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Celebrando al maíz mexicano

En San Felipe Cuatenco de Contla de Juan Cuamatzi celebraron su primera Feria del Maíz, aunque Tlaxcala tiene amplia experiencia en este tipo de eventos que, a lo largo del país
jueves, 9 de marzo de 2017
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CIUDAD DE MÉXICO, marzo 9 (EL UNIVERSAL).- En San Felipe Cuatenco de Contla de Juan Cuamatzi celebraron su primera Feria del Maíz, aunque Tlaxcala tiene amplia experiencia en este tipo de eventos que, a lo largo del país, sirven para intercambiar y compartir conocimientos, semillas y memorias.
México se saborea al ritmo del maíz y de la sabiduría del nixtamal.
Pedro Hernández Mujica es de San Juan Bautista Ixtenco, una de las comunidades vecinas.

Su amor al campo lo trae en la sangre. Su abuela Pascuala le enseñó y ella aprendió de sus padres. Cultiva teocintle, el ancestro del maíz; maíz ajo, una variedad antigua que sólo sirve como ornamento; cacahuazintle, coral, rosa, azul, negro, morado y el conocido como “sangre de Cristo”, que es color crema y con unas manchas rojas en la parte superior.
“El maíz es noble.

Nos sirve para todo: artesanías, atoles, tortillas y hasta para ponernos contentos o adornarnos con collares y aretes,” explica.
Pedro usa yunta, burros y estiércol como abono orgánico y siembra según las etapas de la luna.
“Cuando está llena es cuando se debe hacer”, agrega.
También cuenta que los fertilizantes son caros y el mercado para vender es poco, pero sigue haciéndolo por conservar su cultura y sus raíces.

“No es rentable cultivarlos. Muchos se están yendo por transgénicos ya que en una hectárea les rinde al doble. Desgraciadamente con los precios tan altos no se puede subsistir nada más del campo.

Antes nuestros padres y abuelos salían a Puebla a vender este tipo de productos”.
Reyna Angoa Salvador, orgullosamente otomí, aprecia, de entre todas sus variedades, el maíz morado que se utiliza para preparar una bebida llamada atole negro o agrio, una comida ritual para celebrar al santo patrono de Ixtenco, San Juan Bautista el 24 de junio.
Por su lado, María Celerina Tzoni Solís es campesina y a sus 81 años sigue cultivando maíces coral, blanco, cacahuazintle y azul, que ella llama “cabeza de gorrión”.
Su siembra es de marzo y solo el agua de la lluvia los mantiene vivos.

“Es un trabajo esclavizado, no vives de eso. Mi hijo y yo nos vamos a las seis de la mañana y estamos ahí muchas horas,” explica.

Su maíz lo usa para auto consumo y ella piensa que su terruño y frutos son patrimonio.
Alicia Sarmiento Sánchez es parte de la organización indígena campesina Proyecto de Desarrollo Rural Integral Vicente Guerrero A.C.

Esta activista, originaria del municipio de Españita, es parte de este colectivo que busca la soberanía alimentaria.
“Uno de los grandes retos de nuestros maíces es hacerle frente a programas gubernamentales que están introduciendo semilla mejorada y fertilizantes.

Hay que contrarrestar esa parte y demostrar que la nativa es mejor y se aclimata a todo tipo de cambio. Hemos pasado sequías, exceso de lluvias, heladas y el maíz criollo sigue resistiendo,” comenta y asegura que gracias a la organización civil y las prácticas agroecológicas las comunidades y la producción han mejorado.
Los presentes se asumen como indígenas.

Lo fundamental es que sus prácticas ecológicas conservan el entorno, aprovechando los insumos de la milpa con una cosmovisión de mutualismo con la naturaleza.

Es el alimento más allá de un tema comercial: sin las mujeres que seleccionan las mejores semillas y los hombres que trabajan arduamente nada de esto seguiría con vida.
Conoce más del tema asistiendo este 11 de marzo a la celebración de los 20 años de la Feria del Maíz en Vicente Guerrero, localidad tlaxcalteca.

El Universal /

 

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