REFLEXIÓN DOMINICAL

Antonio Fernández

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A la ofensa la penitencia es perdón

…” Deja allí tu ofrenda delante del altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda “… (Mt. 5, 24)
domingo, 14 de julio de 2019
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Adoctrinando a la humanidad de todos los siglos la Catedra del Divino Maestro legislo; …” Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen, rogad por los que os calumnian “… Al instante el impulso soberbio del ser humano en su interior insulta; … ¿Cómo he de hacer el bien al que me abomina? ¿Cómo he de bendecir al que blasfema contra mí? ¿Cómo he de rogar por aquel que me incrimina falsedades? ¿Quién es capaz de tolerar semejantes desviaciones anormales? Para el carente de fe todo ello es imposible, para el cristiano católico es comprender la palabra de Jesús Hijo de Dios que para la salvación del alma es perdonar y ayudar con amor al enemigo en palabra, obra y pensamiento amor, es unir la caridad, bondad y toda acción de bien al prójimo este o no desvalido porque se acepta de corazón la legislación de renunciar a la venganza, al desquite o la represalia, esforzarse a vencer el instante en que como chispazo salta del “Yo” la agresión a frenarla aunque repugne la molestia de ser agredido y sea el perdón que predomine la comprensión y tolerancia por amor a Dios por ese prójimo exasperado por la soberbia y la colera, el cristiano católico obrar como el Señor desea se conquiste la salvación de su alma.

Leer o escuchar está disposición del Señor que viene del quinto mandamiento; …” No matarás “…es fácil, sacude el corazón que se dice; ¡Yo perdonare al que me ofende! Pero no se dice; ¡Luchare conmigo mismo para dominar mis exaltaciones por amor a Dios! Cuando se actúa por propias fuerzas nada se va obtener, se va a lograr cuando por la fe se llega a la firme determinación de que la forma de vivir en este mundo es grabar en el alma y corazón la enseñanza de Cristo Nuestro Señor cuando en agonía dijo; …”Señor perdónales porque no saben lo que hacen “…Oración que debiera estar pronta en el corazón del cristiano católico cuando la avalancha del ofensor viene contra de él por un prójimo encolerizado e irritado; Muy difícil llevarlo a los hechos cuando se carece del estado de gracia, porque la pasión es violenta arrebata de la calma y pasividad a una posición de ira, coraje y desprecio olvidando en ese instante todo orden y respeto a la esposa, hijos, amistades, en la calle al ir en automóvil, motocicleta, en el autobús de pasajeros, en fin la explosión no tiene lugar especial, el mundo es su campo de acción, porque para el agresor y agredido no hay respeto ni orden, si este último responde al odio con odio y no con perdón.

Cayendo en la problemática donde la soberbia, la colera y el furor del arrebato en ningún momento aparece a sacar del problema, ¡Claro! la maldad calla porque es incitación del diablo que estimula y calla a que el pecador no se detenga en su caída envuelto en la angustia, coraje y dolor, desconsuelo e incertidumbre, el deber del cristiano católico para con sus hermanos es el perdón por amor a Dios, aprendiendo de Él que no cesa de perdonarnos para que nosotros hagamos lo mismo con nuestro prójimo, ahondando la oportunidad a recapacitar en el bien al prójimo de donde surge la pregunta; ¿En las ocasiones en que se ha sido ofendido, injuriado, maldecido o ultrajado, insultado o ser objeto de mentira, denigrado o despreciado, escarnecido del hermano: ¿has perdonado? De haberlo hecho, has sido causa del agradado a Dios por tu humilde proceder, has sido causa de gozo en el Señor, puesto que has convertido en realidad su promesa, cuando dijo en su agonía; …” Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” … Has justificado ante Dios la conducta de quien te ha agraviado y maltratado, atesorado bienes de salvación, cuyo valor es incalculable, pero sino has perdonado y has encendido en tu corazón la excitación de la ira, del deseo de venganza, del rencor y el resentimiento que se arraiga en el corazón como el odio a una creciente hostilidad al menospreciar la dignidad buena o mala del prójimo, todo conduce quiérase o no a la venganza contra el hermano, intrigar a que pierda su trabajo, bienes o desintegrar la familia, agredirle físicamente o causar la muerte, a esto y más puede llevar al rencoroso, el asunto no termina con la maquinación del perverso al realizar el desquite, sino que el agresor ya no tendrá tranquilidad, ni paz en su alma, solo hasta que se arrepienta sinceramente, no puede vivir en concordia con los demás, se siente acechado y endurecido su corazón, se burla de la compasión y misericordia del mandamiento; …”Amarás a Dios y al prójimo como a ti mismo” …Para el perverso es nada, vive resentido encuentra satisfacción en vengarse por lo que no razona, alerta a pisotear al que sigue, lo hará continuamente porque ha hecho de ello un mal habitó arraigando en su interior la venganza latente.

