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Ultimo adiós a víctimas de masacre

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- Me es difícil perdonar.- David Langford
viernes, 8 de noviembre de 2019
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LA MORA, Sonora.-

/REFORMA

Vestidos con camisas, trajes o vestidos modestos, alrededor de 500 dolientes se congregaron bajo carpas colocadas en La Mora, una comunidad de unos 300 habitantes.

Algunos lloraban y otros entonaban cantos.

Los miembros de la comunidad extendida -muchos de los cuales tienen doble nacionalidad: estadounidense y mexicana- habían hecho los ataúdes, y utilizaron palas para cavar una sola tumba de gran tamaño para los tres féretros en el terreno rocoso.

Dawna Ray Langford, de 43 años, y sus hijos Trevor, de 11, y Rogan, de 2, fueron sepultados juntos, igual que como fallecieron el lunes.

No había comentarios de venganza en esta comunidad altamente religiosa, sólo una profunda sed de justicia.

"Dios se encargará de los malvados", dijo Jay Ray, el padre de Dawna.

David Langford dijo que su esposa era una heroína por decirles a sus hijos que se escondieran mientras su vehículo era incendiado.

"Me resulta difícil perdonar", comentó, "generalmente soy un hombre misericordioso, pero este tipo de atrocidad no tiene cabida en una comunidad civilizada".

Los funerales continuarán hoy. Rhonita Miller y sus hijos: Howard Jacob, de 12 años; Krystal Bellaine, de 10, y los gemelos Titus y Tiana, de 8 meses de edad, serán recordados con una misa en su casa en la Colonia LeBarón del municipio de Galeana, Chihuahua.

En la ceremonia fúnebre también será despedida Christina Marie Langford, quien viajaba en una de las tres camionetas baleadas en compañía de su hija Faith, de siete meses de edad, quien resultó ilesa tras el ataque.

Las manos del adiós

Amber Langford, partera de Dawna Ray Langford, recibió hace 11 años a Trevor y hace 2 a Rogan.

Ayer, con las mismas manos, hizo la tarea más triste de su vida: embalsamar los cuerpos de esos niños y de su madre desgarrados por las balas el pasado lunes.

Dawna y sus hijos fueron enterrados ayer en el pequeño cementerio de La Mora, poblado de 300 habitantes, enclavado en las montañas de Sonora, donde residían.

David, Jay Ray, Raymond Ray, esposo, padre e hijo de Dawna, y otros familiares cargaron los ataúdes austeros de madera de pino. Las cajas fueron talladas a mano por primos y amigos en una carpintería en La Mora.

Las mismas manos que hicieron los ataúdes fueron las que cavaron una sola tumba de gran tamaño para los tres féretros depositados debajo del terreno rocoso del cementerio de La Mora.

Fue el primer sepelio de las nueve personas masacradas el lunes en un camino de terracería que une La Mora con Janos, en Chihuahua.

Rhonita Miller y sus cuatro hijos serán sepultados mañana en la colonia LeBarón en Galeana, Chihuahua, y Christina, el sábado, en el mismo lugar.

Vestidos con camisas, trajes o vestidos modestos, alrededor de 500 dolientes se congregaron bajo carpas blancas para participar en un servicio crudo y emotivo.

"Dios se encargará de los malvados", dijo Jay Ray, padre de Dawna.

Xander, de diez años, primo de los niños asesinados quiso decir unas palabras en el sepelio. No pudo. Recargó su cabeza en el ataúd que ayudó a labrar y lloró.

 

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