

Decir groserías extiende hasta 50% nuestra capacidad de soportar el dolor.

¡Si no lo sabía… créalo porque es cierto!

 

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