REFLEXIÓN DOMINICAL

Antonio Fernández

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Creer, esperar y amar

“Cuando venga Aquel, el Espíritu de verdad. Él os conducirá a toda la verdad; porque Él no hablará por Sí mismo, sino que dirá lo que habrá oído y os anunciará las cosas por venir” (Jn 16, 13)
domingo, 10 de mayo de 2020
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San Agustín, Doctor de la Iglesia confirma y esclarece la verdad revelada por Dios, la que esparce a los siglos demostrando que las virtudes teologales son el medio eficiente para salvación de las almas.

El cristino católico corresponderá agradecido de los bienes espirituales, y por ellos rendirá culto a su Creador honrándolo, al interior de su corazón arrepentido con actos de adoración, y al exterior con obras al prójimo de esta forma demostrará con hechos cumplir las virtudes que conducen al camino expresado en el mandamiento de la Ley de Dios que reza: “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”.

La palabra de Dios como siempre ha sido, es y será clara, nítida y sencilla que el Obispo de Hipona la exalta previniendo contra la vanidad de los actos exteriores ostentosos, falsos e hipócritas del ser humano contrarios a la verdad del mandamiento divino, que desmenuza para dejarla en el corazón; “Dios debe ser adorado por la fe, esperanza y caridad, sin duda replicarías que esto es más breve de lo que tú deseas, y pedirías que te explicara en pocas palabras lo que se relaciona con cada una de estas tres virtudes; es decir: qué se debe creer, qué se debe esperar y qué se debe amar”.

Las Cartas de San Pablo consolidan las almas por la doctrina que expone. Su propósito es anunciar el Evangelio de Cristo Nuestro Señor al que define: “Fuerza para la salvación de todo el que cree”.

Su definición da oportunidad para asimilar del mismo San Pablo la instrucción a que el cristiano católico de todos los siglos la convierta en divisa de salvación: creer, esperar y amar.

El Apóstol de los gentiles expone el valor que guardan las virtudes Teologales, pero la actitud humana es indigna de un “cumplimiento” lo hace a su gusto cuando se refiere a Dios dice querer hacerlo en favor de la virtud que le sea más fácil cumplir y da interés a una y no a las otras, por ejemplo: tomo aplicarse por la oración y los actos de fe creyendo que de esa forma está bien con Dios, se le hace que es mucho y de las otras nada toca porque le será difícil, ya que es una persona temperamental y explosiva, excitada y desesperada sin paciencia y no es su intención controlarse, por otra parte en sus relaciones con personas acostumbra de palabra, obra y pensamiento maldecir y humillar, ofender y aprovecharse de quien sea, no quiere esfuerzo ni sacrificio quiere hacer las cosas a su gusto, por lo tanto quedo en nada, falto a la caridad que es primordial, falto de amar a Dios, de donde la doctrina de San Pablo ubica al cristiano católico a tener celo de cumplir y no perder los bienes de las virtudes teologales; “Al presente permanecen la fe, la esperanza y la caridad, de estas tres; la mayor de ellas es la caridad”.