Por lo anterior, queda en el cristiano católico confiar con fe firme en la enseñanza de San Pablo recibida de su divino Maestro; …” No os venguéis por vuestra cuenta, amados míos, sino dad lugar a la ira, (de Dios) puesto que está escrito: Mía es la venganza: Yo haré justicia, dice el Señor “…
En alguna ocasión una incrédula en tono de duda, decía, quisiera conocer de esos que dicen son los mártires del cristianismo, se le dijo, son miles los mártires que son la cimiente de donde surgieron millares de nuevos cristianos católicos hasta nuestros días.

Nuestra Santa Madre Iglesia en su nacimiento sufrió persecuciones casi al punto de su exterminio, fue intensa y persistente por el Imperio Romano, sino por las naciones paganas donde los Apóstoles predicaron, la buena nueva del reino de los cielos en naciones adoradores de ídolos que tenían como dioses inspirados por el demonio, a pesar del poder y maldad del infierno Nuestra Santa Madre Iglesia surgió fortaleciéndose se conserva incólume por la promesa de Cristo Nuestro Señor que refiriéndose a este peligro dijo; …”Las fuerzas del abismo no prevalecerán contra ella “… La persecución fue tenaz, persiste e incesante parecía no tener fin contra los primeros cristianos durante tres siglos, detenida la persecución cuando el Emperador Constantino se convirtió al cristianismo, aunque en todo siglo continua la persecución contra la Iglesia; de entre esos mártires se tomó algunos que nos muestran la fuerza de la fe, confianza y entrega por amor a Dios de esas almas en circunstancias donde el odio y desprecio era ley contra los primeros cristianos, vemos que el valor de la vida no existía para los perseguidores ni para la gente de ese tiempo, con facilidad y sin escrúpulos o temor se arrebata la vida sin remordimiento de conciencia, vamos a lo que sigue.

No podía el poder romano perdonar la fe de los primeros cristianos, mucho menos que sus soldados o la nobleza romana aceptaran la doctrina de Cristo Nuestro Señor, con ellos y con los que no lo eran fue cruel el castigo con el que reconocía la verdadera fe y convencidos confesaban creer en un solo Dios verdadero y no en sus ídolos de barro que nada significaba sin la perversión, era cuando ese soldado o miembro de la nobleza romana obtuvo por el martirio la gloria eterna, para Roma era una afrenta y traición que sus tropa o su nobleza aceptara ser cristiano cayendo y de quien no pertenecía a esas castas, era el mismo proceder, basta confesar de ser cristiano y ya era reo de muerte, poniéndoles la prueba que son lo adorar a sus dioses era salvo y dar prebendas, pero sobre quien rechazaba adorar los ídolos de barro increíble eran castigados con suplicios y tormentos para obligarlos a renegar de la fe en Cristo Nuestro Señor, de lo que nos preguntamos; ¿Como resistían esos mártires tanto castigo, en primer lugar desde el momento de iniciar el castigo su disposición a la fe en el Señor ya era un paso que fortalecía el valor del alma porque asistidas y fortalecidas por el Señor salieron bien para Él de tanto castigo, lo que hizo atraer más almas a confesar la verdad eterna.

Es de conocer que al padecer estos mártires el injusto castigo, no había en ellos odio ni coraje contra el Emperador ni con los verdugos, ni contra nadie que les ultrajaba por lo que padecían incluso contra los verdugos, lo que había era la súplica a Dios de perdonarlos.


Nuestro Señor Jesucristo, vino al mundo a salvarlo del pecado y a perfeccionar la Ley de Moisés, que los sacerdotes, escribas y fariseos del sanedrín mal interpretaban, por ello el Señor al referirse al quinto mandamiento de la Ley de Dios dijo; No matarás, legisla la justicia y misericordia, lleva las almas de todos los siglos a reflexionar que nos conduce al punto de partida, ¿Dónde nace el mal dentro del ser humano? …” Porque del corazón salen pensamientos malos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias “… Así inicia el camino que para arrebatar la vida del prójimo, pide el Señor con ello recapacitar y frenar, detener y expulsar del corazón la incitación maligna, que San pablo siguiendo el deseo del Divino Maestro, ilustra a la posteridad de todos los siglos al decir; …”No te dejes vencer por el mal, sino domina el mal con el bien “… Siendo la ilustración tan sencilla, el pecador se deja acometer por el pecado grave, de arrebatar la vida ante Dios único dador de la existencia humana, que él puede tomarla en cualquier momento.

La soberbia maligna y la cólera unida a la ira, apoyada en el coraje, los actos de rencor fluyen del interior, a poner en ridículo al ofendido, haciendo ostentación exagerada por la misma razón exalta dichos, fantasioso inventa hechos, por eso sus comentarios exagerados por la misma razón son irónicos y burlones, sus criticas ásperas, ponen en entre dicho la honorabilidad del prójimo al que no se da una dosis pequeña de perdón, menos de piedad, el pecador adherido a su inclinación, podrá engañar y mentir al ser humano pero Dios conoce las almas.

Cristo Nuestro Señor, vino a perfeccionar la Ley, su enseñanza demostraba al pueblo, los graves errores del sanedrín; …” No vayáis a pensar que he venido a abolir la Ley y los Profetas.

Yo no he venido para abolir, sino para dar cumplimiento “…Enseña como perfeccionar la Ley para la salvación del alma, y no quede duda del mandato divino.

