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Henequén para calzado y bolsas artesanales

Un grupo de emprendedores con discapacidad confecciona diversos productos con la fibra de esta planta
lunes, 21 de noviembre de 2016
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HUNUCMÁ, Yuc., noviembre 21 (EL UNIVERSAL).- La empresa de Mónica Gutiérrez Ortiz tiene dos particularidades que la hacen única: elabora zapatos con fibra de henequén —en muchos casos al gusto del cliente— y los empleados son, al igual que ella, gente con alguna discapacidad y/o de la tercera edad.
Mónica, de 45 años, está casada con Moisés Poot Tun, quien también padece una discapacidad.

El matrimonio tiene dos hijas, Frida de 14 años y Nicté-Há de 11 años. Ambos trabajan en la empresa Nicté-Há, que tiene sus instalaciones en Hunucmá, al poniente de Yucatán.
“Para la empresa también trabajan mujeres de otros municipios, quienes elaboran las prendas que distribuyen y les permiten obtener ingresos, son también gente en situación vulnerable”, comenta Mónica.
Narra que fue atleta paraolímpica y el deporte le creó carácter, por eso en la vida y en su industria siempre se pone metas nuevas.

“Así, con el afán de mejorar la empresa, nuestro trabajo lo estamos basando en personalizar, el cliente nos contacta por línea… y ellos tienen la ventaja de escoger cómo quieren la combinaciones de su calzado.

La combinación que quieren ellos es la que se les hace y se les envía”.
Las prendas las comercializan en diferentes municipios de Yucatán, así como de Quintana Roo y otras partes del país.
Mónica y Moisés sólo cuentan con dos máquinas y unos cuantos instrumentos y herramientas, pero están convencidos de que lo importante es “la unión, que es lo que hace la fuerza”, ya que incluso trabajan con recursos propios, por lo que no han tenido que recurrir a ningún préstamo.
La empresa busca ampliar su gama de productos, y en fecha reciente empezaron a elaborar bolsas de dama también con base en la fibra del henequén.
Mónica es ama de casa y artesana, organizadora y administradora de la zapatería Nicté-Há, que en lengua maya significa Flor de Agua, nombre con el que bautizó también a su hija menor.
Gutiérrez Ortiz en un día normal cocina para su esposo y dos hijas, una está en sexto grado de primaria y la mayor en tercero de secundaria.
Nos recibe en su casa y mientras cocina chuletas marinadas con nopales y una sopa de verduras, platica que nació en la Ciudad de México, pero desde pequeña sus padres la trajeron a Yucatán.

“Soy más yucateca que nadie”, dice con orgullo.
Este día, además de cocinar y recoger a su hija menor en el colegio, Mónica vigila al personal: dos adultos mayores y dos mujeres, que le ayudan en la confección de zapatos y bolsas, tortilleros, aretes, centros de mesa, entre otros productos.

Los precios

Las prendas tienen precios diferentes, los zapatos de dama cuestan 400 pesos y los de caballero hasta 550 pesos, en tanto las bolsas, 350 o 500 pesos, según el tamaño, color y la confección.

Incluso trabajan sobre pedidos.
Las ganancias de la elaboración y venta de sus productos son suficientes para que la familia Poot Gutiérrez viva decorosamente.

Ellos dicen privilegiar los valores.
Mónica narra que en 2015 participaron en un concurso de emprendedores organizado por la Secretaría de Educación Pública (SEP) y ganaron el primer lugar, aunque luego les argumentaron que había muchos links que no estaban confirmados como legítimos y les insinuaron que deberían aceptar el tercer lugar.
“Nosotros son sentimos indignados porque no hicimos trampa, ganamos en buena ley porque tenemos seguidores y simpatizantes; así que acordamos retirarnos, la dignidad no tiene precio”, acotó.
Las mujeres y hombres que trabajan en esta sociedad casi familiar (aproximadamente 25 personas), son de la tercera edad o bien con alguna discapacidad.

En el caso de Mónica y su esposo, Moisés, ambos nacieron sin motricidad en sus piernas: él por poliomielitis y ella por un virus genético.
Mónica sostiene que lamentablemente en México todavía hay discriminación y marginación hacia las personas con algún tipo de discapacidad y relata que en su caso experimentó cómo a los deportistas paraolímpicos se les niega la ayuda que a los deportistas convencionales se les da siempre.
La entrevistada tiene habilidad para bordar y trabajar en la máquina para confeccionar zapatos y otros artículos; su discapacidad no le impide cumplir con sus labores en casa ni ir por su hija Nicté-Há a la escuela, para lo cual usa una motocicleta adaptada a sus condiciones físicas.
Para la artesana, rescatar el henequén, el “oro verde”, para hacer prendas y darle empleo a gente sin muchas oportunidades es lo que vale.
“Nosotros no estamos argumentando que tenemos alguna discapacidad, sino buscamos salir adelante, sí se puede, todo es cuestión de decisión, de voluntad y de unión, como la que hemos logrado en la zapatería”, dice.
Relata que todo su trabajo en gran medida es artesanal y que, por fortuna, han logrado encontrar clientes en varias partes del país, y el negocio, aunque modesto, va funcionando, pero sobre todo, “nuestra vida y como estemos depende de nosotros, no estamos a expensas de otras personas”, concluye.

 

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