REFLEXIÓN DOMINICAL

Antonio Fernández

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A la soberbia maligna, humildad y devoción

…"Pero algunos, los que estaban persuadidos en sí mismos de su propia justicia, y que tenían en nada a los demás, dijo también está parábola" … ( Lc 18, 9)
domingo, 18 de agosto de 2019
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¿Por qué se llama a la soberbia maligna? Se le llama así al apetito desordenado del ser humano cuando el aguijón del "yo" despierta lo contrario a lo que se quiere, desea y apetece, salta con fuerza de su interior el desprecio y aborrecimiento al prójimo sea quien sea, todos lo sabemos porque en muchas ocasiones hemos sentido o sido partícipes de esta manipulación que ciega al ser humano llamada soberbia maligna, porque enciende la pasión al instante y con ella las actitudes que a ese momento no permiten razonar la maldad con que se actúa y sus consecuencias a las que la soberbia induce, impulsa e incita y será hasta después, "y decir después" pueden ser segundos, horas, días, semanas o meses y hasta años o según la cerrazón nunca se recapacitará en corregir o pedir perdón por el latrocinio cometido ya que domina el rencor inducido por el endiosamiento del "Yo" que ciega los sentidos del cuerpo, y cuando llega al interior del soberbio reconsiderar su error le costará un esfuerzo muy grande quitar del corazón ese aguijón que clavó la soberbia maligna a la presa que la tiene amarrada, y será la indecisión de si o no corregir el mal incrustado al corazón le dará "razones" que opone en la mente y voluntad para evitar hacerlo para que se mantenga el pecador en esa situación maligna incitada la persona a quedarse en el mal pensamiento y en la no voluntad de reconocer el error.

La soberbia maligna es el acto de rebeldía contra Dios, por lo que se debe entender ser está la raíz de todos los pecados, pues todo pecado cometido es un acto de rebeldía que por la soberbia maligna induce al ser humano ir contra Dios agrava más el estado del alma cuando va contra el prójimo; la soberbia maligna exhibe al pecador en su verdadera maldad, exhibición que el Señor nos muestra el proceder del pecador cuando la soberbia maligna incita actuar colérico, iracundo, con ira irreprimible al ponerse en evidencia no sólo ante los demás sino de quien debiera ser lo contrario; Dios Nuestro Señor.

No todo está perdido en el soberbio manipulado por la malignidad del demonio. Está en él recapacitar, así como recapacita para hacer lo malo y también hacer el bien a su alma será el mejor camino a su salvación, de donde surge la orientación profunda que invita a reflexionar cuando mueve el esfuerzo apasionado a modificar la conducta en que se vive y el remordimiento anima es buena señal del excelente propósito, claro que todo pensamiento se da en todo lugar, pero cuando se requiere hacerlo al ir caminando por la calle, se encontrarán muchas distracciones, en el antro igual ...¡por favor!... en el camión o manejando su auto o ir en bicicleta, un sobresalto y se perdió la concentración por los insultos que saltan de la persona contra el prójimo, por lo que se pregunta; si quieres comer vas a casa y se come tranquilo o se va al restaurante igual, la mente divaga en el puesto de tacos envuelta en la conversación de los que tomar alimentos, quieres tomar un helado vas al lugar apropiado, siendo igual en las cosas que se realizan, todas necesitan un momento o como hoy se dice un espacio ¿Acaso en la revuelta que se tiene en el alma se podrá meditar y ahondar los problemas en esos lugares? Hay un solo lugar que reúne las condiciones, es en la Iglesia, la que sea para el pecador apropiada lo importante es decidirse e ir a postrarse ante el Señor y suplicar su asistencia para superar las adversidades que agobian, lo que será agrado del Señor ver el alma arrepentida realizar un acto sincero y limpio de profunda humildad ante Jesús Sacramentado, repasando la realidad humana en su paso por este mundo San Ignacio de Loyola anima a discernir; …"Tú, no tienes más fin que servir a Dios y salvarte[.]Eres usufructuario (Beneficiado) de Dios…te da los bienes sólo para eso, pues sólo en orden a eso te es lícito usarlos"…Es la invitación a subir la montaña que conduce a Cristo Nuestro Señor en la Cruz de donde viene a todas las almas el bien de la redención; es la invitación a recogerse a solas repasando los males y los bienes ganados, los primeros han perdido, los segundos pueden recuperar el alma pero de momento están perdidos; es la invitación a recapacitar abstrayéndose de las cosas del mundo alejando los pensamientos maléficos que han sido causa de la vida pecadora, en esa disposición del alma la tentación aparece insistente, la soberbia maligna perderá posición en el pecador por la humildad y devoción con que se acerque al Señor, la reciprocidad conforme se comprende que Cristo Nuestro Señor en su paso por el mundo fue vida de humildad y pobreza, por ello, la humildad es opuesta a la soberbia maligna, se opone al vicio del orgullo y a la excesiva depreciación de la vileza humana: infidelidad y mezquindad.

