Jaime Elio Quintero García

Déjeme y le Platico de un Libro

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 La Residencia presidencial

domingo, 23 de abril de 2017
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La residencia oficial de Los Pinos, alojamiento permanente del titular del Poder Ejecutivo Federal en México, tiene una muy interesante historia, desde la última parte prehispánica hasta la actualidad.

La narra José Emilio Pacheco en diciembre de 1998 y la dedica a la memoria del maestro Miguel García Mora; misma que reproduce Nexos en su número del pasado mes de marzo.
La narrativa consta de seis títulos, el primero de ellos, inicia con la referencia a un manuscrito de 1538, de lo que hoy se llama Los Pinos.

Resulta que Tláloc y los tlaloques, desatan su ira contra Tula y define el fin de los toltecas, tras cuatro años de sed y hambre. A la sazón hace brotar el maíz de entre las aguas del gran lago de Chapultepec, con lo que inicia la llegada de los mexicas.

El propio Tláloc lanza una lluvia de piedras y una de ellas, cae en la parte de atrás del cero de Chapultepec, lugar donde se edifica la piedra de los sacrificios (Techcatlitan).

Nombre del primer título de la reseña.
“Ahuehuetes y manantiales”, es el nombre del segundo título. En 1945, Nezahualcóyotl, poeta, arquitecto y urbanista le da orden y traza urbana al bosque y siembra los ahuehuetes que actualmente adornan y visten al bosque de Chapultepec.

Construye el acueducto que surte de agua a Tenochtitlan, y transforma la cima del cerro en lugar de reposo de los tlatoanis.
En ese mismo lugar, Moctezuma es enterado de la llegada de los españoles, intenta suicidarse en la cueva de Cincalco, cosa que no logra llevar a cabo, pues sus asistentes se lo impiden y lo obligan a enfrentar su destino.

Se desata la gran batalla en la que Alvarado ocupa Techcatlitan y Chapultepec, y con esto, priva de agua a los aztecas y los ataca desde esas mismas posiciones.
“El pan y Guillermo Prieto”, es título siguiente.

Los terrenos de que se habla al parecer, dice el narrador, forman parte del marquesado de Cortés, se dice también que en esos alrededores estuvo la casa de la Malinche, luego en 1525, se menciona la existencia de un molino que usa las aguas del río Tacubaya, y con esto inicia la época o era del pan de trigo, y la batalla en contra del maíz.

En 1550, se edifica en forma el Molino del Rey, propiedad del regidor Ruy González, llegado a estas tierras en compañía de Pánfilo de Narváez.
“La batalla de Molino del Rey.” Con extremada frecuencia, advierte la narrativa, el lugar de descanso y recreo es relacionado con aspectos militares.

Si los españoles construyeron en ese lugar un gran polvorín, temiendo una invasión inglesa, muy anunciada por esas fechas, los mexicanos establecieron en el lugar, un fuerte llamado Casamata y una fundición de cañones para enfrentar al general Scott.

En 1847, se registró la batalla de Molino del Rey, ocasión de desprestigio y complicidad de los mandos militares mexicanos, y a la vez, el heroísmo de oficiales que enfrentaron sin suerte, la agresión de las tropas del general Scott.
Con el mismo contenido histórico, lleno de interés, datos y sucesos, transcurren los restantes títulos, hasta llegar al final, cuando el general Lázaro Cárdenas asume el poder y establece o construye lo que hoy conocemos como la residencia oficial de Los Pinos, cuyo nombre se debe a la huerta de Acámbaro, en la que el general conoció y se enamoró de doña Amalia Solórzano, una bella joven de apenas 18 años.
Al abandonar el Castillo, mismo por el que durante muchos años, pasó el poder y gran parte de la historia y formación del país, se criticó mucho que se abandonaba también el símbolo sacro del poder mexicano.
Es este relato del Castillo, cerro y bosque de Chapultepec, amigo lector, un verdadero tratado de historia y por supuesto, emblema y origen del asiento del poder en México.

Yo le recomiendo se haga del número de la revista Nexos, que ya le comenté, y lea el total del relato, es en verdad apasionante y bien acreditado.
GRACIAS POR SU TIEMPO

¿Sabía Usted?
Mr.

Kuinkelly
No hay mexicano que no tenga o no conozca algún utensilio de peltre, desde el pocillo pa’l café, cucharas y cucharones de cocina, ollas de todos tamaños, sartenes, platos, cubiertos, tazas, tinas, tamaleras, comales, bacinicas, etcétera, pintados con su característico esmalte de color azul, verde, café, blanco o negro, ya sea liso o con acabado veteado y orilla de distinto color, bueno, pues todos esos utensilios son orgullosamente: artesanías mexicanas.
El peltre es resultado de un invento alemán, descubierto cerca del año 1760, mientras hacían experimentos que buscaban quitar el sabor a metal que quedaba en los utensilios de cobre para comer.

Al parecer, llega a América a principios del siglo XX, donde su elaboración se realizaba en negocios familiares y poco a poco se fue industrializando, añadiendo otros colores y perfeccionando los acabados del esmaltado.
En México, aunque si su fabricación es en serie, cada pieza continúa elaborándose y pintándose a mano por trabajadores, que hoy forman parte de una industria que exporta a diferentes partes del mundo estos artículos muy mexicanos, ahora con modernos y originales diseños.
El peltre deriva de la aleación de estaño, cobre, antimonio y plomo, lo cual produce un material muy maleable y duradero, que luego de forjarse a altas temperaturas, se baña en esmalte y se deja secar.

Después de tener enorme demanda, hace pocos años atrás comenzó cayó casi en desuso debido a la aparición de nuevos materiales y al temor de su toxicidad por contener plomo, lo cual puede suceder si se desagasta mucho el esmalte y se deja al descubierto la capa de plomo.

Si eso le sucede, es hora de reemplazar la pieza. Actualmente, el peltre está volviendo a ser una moda y afortunadamente es de precio muy accesible.
Si no lo sabía… ¡Créalo porque es cierto!


 

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