Refiriéndose a está última Santo Tomás ilustra; “La caridad es la que, mientras vivimos, da la vida a la fe y a la esperanza” Siendo por lo tanto que la divina caridad fecunda la gracia.
¿Qué encontramos en lo anterior? Las virtudes que Jesucristo Nuestro Señor en su peregrinación por el mundo encontró en pocos, en el pueblo no descubrió ni fe, ni la esperanza y menos la caridad, su venida era para el sanedrín la llegada del libertador que vencerá y echará el poder romano que los tenía sometidos a su Imperio, querían un mesías humano, pero al verlo, escucharlo y conocer sus prodigiosos milagros, su mandamiento de amor los sacerdotes del templo entendieron que en realidad era el anunciado de siglos, pero el sanedrín en secreto lo negaron y lo expusieron ante el pueblo a su propio Mesías y Dios Nuestro de hombre falso, de estar en secreto contubernio con el demonio e intrigas de toda índole para desprestigiarlo ante el pueblo que se iba inclinando a reconocer que Jesucristo Nuestro Señor es el Mesías esperado, pero su doctrina contradecía los intereses del sanedrín sus planes que ya desde ese tiempo tenían de tener el poder del mundo, el dominio material no en función de lo divino, no a lo espiritual sino en lo material, el pueblo viciado en que mejor es obtener las cosas del mundo, pudo venir una pregunta en el Señor; ¿Dónde está el fruto de la buena nueva anunciada por los profetas? ¿Que se sembró del amor de mi Padre? Los enviados fueron perseguidos, atormentados y asesinados su muerte fue semilla que fructifico en pocos; ¿Qué diferencia de ese ayer al de hoy? Las cosas siguen igual, siendo hoy más graves.

Cristo Nuestro Señor murió en la cruz por nuestra salvación, siendo toda alma objeto de su amor esta le persigue, rechaza y desprecia su mandamiento, su evangelio y doctrina con actos y acciones de pecado injustas y contrarias a las virtudes Teologales; no creer en Él, no esperar de Él y no amarle solo a Él.

Cuando el cristiano católico se enfrenta a las adversidades causadas por sí mismo, debe luchar para recuperar la distancia perdida e ir a paso veloz encontrar en su Sagrado Corazón la fe en el Hijo de Dios, encontrar esperanza de salvación eterna y encontrar la caridad que apasiona su amor, bien es despreciar ese “Yo” que la excitación pone fuera de sí.

El sanedrín y los sacerdotes del templo despreciaban la caridad al prójimo eran caritativos solo con los parientes cercanos los demás nada les importaba, pero los sacerdotes, levitas, escribas y fariseos no cumplían con esta virtud, que por su responsabilidad religiosa estaban obligados servir al prójimo, los siervos imitaban esa mala conducta en sus relaciones entre sí.

Situación entendida, la ausencia de caridad al prójimo se había constituido en costumbre y en forma de vida. El punto de este análisis es entender, el espíritu divino de Jesucristo Nuestro Señor es ser caritativo, bien por excelencia que para enseñanza nuestra veamos derramar en sus discípulos anuncia que ya no lo volverán a ver, que padecerá muerte ignominiosa e igual situación padecerán ellos sus discípulos, anuncia, muchos creen que dándoles muerte harán un bien, siendo Él el ejemplo de esa falsa interpretación, anuncia amorosamente su partida, conoce en sus corazones la tristeza agobiante por lo que les ha dicho, entrega caritativamente su amor al manifestarles que no quedarán solos a su partida, vendrá y estará a su lado el Intercesor que les enseñará todo.
Nuestro Señor dio a la posteridad de los siglos y a sus discípulos el mandamiento de ser caritativos con el prójimo e imitarle en ese amor que manifiesta su divinidad al dirigirse a sus hijos más pequeños de forma dulce y paciente, misericordioso y compasivo, benigno y clemente, es muy posible que algún dudoso de la fe en Cristo Nuestro Señor se atreva decir; ¿Cómo es Dios consecuente de la duda, del temor y la inseguridad de quienes debieran aceptar al momento su explicación? Pensar así es exagerado, se olvida de sí mismo que muchos en conciencia con furor manifiestan la arrogancia de su incredulidad.

Los discípulos son almas que Nuestro Señor atrajo conforme escucharon sus predicaciones, vio en su interior el convencimiento de su divinidad y creyendo en Él respondieron a su llamado y dejando todo fueron a su lado.

Padre amoroso los adopto como hijos suyos, velo por ellos, obvio que el amor del Señor no tiene nombre por su bastedad, fueron diferentes las ocasiones en que se los dio a conocer, así conocieron el amor de su Maestro.

