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"Si ellos lo hacen, ¿por qué yo no?"

"¿Quieres uno?", le preguntó su mejor amiga de esa época. "Sí, va", respondió. "Por ella empecé a fumar. Me gustó y le fui agarrando la onda"
lunes, 11 de diciembre de 2017
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CIUDAD DE MÉXICO, diciembre 11 (EL UNIVERSAL).- "¿Quieres uno?", le preguntó su mejor amiga de esa época. "Sí, va", respondió.
"Por ella empecé a fumar.

Me gustó y le fui agarrando la onda", comenta Gio, quien de sus 17 años, lleva tres como fumadora.
Primero fue pasiva por el círculo de amigos en el que se desenvolvió, pero luego, por curiosidad y por invitación de una de sus amigas, le dio el primer jalón al cigarro.
A los 15 años, justo cuando entró a la preparatoria en la Ciudad de México, Gio convivía con sus amigos afuera de la escuela para consumir tabaco.

Fue por imitación, por sentirse parte del círculo y porque su amiga, que fumaba mucho, le ofreció su primer cigarro.
Después de probar, la joven, entonces de 14 años, compraba su cajetilla, se terminaba tres o cuatro cigarros al día; una cajetilla a la semana.

Lo hacía al terminar las clases, pero luego pasó a la tanda del cigarro matutino.
Hasta los primeros días, sus padres no sabían que fumaba, pero una ocasión Gio estaba fumando con uno de sus amigos a la hora de la salida en su preparatoria.

Su padre llegó y la vio con el cigarro en mano.
"A mi papá no le gusta el cigarro, lo detesta, lo odia, lo alucina y mi mamá fuma muy casual.

Un día estaba con un galán y llegó mi papá y se molestó, me regañó, me dijo que fumar era malo, que afectaría mi salud".
Pero la chica, entonces recién egresada de la secundaria, pasó por alto los consejos de su padre.
Actualmente fuma siete u ocho cigarros diarios.

Si es día social, de fiesta o antro, consume más, desconoce cuántos, "pero apagas uno y otro y otro".
Ella no considera tener una adicción agravada, porque no siente que necesita el tabaco todo el tiempo, no le da ansiedad, es simplemente una costumbre.
Dice que cuando ella lo decida puede dejar ese hábito.

Como ejemplo, se le viene a la mente que ha pasado una semana sin probar el cigarro "y no hay problema".
Sabe de las complicaciones a la salud que genera el consumo habitual del tabaco, como el cáncer de pulmón.

Menciona que "vienen las advertencias en la cajetilla", pero asegura que, como muchos, no hace caso y sigue fumando sus siete u ocho cigarros diarios.
"¿No te da miedo lo que dice la cajetilla?", se le pregunta.
"No.

Siento que es porque realmente no ves los estragos, eres escéptico a lo que dicen porque aún no lo vives y no haces mucho caso. Tengo amigos que sus familiares sí han padecido alguna enfermedad, consecuencia del tabaco, pero no he tenido un caso así y no me fijo mucho en eso".
Dice estar segura que lo puede dejar.

Hace retos con sus amigas de dejar de fumar por un tiempo, pero después regresa. No practica actualmente algún ejercicio, pero en las ocasiones que lo ha hecho siente los estragos del cigarro: "Te cansas más y los pulmones no dan".
No se arrepiente de comenzar a fumar, pero cree que pudo haber sido mejor comenzar al tener la mayoría de edad.

"A los 14 o 15 no tienes mucha consciencia, lo único que haces es seguir a los demás. ‘Si ellos fuman, ¿por qué yo no?’.
"Creo fielmente que los que iniciamos con el hábito antes de la mayoría de edad es por imitación, por querer adaptarse a una sociedad, para quedar bien, para ser aceptado".
Dice que lo va a ir dejando de forma paulatina, conforme tome otras prioridades en su vida, una de ellas estudiar Derecho y cuando lo haga indica: "No voy a tener mucho tiempo para pensar en fiestas, en fumar y tomar, es la escuela, la universidad, tu futuro y tienes que ir sobre tus sueños.
"El cigarro es pasajero", remata Gio.

El Universal

 

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