Santo Tomás enseña que debemos reconocer y apreciar en su valor las buenas cualidades o dotes que poseamos; son vicios los dos extremos del orgullo y la indignidad, ninguno corresponde a la realidad de nuestra condición.

Por la humildad se nos recomienda reconocer que Dios es la fuente de toda gracia y de todo bien, el cristiano católico no debe contentarse con las gracias y dones recibidos sino buscar con afán exaltar su alma a Dios y suplicar conceda su misericordia y la gracia divina.


En el amor y fervor de la oración está el camino para llegar a Dios; la oración es el acto de limpio recogimiento interior del pecador cuando eleva su alma, corazón y todo su ser a Dios en una conversación intima suplicando su misericordia para el pecador en desgracia; la oración continua dispone el alma a entregarse a las cosas que pertenecen a Dios; de la oración nace la fe viva que aviva a la caridad ferviente que mueve a desprenderse del mal que le tiene atado al mundo, se comprende que todo bien viene de Dios.

Por decir la fórmula para hacer oración y meditar profundamente en ello San Agustín lo propone a la humanidad de todos los siglos; …"La lectura del Santo Evangelio nos impulsa a orar y a creer y a no presumir de nosotros, sino del Señor"… Exhorta hacer oración que el Señor ha propuesto en la parábola del fariseo y el publicano, en ella apreciaremos que el rechazo a los males del alma surgen de la oración limpia y sincera, por ello es orar siempre y no desalentarse ni flaquear, Nuestro Señor persuade el alma cuando ésta se arroja a su Sagrado Corazón, porque conociendo los corazones de los seres humanos su misericordia motiva a reflexionar en la salvación al decir; …"Pero el Hijo del hombre, cuando vuelva, ¿hallará por ventura fe sobre la tierra?"… Al momento salta con fuerza el impulso de mostrarse que, si en los demás es posible, que bueno porque en el mío no, pensar así es un error, cierto es que todos estamos sujetos a caer y levantarse, por eso es entender que esos impulsos van unidos a la flaqueza, como van también a ser fortaleza para no caer en el refrán; …Cae más pronto un hablador que un cojo … Más que hablar para el mundo, hablar a Dios Nuestro Señor por la oración.


Cristo Nuestro Señor en su labor de salvación por el mundo no tuvo descanso, jamás agotó las formas de sembrar el mensaje de su misión, prueba de ello es esta parábola del fariseo y el publicano donde nos enseña como la oración debe ir siempre acompañada por la humildad, de no ser así perderá el efecto que el pecador busca.

Adoctrina el Señor; …"Para algunos, los que estaban persuadidos en sí mismos de su propia justicia, y que tenían en nada a los demás, dijo esta parábola"… En efecto, la parábola preparada desde el principio de los tiempos muestra la actitud prepotente y la nobleza del ser humano cuando de sí mismo se trata, unos justificando lo injustificable y otros pocos, suplicantes y contritos de donde se desprende que no es lo que hombre dice ser de él o quiere ser sino lo que en realidad es, cuando en su existencia es manifestada por sus actos, a no dudar que el Señor conocedor de los corazones y pensamientos de la multitud da a conocer para recapacitar en está parábola a los fariseos del templo y la humanidad de todos los tiempos.

El fariseo en tiempos del Señor y aún antes de su venida al mundo su proceder era presentarse al pueblo como hombre justo y recto, pero en su interior no había caridad al prójimo porque despreciaban a los demás calificándolos entre ellos y en sus oraciones como lo conoceremos de impuros y adúlteros, manchados y contaminados, injustos y ladrones, reza la parábola; …"Dos hombres subieron al Templo a orar, el uno fariseo, el otro publicano"…Dos hombres antagónicos y opuestos, siendo el fariseo quien representa la pureza legal; el segundo y el publicano la injusticia y la depravación, es la condición de estos personajes cuya realidad era conocido del pueblo, carga el primero más la crítica contra el publicano por ser él cobrador del impuesto al servicio del César, la causa de su crítica y molestia proviene del sanedrín que agita al pueblo de esta exigencia a no pagar.


…"El fariseo, erguido, oraba en su corazón de esta manera: ¡Oh Dios! Te doy gracias de que no soy como los demás hombres, que son ladones, injustos, adúlteros, ni como el publicano ése"…Puesto de pie erguido ante el altar sin guardar el respeto que se debe a Dios se muestra ante Él como a un igual con presunción y suficiencia, engreimiento y jactancia actitud que el pueblo de Israel conoce y obvio es causa de molestia.