Sabiendo el Señor que se acerca el momento de su muerte y los padecimientos que le esperan, ahonda en sus corazones a elevar su fe, a comprender el mensaje que deposita en ellos que invadidos de tristeza por su partida, angustiados y preocupados caen en un circulo cerrado que pesa en su interior y no pueden salir, pero hay una cosa, la palabra de su doctrina y mandamiento del Señor aunque de momento no la entiendan o comprendan queda guardada en ellos y a su momento la recordaran, la tendrán presente y será fuente de donde fluirá la doctrina de sus labios al evangelizar el mundo a esos momentos de estar en diferentes ciudades y caminos no es de dudar que vino a su memoria cada palabra de su Señor, la forma en que dominados por las fragilidades humanas no vieron, o no tuvieron la apreciación de entenderlas, cada uno suplicaría perdón por no haber entendido la verdad que su Señor expuso, hay razón para esa duda, pues su fe a ese momento todavía era incipiente, por eso no les dijo más cosas porque no las entenderán.

Pasando al otro lado esto es a nuestro “maravilloso” siglo, cuanta semejanza hay entre sus discípulos y entre quien se dice ser fiel a Cristo Nuestro Señor, en los discípulos su fe era incipiente, pero en los que hoy nula a pesar de conocer lo que los discípulos carentes de fe no asimilaban y hoy, que conocemos o hemos aprendido u oído mejor que ellos, la fe es un vacío en las almas, ahora bien, la diferencia es que a pesar de ser los discípulos ignorantes creían verdaderamente, pero hoy, que según eso somos preparados, no se cree, vaya contradicción humana estamos en el mundo viendo sin ver, oyendo sin escuchar, decir que se entiende sin entender, lo que existe es saber y tener idea que la doctrina, mandamiento y evangelio son los medios de salvación, pero sin fe en Cristo Nuestro Señor, se pregunta; ¿Cómo será posible comprender y cumplir los medios de salvación depositados por Él en cada alma? Es comer alimentos chatarra si bien son alimentos, nada asimila el cuerpo para su desarrollo y tener vitalidad, tienen el agravante que al consumirlos originara males estomacales, cardiacos y otros más que afectan los órganos, quitar el habito de este mal costará trabajo vencerlo, pero para vencer los males del alma se requerirá un constante y mayor esfuerzo ganar los bienes espirituales y de la gracia; los discípulos luchan en su interior porque no creían que Jesús su Maestro los abandonaría, escucharlo decir que partirá al Padre deprime su corazón eso no es incredulidad, el Señor habla como hablo a muchos en su peregrinación animándolos a acrecentar su fe antes de obrar el milagro que ofrecía, los interesados se esforzaban en aumentar su fe para obtener el bien esperado.


Vamos al punto trascendente, el Espíritu Santo revela al cristiano católico de todos los tiempos ser cierta y verdadera la misión de Cristo Nuestro Señor de venir a redimir al mundo de pecado, para ello denunciará al mundo su pecado por no haber creído en Cristo Nuestro Señor como el único Justo, que resucitó al tercer día y ascendió a los cielos.

Al anunciarles el divino Maestro a sus discípulos con detalle y claridad las persecuciones y muerte que vendrá en ellos les invade el temor, conociendo el Señor las cosas por venir los anima y conforta con la promesa de que enviará al Espíritu Consolador que tendrá como acción desenmascarar lo mundano y lo que hay en él de pecado, durante la peregrinación del Salvador por el mundo no les revelo la suerte futura que les aguarda, pero dejó expresado las persecuciones, no dijo que serían víctimas del odio de los mismos judíos como Él será, a ellos también los llevarán a muerte.


Entramos al hecho evangélico donde anuncia como será la obra del Espíritu Santo; “Y ahora yo me voy al que me envío, y ninguno de vosotros me pregunta; ¿A dónde vas?, sino que la tristeza ha ocupado vuestros corazones porque os he dicho esto, sin embargo, os lo digo en verdad: Os conviene que me vaya; porque, si Yo no me voy, el Intercesor no vendrá a vosotros; pero sí me voy, os lo enviaré”.