El pueblo desconocedor de la Ley, los escribas y fariseos minuciosos y exigentes “guardadores” de la Ley se mostraban ser los únicos, y por lo tanto solo ellos podían comentar o recomendar que hacer en tal o cual cosa para obtener el reino de los cielos, la realidad fue utilizar la justicia de Dios en favor de sus intereses utilizándola medio a su conveniencia personal de donde dijo el Señor; …” Os digo, pues, que si vuestra justicia no fuese mayor que la de los escribas y fariseos no entraréis en el reino de los cielos “… ¿Qué nos dice con ello Jesucristo Nuestro Señor? Que la perfección, la gracia y la virtud debe ir más allá de la actitud de aquel que se dice cumplir con la Ley de Dios, su doctrina y mandamiento, porque muchos como Él dicen y no hacen, gritan y hasta ahí, se ostentan con vanidad ser lo que no son, y obran no como seguidores de Cristo, sino como engañadores inicuos.


Continua Jesús con su Catedra; …” Oísteis que fue dicho a los antepasados: No matarás: el que matare será reo de condenación “… Lo enunciado en la Ley que perfeccionado y manifestado por el Nuevo Legislador, Hijo de Dios, poseedor de la autoridad para depurar toda aspereza que evite confundir, dejando confirmado al mandato por el que Dios su Padre dio los mandamientos, el mal y maldad está en la mala interpretación, por eso su misión es corregirla, y se eviten confusiones en el pueblo.

Cristo nuestro Señor, por decir abrillanta al verdadero sentido del mandamiento, no solo va a lo externo, va al punto importante del alma, va a sus facultades, ya que ahí surge el bien y el mal proceder, por ello ya no será licita la cólera contra el hermano, porque está es causa de crimen.

En Israel al causar la muerte, el asesino era obligado comparecer a juicio ante el tribunal local donde se cometió el ilícito.
Con énfasis y autoridad propia que nunca se atribuyó Moisés, ya que él era Profeta y Jesús, el Hijo de Dios;…” Mas Yo os digo: Todo aquel que se encoleriza contra su hermano, merece la condenación; quien dice a su hermano “raca” merece el sanedrín, quien le dice “necio” merece la gehena del fuego “ … Tiene tal fuerza su palabra, que la cólera queda reconocida por el Señor como si el colérico hubiera cometido el crimen contra el prójimo sobre el que ha descargado su furia y su rabia, ha descargado la violencia de su ira y enfado, conducta de la que dará a Dios cuenta de ello.

Por lo que habremos de valorar y apreciar, que no son lícitas las palabras, obras y pensamientos ante Dios, cuando las palabras siendo injuriosas hieren la honra del hermano, quien dice “raca” a su hermano, le está diciendo imbécil, ese también comparecerá en el sinedrio, a este se reservará resolver casos graves, comparado con un homicida, y quien diga necio al hermano, le está diciendo malvado, impío o maldito de Dios, ese ira a la Gehenna, lugar donde los idolatras ofrecieron sus víctimas humanas a los ídoslos, lo que era sinónimo de infierno.

La consecuencia de la perfección de la Ley obrada por Cristo Nuestro Señor, queda esclarecida que la simple acción de la ira, que no tenía sanción, ahora Cristo Nuestro Señor legislador, muestra ser causa de la justicia de Dios, por lo que habremos de vivir en buen orden en paz con el hermano; …” Si, pues, estas presentando tu ofensa sobre el altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo que reprocharte” … Esta legislación legislada por Cristo Nuestro Señor muestra la especial importancia para ser recibido, escuchado para conceder al pecador la gracia por parte de Dios, si hubo, hay y continuará la ofensa y la discordia con el hermano, es tan importante para Dios que acepta al pecador, detener el acto más sagrado de nuestra Religión Católica, el Santo Sacrificio, para que haciendo penitencia reciba el perdón por haber ofendido tan gravemente al prójimo, sea con culpa de pecador, o sin ella, abandonar el altar e ir a pedir el perdón por la confesión no volverlo a ofender.

Ya que el que injuria es un deudor del injuriado; …” Deja allí tu ofrenda delante del altar y ve primero a reconciliarte (penitencia) con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda “… De ello nos dice San Agustín; …” Si ofendiste en algo al hermano, ve a reconciliarte, no con los pies del cuerpo, sino con el movimiento de tu espíritu, que te lleve a prosternarte ante el hermano en presencia de Aquel a quien debes ofrecer tu don.

Porque has de rectificar el amor donde tuvo su desviación, en el corazón “… Por eso, aquel que se justifica al decir que intento causar un daño sin desearlo, pero se lo causó al prójimo, no queda justificado porque al ofenderlo lo hizo con odio hacia el prójimo.

Por más que el injuriador pecador diga, justifique, hable, a consecuencia del echo no hay razón que justifique los actos cometidos, decir que el otro, ofendido fue el causante, fue el que me ofendió, tampoco está justificado, porque eso es a propósito no dejarse vencer por el mal.
hefelira@yahoo.com

 

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