¿Qué ha pedido el fariseo al Señor? Repasando sus palabras ¡Que encontramos? Nada. Mas que subir a rezar, subió alabarse no alabar a Dios.

Dice San Agustín; …"Poco es no rogar a Dios, y alabarse así mismo; más aún, subió a insultar al que rogaba"… Según el fariseo oraba envaneciéndose haciendo de su crítica según él cree congraciarse con Dios, calumnia en su mente al prójimo con pensamientos de una censura indebida e injusta a las demás personas y más que todo juzgándoles de pecados que él no sabe si existen en verdad, además aunque existan en nada corresponde juzgar al prójimo metiéndose en asuntos que no son de su incumbencia, pareciera exagerada la actitud del fariseo, pero en la realidad este proceder sucede en millones de personas, la costumbre de meterse a calumniar y juzgar la vida de los demás, nadie tiene la autoridad para introducirse en la vida ajena, porque si se hace se le atribuye una falta en que la persona es inocente, quede claro: la calumnia, murmuración y difamación es pecado mortal.

La situación en el mundo de hoy debido a la desconfianza en todos los órdenes de la vida a causa de su conducta es pensar mal del prójimo, criticarlo de palabra, obra y pensamiento y más los que rodean al criticador se constituyen en un coro de resonancia de los calumniadores que afirman estar en acuerdo contra él criticado dejándose llevar del comentario para quedar bien sin ver si es real o no la crítica, y si fuera cualquiera de las dos poco le importa al criticador y su coro meterse en lo que no les corresponde, pero cuando la persona obra bien, igual se le critica por envidia, coraje y más que buenas intenciones se buscan las malas que el ambicioso afirma;"Y este que tiene para ser tan acomedido"La maldad viene del corazón ha dicho Cristo Nuestro Señor.

El fariseo cada vez más se envanece atrevido a exaltar lo que "dice" ser su obra buena. Es la tentación de murmurar al prójimo ejercida por el demonio a través de las facultades sensibles del ser humano; sentimiento, imaginación y pasiones, por medio de ellas se va contra el prójimo mal utilizando la voluntad e inteligencia, no deteniéndose a reflexionar sus temeridades, da a conocer a Dios lo que Dios ve en él sea verdad o mentira, atrevido dice; …"Ayuno dos veces en la semana y doy el diezmo de todo cuanto poseo"…Dice cosas creyendo que Dios no se entera, pues el ayuno obligaba una vez al año y de los diezmos iba más lejos de lo que se exigía la ley.

Como observamos el fariseo empezó la oración con una acción de gracias fastuosa, continua con una reprensión al prójimo y termina alabándose de sí mismo jactándose de méritos que no posee.


…"El publicano, por su parte, quedándose a la distancia, no osaba ni aún levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: ¡Oh Dios! Compadécete de mí, el pecador"… Este hombre por su oración se acerca cada vez más a Dios, lo acerca su amor de hijo abnegado por el pecado, arrepentido de sus actos se golpea el pecho de dolor por haber ofendido a Dios, se sabe ser el culpable de sus actos pues con nadie y nada se justifica, se reconoce ser un miserable pecador que sentía en su persona la mirada de justicia del Señor.

Dice Teofilacto: …"Distaba del fariseo en las palabras, en las actitudes en el corazón. ¿Cómo es nuestra oración? Que nunca sea como la del fariseo, adentrémonos en nuestro pensamiento lo que movió al publicano en su oración, saberse culpable de sus pecados, en el Templo se sentía agobiado porque es el lugar Santo que se mantiene afuera de la puerta, no se atreve entrar porque se reconoce pecador, y nosotros con la vida que tenemos ¿nos sentimos como ese publicano: humilde reo, o cuando te confiesas te justificas y escondes los pecados de pensamiento? Te dueles de verdad por los pecados cometidos, te duele saber que tu alma está en ese momento en rebeldía con Dios nuestro Creador, te duele saberte indigno de tener a la vista el cuerpo y sangre del Señor en la consagración, todos podemos si queremos volver los ojos al Señor por la frecuencia de sacramentos; …"Os digo: este bajó a su casa justificado, mas no el otro, porque el que se eleva, será abajado; y el que se abaja será elevado"… Aprendamos del publicano la humildad, la excelente virtud que a la vista de Dios supera el pecado y eleva el alma hasta llegar a Dios, así como el pecado por su peso y gravedad queda en nada todo lo que se haga o construya espiritual y moral, con la sola presunción de lo que se dice y cree es agrado de Dios, se pierde el fruto de la oración, pudiendo mas la soberbia maligna que la humildad y devoción.
hefelira@yahoo.com

 

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