Nuestro Señor Jesucristo palpa la amargura que viven sus discípulos sobre su separación y los padecimientos que sufrirá, llama la atención con delicadeza y ternura, ahora revela el fin glorioso adonde se dirige su Maestro, los motiva a que pregunten más cosas sobre el Padre como antes lo hacían, pero absortos en la separación no aprecian el gozo de su Maestro por los bienes de redención que va a recibir de su Padre, la tristeza los tiene por el momento vencidos, obvio que no debiera ser, pero no alcanzan a valorar su palabra en el sentido de que si se queda con ellos el Espíritu Santo no vendrá y tampoco recibirán la fuente inagotable de bienes.

Para reflexión también es reconocer que Jesucristo Nuestro Señor por nuestros malos actos y obras se va de nosotros su presencia sensible, es cuando como dice el dicho; “Nunca se sabe lo que se tiene, sino hasta que lo ve perdido”, Es cuando el pecador vive el aterrador silencio de amargura, reconoce la soledad de estar sin Dios y vive el retiro de sus consuelos.

Reconozcamos, está vida no es dulzura, es caída y levantada, es desbarrancarse y subir para llegar a la cima donde empezó la caída, al resbalarse se requiere erguirse.

Tener constantemente en las facultades del alma (memoria, entendimiento y voluntad) que este mundo es de paso y que ningún ser humano tiene eterna vida en la tierra, lo que si tiene en su camino es alcanzar el mérito de levantarse cuando por su voluntad cae, es emerger fortalecido en Cristo Nuestro Señor, es aceptar la penitencia, la austeridad más cruda, el endurecimiento doloroso por los males causados, pero el fruto de soportar y superar, estimularán el alma a la voluntad de Dios que si de momento se escondió volverá a Él.


“Y cuando Él venga, presentará querella al mundo, por capítulo del pecado, por capítulo de justicia, y por capítulo de juicio; Por capítulo de pecado, porque no han creído en Mí.

Por capítulo de justicia,
Porque Yo me voy a mi Padre, y vosotros no me veréis más. Por capítulo de juicio, porque el príncipe de este mundo está juzgado”.

Alrededor de estos tres capítulos gira la conducta del ser humano que para su salvación es creer, esperar y amar: divisa de salvación que resume la conducta de una persona en su paso por el mundo de prueba lo primordial es creer en la divinidad del Hijo de Dios, pues pecado es no creer que Jesucristo Nuestro Señor es el Hijo de Dios hecho hombre enviado al mundo por Dios su padre a salvar la humanidad del pecado; El Espíritu Santo al que no ve el cristiano católico, pero entendiendo sabe que es de fe creer en Él la Tercera persona de la Santísima Trinidad cree en Él.

La palabra de Jesucristo Nuestro Señor de que al ir al Padre continuará la caridad misericordiosa de Dios que vierte en los corazones clarifica.

el mundo será impugnado por el pecado de infidelidad cuando venga el Espíritu Santo por haber resistido de Cristo Nuestro Señor las pruebas indiscutibles de su divinidad, causa por la que ha hecho al mundo sumirse en un pozo profundo sin salida, que solo en la inspiración del Intercesor hallará la humanidad su camino de salvación.

Es importante que el mundo de cada siglo, tiempo y generación esté convencido de ser esclavo del pecado, no necesita mucho para ello, porque su vida, actos y consecuencias en la inmensa mayoría muestran en cada momento, lo que debe ser motivo a quedar plenamente convencido que Jesucristo Nuestro Señor es justo y por lo tanto su justicia sobre el demonio está vencido y condenado, es cuando la permanencia en la divisa de salvación creer, esperar y amar dará lo que nos ha dicho San Agustín; “Fuerza de salvación de todo el que cree”.
hefelira@yahoo.com

 

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